Los pichones de Mayer
Hace ya unos años, presentaba esta sección a Jeremy Mayer, artista autodidacta, oriundo de Estados Unidos, con predilección por las máquinas de escribir. No para mecanografiar, vale decir, ya que cada uno de sus aparatos está en desuso y es prácticamente irrecuperable. Lo que Mayer hacía, y sigue haciendo, es rescatar estos dispositivos vintage para desmontarlos y transformarlos en esculturas. En su momento, así creó este nativo de Minnesota sus impactantes robots retrofuturistas, autómatas de estética steampunk que fueron sensación. Y ahora mismo, vuelve a hacer olas con pájaros que pergeña con la misma técnica. “Todo el proceso es como usar bloques de Lego, básicamente se trata de armar enormes rompecabezas con infinitas combinaciones, sacando provecho de los materiales que tengo a mano”, ofrece el varón que construye a partir de tornillos, tuercas, pernos, teclas, entre otras partes de máquinas de escribir. Sin valerse de pegamento ni de soldaduras, cabe destacar, meramente encastrando las piezas. “Desde cuervos que mueven la cabeza hasta delicados gorriones que pueden extender sus alas, las esculturas de pájaros de Mayer capturan magistralmente la personalidad de cada animal”, señala la crítica especializada, atenta a sus voladas esculturas que tienen (algunos) elementos móviles que habilitan unos pocos movimientos al trabajo final, hoy día inspirados en la natura. Un trabajo que demuestra cuán aceitado está Jeremy en la faena tras tres décadas perfeccionando sus obras de arte mecánicas, que ocasionalmente le traen sinsabores... Es que, conforme confiesa el apañado artista, varias veces le han echado la bronca por desarmar máquinas bellamente diseñadas, que ya no se fabrican. Pero, bueno, la tecnología avanza, abre el paraguas el tipo, contento por “haber elegido esta forma específica de hacer arte, un viaje gratificante y en constante cambio”, en sus satisfechas palabras.
Un homenaje a su medida
“Parte de su entusiasmo y gran amor a la vida era expresado mediante el albur y la picardía veracruzana”, destacan –lo obvio– medios locales al hablar sobre Catarina Orduña Pérez, una mujer mexicana que antes de morir a los 99 pirulos, manifestó a su familia cuál era su última voluntad. Y la familia, que evidentemente mucho quería a la pizpireta dama, le ha cumplido el deseo final a casi un año de fallecida. Así es cómo, desde hace unos días, puede verse en el panteón de Ignacio Zaragoza, en el poblado Misantla del estado de Veracruz, un monumento al miembro viril sobre la tumba de la difunta, respetando su expreso pedido. El pene está acompañado, dicho sea de paso, por un epitafio a medida, solicitado por la propia Orduna Pérez: “En vida y muerta siempre me la pelaron”. Parece que los tabúes le sentaban fatal a doña Cata, en especial los referidos al sexo, y solía decir a menudo –según confió su sobrino Guillermo–: “Si hay un día del maestro, un día del doctor y hasta un día del ingeniero, ¿por qué no festejar al pene?”. Órgano masculino que muchas satisfacciones le reportó en vida, según ella misma confesaba sin tapujo alguno. Hay que aclarar que, en un principio, la parentela creyó que se trataba de una broma de doña Cata, pero en sus últimos días, al notar que se aproximaba su final, muy seria les recordó a sus seres queridos cómo debían adornar su sepulcro. La señora, cuyo elogio predilecto era “Sos la verga”, incluso sugirió un nombre para la venidera obra de arte: “La venuda”. De casi 280 kilos y más de un metro de largo, se encuentra en el camposanto de Veracruz, creada por Isidro Lavoingnet, un constructor de la zona especializado en la elaboración de lámina de plástico y tinacos. El hombre dedicó meses y meses a perfeccionar la pieza en pos de hacerle honor a Catarina, que estará lanzando unas cuantas carcajadas desde el más allá, de existir tal cosa.
La cartera del zoo
“Monos, pingüinos y leones son algunos de los animales que normalmente esperaría ver en una visita al Zoológico de Londres. Pero si se dirige al reptilario en búsqueda del cocodrilo siamés (especie cerca de la extinción, que vive en cursos de agua dulce) encontrará algo demasiado inanimado”, advierte la BBC sobre el “habitante” reptiliano que se vuelto viral días pasados. Y eso que ni muerde, ni come, ni nada, ¡ni siquiera respira! Solía ser capaz de llevar a cabo todas estas acciones, pero ahora es un... bolso. En efecto, el zoo de la capital inglesa expone una cartera de piel de cocodrilo siamés como si se tratara de un animalito más, y no porque hayan enloquecido: es un intento por llamar la atención sobre la caza y el comercio ilegales de vida silvestre. El objeto exhibido, sin más, está acompañado por un cartel explicativo que anota que “esta bolsa solía encontrarse nadando en ríos y arroyos de movimiento lento en el sudeste asiático e Indonesia”. Y además: “Durante los últimos 75 años, más del 80 por ciento de su población ha desaparecido, en muchos casos asesinados por sus pieles para venderlas en forma ilegal”. Por cierto: si bien la cartera lleva un par de años allí, incautada en la frontera de Reino Unido en 2018 y posteriormente entregada al zoo, un tuit reciente la ha vuelto popular, despertando renovado interés en el tema, para alegría del veterinario Ben Tapley. El hombre, que se ocupa de los reptiles y anfibios del lugar, espera que traiga conciencia sobre una especie al borde de la extinción. Ben recuerda a la gente, de hecho, que solo quedarían entre 500 y 1000 de cocodrilos siameses en todo el mundo por la pérdida de hábitat y la caza de terrícolas.
Alegría a cómo de lugar
Hace algunas semanas, Aristóteles “Ari” Aguirre asumió como alcalde de Mulanay, pueblo en el norte de Filipinas, y una de sus primeras decisiones ejecutivas fue inusual, por decir lo mínimo. “¡Fruncir el ceño no está permitido en el municipio!”, ha sido la tajante aclaración del hombre al anunciar su “política de la sonrisa”, en marcha tras firmar una orden oficial ¿De qué trata? Básicamente, Ari está obligando a que los empleados públicos sonrían al público cuando atienden, bajo amenaza de sanción. Cara de tujes, ya no más: es ahora una violación al código de conducta y un factor decisivo en sus evaluaciones de desempeño, pudiendo escalar la cosa a multas o, incluso, suspensión. Curiosamente, muchos vecinos están chochos con la medida; entre ellos, Ella May Legson, estudiante universitaria en Mulanay, donde viven unos 56 mil habitantes, parte de la provincia de Quezon, al sureste de Manila. La muchacha ha aplaudido la decisión catalogándola de “una buena política”, tras reconocer que ha pasado malos ratos con empleados demasiado serios, demasiado malhumorados, con poca disposición. Cabe mencionar que el asunto de la amabilidad había sido una de las promesas de campaña de Aristóteles, de 47 años, que es terapeuta ocupacional y vivió en Nueva York durante diez años. Una promesa que ha cumplido ni bien ha tenido oportunidad, y aún a sabiendas de que posiblemente haya resistencia entre funcionarios. “Definitivamente habrá algunos casos en los que, digamos, no siempre será un día perfecto para ellos. Pero, vamos, tampoco es tan difícil, y la sonrisa es muy contagiosa”, insistió el convencido varón, que parece haber tomado nota de gurúes de negocios, que insisten en que sonreír hace maravillas en los negocios. Por lo demás, el New York Times ha aprovechado la extraña ocasión para recordar que las expresiones faciales pueden influir en el estado de ánimo: “Estudios científicos sugieren que incluso una sonrisa inducida artificialmente puede provocar los mismos cambios cerebrales que surgen durante los momentos espontáneos de alegría”.