Durante el segundo día de debate por la muerte de Diego Iván Pachao (20), sucedida en marzo de 2012, declaró Claudia Veliz, la madre, quien, pese al tiempo transcurrido y las trabas interpuestas por los acusados y la Justicia, nunca se rindió en su pedido de justicia.
En diálogo con Catamarca/12 aseguró que fue muy difícil y doloroso para ella volver a ver a “los verdugos” de su hijo en referencia a los seis policías imputados por incumplimiento de los deberes de funcionario público y vejaciones.
Claudia fue la primera en declarar ante los jueces del Tribunal de la Cámara en lo Criminal de Segunda Nominación. Así pudo contar finalmente la historia de la que fue testigo, que investigó por cuenta propia y que repitió en estos 10 años, durante las 1.234 marchas en pedido de justicia que realizó en Catamarca.
Dijo que su hijo no había peleado con los hermanos Leiva previo a ser detenido, que Diego fue llevado sólo por tratar de evitar que la policía se lleve a su amigo (Leonel González), que cuando fue a la comisaría séptima a buscarlo y a llevarle comida le negaron verlo con la excusa de que estaba “dormido” y que no podían despertarlo.
Aseguró que a su hijo los policías le pegaron con una cachiporra, que le contaron los demás jóvenes que estaban presos con él en la Comisaría que escucharon gritos por los golpes que le propinaron antes de que lo dejaran tirado en el patio y saliera del lugar en ambulancia y con muerte cerebral.
Pidió justicia para el padre de Diego, Alejandro Pachao, quien en 2017 perdió la vida en circunstancias dudosas. “Sabemos que al papá de Diego lo perseguía la policía”, dijo.
Reclamó contra el Poder judicial, y su “falta de seriedad” en la investigación. “Solicito condena perpetua o que me devuelvan mi hijo. Ellos lo mataron (dijo señalando a los policías sentados en al banquillo) lo pateaban, lo golpeaban. El sábado trabajó normalmente, entró bien (a la comisaría) y salió con muerte cerebral. Yo empastillada 10 años para poder seguir. Si hubiera habido justicia rápida yo no tendría que estar con todo esto”, les dijo a los jueces.
Tras su testimonio, ingresó a la sala de audiencias su ex pareja, que fue quien la acompañó durante los primeros años de lucha y a la Comisaría el 11 de marzo de 2012. Posteriormente, declararon tres de los hombres que compartieron la celda con Diego el día de los golpes. Todos dieron cuenta de las vejaciones que recibió el joven. “Le torcieron el brazo, lo agarraron de los pelos, lo arrodillaron”, dijo uno de ellos de apellido Carrizo.
Por su parte, el segundo testigo de apellido Guerrero, contó que “Le pegaron al chico, muchísimo y lo reanimaron con agua. Para despertarlo le pegaron patadas en la cabeza y el cuerpo y le tiraron agua con una botella". Dijo además que a Diego lo encontraron con su celular, y que eso fue motivo para que se lo lleven a otra habitación en donde se escuchó que le estuvieron pegando como 20 minutos. Él después se agarraba la cabeza de dolor y vomitó y los policías en lugar de llevarlo al médico lo tiraron en el patio como 2 horas”, contó y aclaró que ellos, como testigos, fueron llamados a declarar y cuando volvieron a la Comisaría “la policía nos tiró todo”.
El debate, que se realiza en doble turno por la cantidad de testigos (más de 60) y por la cantidad de imputados con sus respectivos abogados, pasó a un cuarto intermedio para hoy donde se espera escuchar más declaraciones.
Desahogo
Tras dar su testimonio, Claudia le contó a Catamarca/12 cómo se sintió al poder hablar en el marco del debate. “Realmente me desahogué. Seguro algo quedó, pero por el cansancio que tengo no he podido analizar. Sé que pude decirles todo lo que quise a los asesinos de mi Diego. Cobardes. No los miré porque no lo soportaba pero los señale a Bulacios y a Barrera”, dijo.
Teniendo en cuenta que la sala de debates no es amplia y por la cantidad de imputados la silla para testigos quedaba muy cerca de donde estaban los policías sentados, la mujer agradeció que los jueces se dieran cuenta y que hicieran que uno de ellos (Bulacios) se sentara en otro lado para evitar la cercanía.
“Me sentía mal, sentía tanta repugnancia, no soportaba saber que estaban cerca. Tanto dolor e impotencia nos generan estas cosas. Por suerte me corrieron la silla y lo corrieron a él. De otra manera no iba a sentarme”, explicó.
Claudia contó que los días previos al inicio del debate se sentía muy mal, desesperada porque pensaba: “voy a volver a ver los depredadores de mi hijo. Si bien en otros momentos ansiaba verlos a la cara, esta vez no quería hacerlo. Ahora era revivir todo denuevo. Era como ver a los verdugos que se llevaron la vida de mi Diego. Me partía el alma y el corazón. En un momento me quebré y no quería quebrarme delante de ellos, quería ser la mamá fuerte como hubiera querido mi hijo. No pude serlo”, contó angustiada.
“Pensé que no podía seguir. Me dieron agua con azúcar y me tape la boca yo misma porque quería gritar. Ayer (por el lunes 8) Diego hubiera cumplido 31 años”, relató intentando explicar la ansiedad y el dolor que le provocó la situación.
Ante la pregunta de qué espera que decidan los jueces, Claudia manifestó: “Espero que estos verdugos tengan la perpetua. La imputación es muy leve y excarcelable y es injusto que se hayan llevado a uno de mis nueve tesoros (en referencia a sus hijos) sin condena. Yo no lo voy a permitir, Dios sabrá hasta dónde puedo”.
La mujer refirió que “Hay momentos en que no quiero seguir más, son muchos años luchando contra toda esta impunidad y este aparato del Estado. Todos son conocedores de lo que pasó y de cómo sigue siendo. La policía sigue reprimiendo y torturando, violando”.
Teniendo en cuenta la cantidad de años que pasaron sin poder obtener justicia, Claudia admitió que sabe que hay gente mala y que van (los defensores) a presentar recursos y usar estrategias para dilatar “para seguir agotándola a una. Pero yo tengo un ángel que me sostiene. Llegó este juicio y yo sigo sin mi Diego y va a terminar y voy seguir siempre sin mi Diego. La herida sigue abierta esas son las cosas que uno no perdona”, concluyó.
El hecho
El 11 de marzo de 2012, a las 10 de la mañana, Leonel González fue aprehendido por efectivos de la Comisaría Séptima en la Avenida Los Legisladores, en la zona norte de la ciudad. Diego, quien quiso evitar que arresten a su amigo, fue reducido y arrestado también. Casi 24 horas después, el día 12 a la madrugada, el joven fue llevado en ambulancia desde la Comisaría al Hospital San Juan Bautista, donde falleció el 14 por muerte cerebral como consecuencia de dos golpes mortales en su cabeza constatados por las pericias médicas.
Por las características de los golpes, sobre todo el que recibió en la nuca y por los síntomas que presentó: vómitos, falta de coordinación, sangre por la nariz, más la negativa de los policías de liberarlo o permitir que su madre, Claudia Véliz, lo vea y le lleve comida, su familia siempre entendió que fue golpeado en ese lugar y que los efectivos además, se negaron a darle atención médica a tiempo.
Sin embargo, los primeros investigadores de la causa, Marcelo Sago y Miguel Mauvecín imputaron por homicidio preterintencional a los hermanos Lucas y Darío Leiva de quienes dijeron que habían mantenido una pelea con Leonel y Diego antes de ser arrestados. Posteriormente, acusaron al médico de Sanidad Policial, por “no ver” una cicatriz que tenía el joven y que databa de una semana atrás, cuando se le realizó el examen médico de rutina alrededor de las 12 del mediodía.
Tras estas hipótesis y al no poder negar la intervención policial en el caso, se imputó a 11 efectivos de la fuerza por incumplimiento de los deberes de funcionario público y vejaciones.
Con el paso de los años, las causas contra los hermanos Leiva y el médico de la Policía prescribieron. En tanto, sobreseyeron a cinco de los policías imputados quedando sólo para responder ante la Justicia: Gustavo Eduardo Bulacios, Claudio Yani Nieva, Ramón Ariel Quevedo, Ricardo Darío Barrera, Ricardo Varela y Jorge Montivero.