Justo cuando se cumplieron cuarenta años de la muerte de Jacques Lacan (producida el 9 de septiembre de 1981), el prestigioso psicoanalista francés Jacques-Alain Miller y su colega argentina Alejandra Glaze decidieron emprender una tarea tan rigurosa como apasionante: un libro que funcione como homenaje y, a la vez, que sirva como contribución epistémica a la mirada sobre Jacques Lacan en el mundo hispano. El resultado es Lacan hispano, un volumen de más de 500 páginas que Glaze, directora de Grama Ediciones, codirigió con quien fue el yerno de Lacan. Más de setenta analistas de la Asociación Mundial de Psicoanálisis o ligados a esta institución –cada uno con su mirada- permiten entender que la Argentina, España y Venezuela funcionaron como las puertas de entrada de la orientación lacaniana en el mundo hispano. A la vez, mencionan las marcas que el encuentro con la obra de Lacan ha producido en ellos y ellas, y recuerdan sentidas semblanzas a Judith Miller (fallecida en 2017), la tercera hija de Jacques Lacan, que dedicó su vida a la difusión y protección de la obra psicoanalítica de su padre.
En esta entrevista exclusiva con Página/12 (la única que dio para un medio argentino con motivo de este acontecimiento editorial), Jacques-Alain Miller, el psicoanalista contemporáneo más importante a nivel mundial explica cómo la publicación permite entender la importancia de la enseñanza de Lacan en los países de habla hispana, se refiere a la influencia de Lacan en Latinoamérica, no deja de recordar la figura insoslayable de Oscar Masotta y también observa cómo pueden leerse, en clave política, las enseñanzas del gran psiquiatra y psicoanalista francés.
-¿El objetivo del libro es dar cuenta de la transmisión del psicoanálisis lacaniano en el mundo, especialmente en el mundo hispano?
-No lo diría así porque la transmisión en el mundo se ha planteado en otro nivel: el nivel de instituciones que he creado y que cubren buena parte del mundo. No voy a decir “todo el mundo” porque faltan países. Pero en Latinoamérica y en Europa existen siete escuelas y la transmisión pasa esencialmente por ellas. Para mí hay una distinción entre el tipo de trabajo institucional para el que sirven las escuelas. Diré algo más sobre la palabra “transmisión” con una anécdota. Una vez, hubo un Congreso de la Escuela Freudiana de París, que fue fundada por Lacan. El dudaba el título de este Congreso. La idea era hablar del porvenir del psicoanálisis. En una conversación privada, le dije: “Si usted está en pesimista vamos a decir ‘tradición’; es decir, apoyarse en el pasado y continuarlo en el futuro. Si usted está en optimista, vamos a elegir la palabra ‘transmisión’”. Lacan dejó “transmisión”. Así se hizo el Congreso y tomando la palabra al final, para sorpresa general, después de dos días de hablar de la transmisión, Lacan dijo: “No existe transmisión del psicoanálisis. Lo que existe es uno por uno: cada uno debe reinventar el psicoanálisis por su propia cuenta”. Mi comentario es el siguiente: si usted piensa a la pintura cuando se dice, por ejemplo, que Goya y Picasso reinventaron la pintura, eso supone conocer muy bien la tradición de la pintura, los pintores anteriores. Y es sobre estas bases que uno puede reinventar la disciplina. En mi opinión, se trata de lo mismo: es necesario conocer muy bien la historia del psicoanálisis, las controversias que hubo en el psicoanálisis para poder reinventarla con sus propios medios.
-En el libro escriben más de setenta analistas, con diferentes miradas. Si tuviera que decir cuál es el hilo que los une, ¿cuál sería la mirada hispana sobre Jacques Lacan?
-No hay hilo. Es el mérito de este volumen. Tener un hilo sería atar los autores. Por el contrario, hemos dejado a cada uno reinventar su contribución por su propia cuenta. De tal manera que no le puedo dar una síntesis del volumen. Es un libro por voluntad de Alejandra Glaze y yo, un volumen de una reunión de autores dispersos. Y no necesariamente dicen lo mismo ni tienen para nada el mismo ángulo, la misma perspectiva.
-¿Cree que la presencia de Lacan en Caracas en 1980 marcó un punto de quiebre para el psicoanálisis de habla hispana? ¿Es posible hablar, entonces, de un Lacan hispano?
-Sí, Caracas 80 ha sido un corte en la historia del psicoanálisis de lengua española. Pero es un corte après-coup del corte inicial que fue el de Oscar Masotta. Como se sabe, Oscar Masotta era un crítico literario, crítico de la pintura, pero conocía a un psicoanalista famoso en la Argentina: Enrique Pichon-Rivière. Los ‘50 eran tiempos en que Lacan no había publicado un libro de psicoanálisis, ninguno. Y para conocerle se necesitaba leer artículos en revistas especializadas. Y Pichon-Rivière tenía esas revistas de psicoanálisis con artículos porque supongo que era abonado a esas revistas. Y esos primeros artículos de Lacan han hecho conocer a Masotta. La primera vez que Masotta citó a Lacan fue en un artículo sobre Sartre en 1960. Fue el primero. Tengo la información por un artículo que Germán García publicó en Página/12. Y a partir de eso, Masotta comenzó a difundir a Lacan en la ciudad de Buenos Aires y a interesar a más y más gente, como psicólogos que no podían entrar en ese tiempo en la Sociedad Internacional porque esta sociedad exigía el diploma de médico. Los psicólogos fueron lectores de Masotta, pero hubo también sociólogos, lingüistas, filósofos, médicos y escritores. Un público amplio y diverso que poco a poco creció hasta el momento en que Masotta sintió que podía crear una escuela.
-Y lo hizo en 1974...
-Lo hizo conocer en Francia. Después de haber creado la escuela, al año siguiente Masotta tuvo que ir a Barcelona por motivos políticos y murió al poco tiempo, antes de cumplir 50 años. Es increíble todo lo que realizó en tan poco tiempo. De tal manera que en Caracas 80 lo que pasó fue que el Lacan hispano, creado por Masotta, encontró al Lacan francés. Encontró la persona de Lacan. Eso fue el shock para los latinos. Hubo también un shock de los franceses al descubrir que allí había una difusión de Lacan, totalmente independiente de ellos y que se sabía de la teoría de Lacan en la Argentina y en otros países. Esa reunión tendría que haber sido en Buenos Aires, pero como los militares estaban en el poder en la Argentina, decidimos hacerla en Caracas. Ese fue el motivo por el que se hizo en Caracas, pero ya se sabía que el centro de la difusión y del trabajo de Lacan era Buenos Aires.
-¿Cómo recuerda el hecho de que con usted se inauguró una experiencia de Escuelas más allá de Francia?
-Lo nuevo con Caracas 80 y los años que siguieron inmediatamente fue que los argentinos y los otros latinos conocían la teoría de Lacan, pero no tenían la experiencia viva de un análisis orientado por la teoría de Lacan. Se habían analizado unos con otros tratando de traducir la teoría en la práctica, pero no tenían la experiencia. Y eso empezó a partir de Caracas; es decir, primero un pequeño número de analistas argentinos pidieron análisis con franceses. Después, eso cambió fundamentalmente la situación porque ellos mismos han tenido pacientes con los cuales podían practicar en el sentido lacaniano. Y ahora hay una cercanía muy grande entre la práctica francesa y la práctica argentina. Digo cercanía pero es uno por uno. Pero nos reconocemos totalmente los unos con los otros como alumnos practicantes de Lacan.
-¿Cuáles fueron las consecuencias políticas de la enseñanza de Jacques Lacan?
-Se puede decir que hubo consecuencias políticas porque los analistas antes de Lacan eran conservadores, de una derecha moderada. Y más o menos Freud también. Hubo también consecuencias comunistas de Freud. Hubo tentativas de institutos que se abrían a los pobres en Alemania, por ejemplo. Y después hubo consecuencias humanistas que no eran conservadoras, no eran exactamente progresistas sino que tenían una cierta orientación humanitaria. Eso fueron las consecuencias de Lacan. El dijo que no era progresista, que no creía en el progreso. Para él, la historia era más bien circular, en cierto modo. Pero no era él solo el que no creía en el progreso. A partir del siglo XIX se desarrolló esa distancia de la idea del progreso. No era progresista, no era conservador y, a la vez, no creía en un cambio total porque pensaba que si uno se va de un amo, o destruye un amo, después va a encontrar otro amo. Eso lo hemos visto de manera muy clara con el comunismo soviético, por ejemplo. Stalin era un amo mucho más feroz que el zar. Con el zar había mil agentes de los servicios especiales de información. Y con Stalin fueron 5 mil y hubo después 200 mil de esos agentes. Casi toda la población en la Alemania comunista eran espías del gobierno. De tal manera que Lacan no era optimista con la política. Pero era cuidadoso de los pacientes que sufrían, también de los pobres. A tal punto que decía que los ultra ricos no se podían analizar porque no podían pagar algo que les costaba realmente. Para hacer un análisis era necesario que el pago provenga del trabajo. Y los ultra ricos no trabajan, esperan solamente la renta.
-¿Cómo se puede pensar hoy el discurso capitalista en un mundo signado por el avance de la ultraderecha?
-Lacan formaliza el discurso capitalista cuando toda la juventud y más allá hablaba del capitalismo. Era la gran cuestión del ‘68, por ejemplo. Lacan pescaba en la cultura de su tiempo las preocupaciones esenciales y les daba una traducción en su discurso para desviar, tener una incidencia en estos temas sin rechazarlos, acogerlos para transformarlos. Cuando se hablaba del discurso capitalista era porque parecía que había una alternativa en los países comunistas, con el Tercer Mundo, pero que tenía más simpatía con la izquierda. No es el caso de hoy. El capitalismo está en todas partes. La mundialización es la mundialización del capital. No hay más alternativa. O la alternativa es entre el capitalismo democrático y el capitalismo autoritario. Y creo que si Lacan pensara las cosas hoy, su formalización del discurso capitalista sería distinta. A la vez, tengo una anécdota que quizás dice lo contrario de lo que estoy diciendo.
-¿Cómo es?
-Una vez, en una conversación privada, le pregunté a Lacan qué pensaba de lo que ocurría en China. Era en los ’60. Yo era maoísta y pensaba que había algo totalmente inédito que Mao trataba de hacer en China. Y Lacan me respondió: “En Pekín, como en todas partes, el amo es el dinero”. Era extraordinario como anticipación y como lucidez. Ya tenía la idea de que el futuro era la dominación del capitalismo en el mundo.
-¿Y hoy cómo lo piensa usted? ¿Un analista debe estar alejado de los fenómenos de masa?
-No, debe estar cerca de los fenómenos de masa, como lo ha hecho Freud analizándolos, dándonos una fórmula general de la masa en psicología, la psicología de los grupos. Tenemos un gran interés en saber cómo se estructuran los fenómenos de masa en nuestra época, que es distinto de la manera en los tiempos de Freud porque tenemos, por ejemplo, internet, la comunicación social a través de internet. Y eso permite, por ejemplo, crear movimientos ideológicos de masa de la manera en que no existían en el escrito de Freud. A la vez, una tradición de los analistas es tener una cierta distancia del compromiso político. Quizás menos en la Argentina. Sé que, por ejemplo, en la Escuela de la Orientación Lacaniana se distingue entre "los K" y "los anti K". Hay disidencia política, pero en general la tradición analítica tiene una cierta distancia. Hay que decir que en la EOL, aunque algunos sean K y otros anti K, trabajan juntos en la escuela. No crean grupos separados por afinidades políticas. Yo personalmente distingo entre lo que soy como psicoanalista y lo que soy como ciudadano. Como ciudadano soy antifascista, como son generalmente los analistas, pero también he entrado en la lucha política de manera personal, tratando de distinguir totalmente mi escuela, la Escuela francesa, y mis compromisos personales. Pero siento mi libertad de hacer eso porque considero que es posible distinguir las dos cosas, aunque como ciudadano no se evapora el saber que tengo como analista, por supuesto. Pero para mí no impide comprometerme fuertemente en la lucha política, aunque no estoy en ningún partido, ni en ninguna asociación política. Es totalmente personal.
-¿En qué aspectos usted diría que se puede continuar leyendo a Lacan como un pensador actual?
-El mismo dijo “Yo soy ilegible” (risas). Al final de su vida, se interesó mucho por James Joyce. Ulises es muy difícil leer y entender. Es una obra única que claramente fascinaba a Lacan. Y Joyce dijo: “He dejado trabajo para los universitarios durante 300 años”. Y creo que Lacan quería también dejar trabajo para nosotros por 300 años. Es una manera de dar una respuesta a su pregunta. La otra manera es decir que tenía un don de anticipación que hemos visto a nivel político y que existía también a nivel clínico. Por ejemplo, la despatologización de la clínica, él la anticipó claramente. Sigue siendo actual por la naturaleza misma de su enseñanza. También gracias a nosotros, a la gran comunidad de analistas que se refieren a él, que dan su tiempo y sus esfuerzos a ese pensamiento.
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Recuadro
Un discípulo de Sartre, Lacan, Barthes y Althusser
¿Por qué Jacques-Alain Miller?
Referente ineludible del psicoanálisis contemporáneo, Jacques-Alain Miller es el analista contemporáneo más importante a nivel mundial. Por su riguroso trabajo a lo largo de varias décadas tanto en el consultorio como en el ámbito de la investigación, es una voz lúcida y creador de teoría al respecto.
Miller comenzó sus estudios junto a Jean-Paul Sartre, a quien conoció a los 16 años. Luego ingresó a la Escuela Normal Superior de París donde, en 1964, conoció a Jacques Lacan. Asistió a los seminarios de Roland Barthes en la École pratique des hautes études. Fue discípulo de Louis Althusser, junto a Jacques Rancière y Ettiene Balibar. Impulsado por Althusser a estudiar la obra completa de Lacan, entabló luego una relación estrecha con el psicoanalista y contrajo matrimonio con su hija Judith.
Fundó en 1992 la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que presidió hasta 2002. Es el responsable del texto de los seminarios de Jacques Lacan. Sus numerosos artículos, conferencias y seminarios han sido difundidos por las principales escuelas de psicoanálisis, traducidos a varios idiomas y recopilados en diversos libros: Cinco conferencias caraqueñas (1980), Recorrido de Lacan (1984), Lógicas de la vida amorosa (1991), Comentario del seminario inexistente (1992), De mujeres y semblantes (1993), El deseo de Lacan (1997), Política lacaniana (1999), Seis fragmentos clínicos de psicosis (1999), Lakant (2000), Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo (2002), Cartas a la opinión ilustrada (2002), Un comienzo en la vida. De Sartre a Lacan (2003), El secreto de los dioses (2005), Conferencias porteñas (2009-2010), Punto cénit. Política, religión y el psicoanálisis (2012), entre otros de una vasta obra.