El nombre de Pier Paolo Pasolini está asociado al de una vida artística de lo más diversa. Como cineasta, dirigió algunas de las películas más destacadas del cine italiano: Teorema (1968) o Saló (1975). Como escritor, cultivó la novela, la poesía y el ensayo. Sin embargo, su lado más desconocido fue el amor profundo que sintió hacia el fútbol. Este interés se remonta a su infancia, cuando jugaba al balón a las afueras de Bolonia, ciudad que le vio nacer en 1922.
"La relación de Pasolini con el fútbol fue algo más que un contacto superficial, pues significó una inmersión completa, sincera, profunda y caleidoscópica", escribe Valerio Curcio, autor de El fútbol según Pasolini (Altamarea). "Se convirtió en uno de los intelectuales más incómodos de su tiempo", reivindica Curcio en declaraciones a Público. Como cristiano, era odiado por la derecha por ser comunista; como comunista, era odiado por el partido por ser homosexual. A los intelectuales los confundía al hablarles de deporte, y a los futbolistas les sorprendía cuando les hacía preguntas enrevesadas.
"No hay nada más pasoliniano que el fútbol", escribe el periodista Toni Padilla en la introducción de este libro. ¿Cómo abordarlo desde la izquierda? Para muchos intelectuales se ha convertido en el pan y circo de nuestro tiempo. Al fin y al cabo, el deporte rey se ha vuelto muy poco amable para la sociedad: traspasos de jugadores por cifras millonarias, organizaciones de mundiales en teocracias de Oriente Próximo o clubes al servicio del despotismo de muchos presidentes.
Pensar el fútbol desde la izquierda
Pasolini, en cambio, pertenece a esa rara avis de intelectuales, al igual que Eduardo Galeano o Albert Camus, para los que el fútbol podía representar una forma de "lenguaje social". En una entrevista publicada en 1975, el italiano declaró: "Que el deporte sea el opio de pueblo, es sabido. ¿Por qué repetirlo si no hay alternativa?". A partir de la década de los 50, en sus años de estancia en la capital de Italia, se convertirá en un hábil observador de la sociedad. En un clásico Roma-Lazio, el cineasta fue el primero en dar la espalda al campo para reflexionar sobre las condiciones sociales de las personas que habitaban las gradas.
Curcio: "El fútbol se ha convertido en uno de los pocos momentos colectivos"
Visionario sobre el deporte que vendría, Curcio explica a este diario que el poeta ya insistió en que "no existen épocas doradas del fútbol". En uno de sus escritos periodísticos, Reportaje sobre el Dios (1963), el cineasta relata el fichaje ficticio de un jugador venido de Latinoamérica: "Pongamos por caso, ha costado cincuenta, cien millones, ¿quién los ha pagado?". Esto le sirve como excusa para preguntarse sobre esos empresarios dueños de los clubes italianos. En las últimas décadas, la comercialización del fútbol ha estallado pero "Pasolini no era un purista", reivindica Curcio, quien está convencido de que él "no la habría rechazado completamente".
Curcio se reconoce en pensamiento pasoliniano al hablar del fútbol. "En la sociedad actual, donde las relaciones están fuertemente en crisis, el fútbol se ha convertido en uno de los pocos momentos colectivos", explica el periodista. Por ejemplo, en el libro relata cómo Pasolini, tras la II Guerra Mundial, fundó en Friul, pueblo natal de su madre, la Società Artistico Sportiva Casarsa. Este equipo tenía como objetivo revitalizar los vínculos sociales del pueblo. Así, el deporte se ha convertido en "un momento importante para la vida pública de Italia", señala Curcio.
"La última representación sagrada de nuestro tiempo"
"El fútbol es la última representación sagrada de nuestro tiempo", escribe Pasolini en uno de sus textos, para más adelante afirmar que "si otras representaciones sagradas, incluso en declive, el fútbol es la única que nos queda". A juicio de Curcio, esta afirmación, lejos de ser problemática, implica que este deporte es uno de los pocos fenómenos actuales "capaz de inventar historias, leyendas y mitos". En un mundo donde reina la confusión, asegura Curcio, el rito del balón consigue "dar significado a los actos de las personas", incluso justifica su existencia.
Pasolini se convirtió en un fan incondicional del Bologna FC
Hay que insistir en el hecho de que Pasolini fue más que un mero espectador. Como tifoso —hincha en italiano—, se declaró fan incondicional del Bologna FC, equipo de la ciudad que lo vio nacer. El artista pudo disfrutar los mejores años de los rossoblù: entre 1932 y 1942 ganaron cuatro títulos de liga y dos torneos internacionales. Sus mayores ídolos fueron los jugadores boloñeses Bulgarelli y Biavati, a quien le pidió el único autógrafo de su vida. Más tarde, en sus años de residencia en la capital italiana, Pasolini se hizo simpatizante de la Roma, —equipo, por cierto, del que Curcio confiesa ser hincha—.
"Pasolini se convirtió en símbolo de la ciudad eterna, sobre todo en los arrabales", se relata en el libro. El 2 de noviembre de 1975, Pasolini muere atropellado en un barrio de la periferia. Una muerte que a día de hoy sigue levantando sospecha y misterio. Sobre su ataúd colocaron una camiseta giallorossa de los romanos. Italia había perdido, por encima de todo, a un poeta. "Y poetas no hay tantos en el mundo. Solo nacen tres o cuatro en un siglo", declaró su amigo, el escritor Alberto Moravia, durante el funeral.