“Este es un libro de humor que cree en la historia”, advierte Rudy ya en el comienzo de su reciente trabajo, La pesada gerencia. Resistiendo con humor, el número 52 que lleva editado, esta vez por Colihue. La referencia no podría ser más exacta, ya que junto al primer y bien cumplido objetivo del humor, el libro logra también un repaso por la historia argentina, desde 1810 hasta llegar a “estos tiempos que nos están corriendo”, según define Rudy, también con precisión y humor. Y mostrando que, ay, todo tiene que ver con todo. Este humorista editorializa la realidad con los chistes de tapa de PáginaI12, junto a Daniel Paz, “desde dos meses antes del número 1”, según precisa; esto es, desde los números 0; esto es, desde hace treinta años. Un recorrido similar hizo al frente de Sátira, el primer suplemento de un diario argentino dedicado al humor. Y la misma operación hace con los textos breves que componen La pesada gerencia: poner el foco en la realidad para hacer reír, allí donde suelen dar ganas de llorar. Eso también lo traslada al escenario: el sábado 24 de junio, a las 22, presentará su monólogo Diez años hablando solo en Café Montserrat, San José 524.
Los textos que componen La pesada gerencia comienzan con el nacimiento mismo de la Patria, para detenerse finalmente en un presente bien explicado desde esa historia: los actuales Tiempos interesantes, según define Rudy citando una maldición china, que incluyen, entre otras cosas, la Mauritocracia. Pero que también observan, siempre con un humor de marca propia, “El egoísmo nuestro de cada día”, por qué “El tiempo pasa, los neoliberales quedan”, “La historia la escriben los que garcan”, o “El inconsciente nos gobierna”.
“El recorrido permite comprobar que los intereses en juego solo se reciclan y adecuan a las sofisticaciones de cada época. La habilidad de este médico - psicoanalista devenido en humorista, con decenas de libros sobre las relaciones humanas y la política, está en desnudar la permanencia de esos intereses en pugna. Con precisión en los datos, cala en el hueso de cinismos varios que han signado y signan nuestra mirada sobre lo que pasa”, observa la periodista Nora Veiras en el prólogo.
“Ojalá te toquen tiempos interesantes por vivir”, sentencia la maldición china con la que Rudy comienza. “Es el título que hubiera querido que tenga el libro, Tiempos interesantes... Pero Eric Hobsbawm me ganó de mano llamando parecido a su biografía, que también parte de la maldición”, se ríe Rudy. “La pesada gerencia me gusta porque abarca la pesada herencia actual y la de la historia, ¡que también es pesada! Y esta idea de gerencia del gobierno, que no lo considera una crítica, porque se manifiestan más cómodos como gerentes o CEO que como políticos”, marca. Como los chistes de tapa, estos textos observan la realidad con un hallazgo: un punto de vista levemente diferente, que es el que finalmente hace reír. “Y siempre dando lugar a la pregunta: ¿por qué esto es así, por qué no puede ser de otra manera? Eso es básicamente el humor, la pregunta que le hace el niño al padre: ¿Y por qué? En ese sentido, me considero un militante de la pregunta”, define el humorista.
–¿Esa es la potencia del humor, la de la pregunta?
–Una de sus potencias. Junto a la de ser el gran enemigo del sentido común. Ahí sí que soy un militante: yo milito contra el sentido común. De hecho, uno de los capítulos más “serios” del libro habla sobre eso. Porque el sentido común es siempre de derecha: en tanto supone que todos tenemos que dar tal cosa por obvia, obtura el pensamiento. Hoy por hoy, los panelistas de la tele funcionan como portadores y propagadores de ese sentido común. Entonces, por ejemplo, va un funcionario y dice: “¡Lo que pasa es que estábamos pagando muy poco la luz!” Y todos asienten, a lo sumo objetan que tendría que haber sido más gradual el aumento. A nadie se le ocurre preguntar: “Perdón, ¿quién dijo que pagábamos poco la luz, en relación a qué?” Yo me animaría a preguntar: “¿Y por qué hay que pagar la luz?” Lo que desnuda en todo caso esa pregunta es que pagar la luz también es una decisión política.
–¿El humor desnuda el sentido común?
–El humor que a mí me gusta, el que intento hacer, sí. Quizás hay humoristas muy buenos y exitosos que van a favor del sentido común. Lo que yo elijo y lo que disfruto va por otro lado.
–Pero llega a conclusiones serias. Por ejemplo: “La historia la escriben los que garcan”…
–¡Y sí! Porque “ganar” es una palabra simpática. Yo digo que la historia la escriben los que garcan, con excepciones, porque hay historiadores que respeto mucho. Otra cosa que se da por obvia: estábamos todos juntos y de golpe pasó algo, algo se rompió y quedamos unos de un lado y otros, del otro. ¡Es mentira, nunca estuvimos todos de un lado! Ni en 1492, ni en 1810. Y además, hay más de dos lados. Lo que sí creo es que para los que garcan, cuando manejan ellos estamos todos juntos, y cuando no, hay grieta.
–¿Qué le gustaría provocar en los lectores?
–Primero que se rían, claro, o al menos que sonrían. Y por qué no, que sientan algún alivio, porque el humor también es una manera de salir de la tragedia. O es que cuando encontrás el humor ya estás saliendo un poquito de la tragedia. Que se sientan acompañados, como me pasa cuando escribo, y encuentro que hay otras personas que están pensando sobre lo mismo. Y si ya dije que soy una especie de militante de la pegunta, me gustaría que Resistiendo con humor fuese también Resistiendo con preguntas...
–¿Y de sus chistes de tapa, recuerda algún impacto especial?
–Muchos... Hace poco, un chiste sobre los jubilados, por ejemplo, fue compartido en solo un día por 32 mil personas en las redes. Esas cosas me siguen sorprendiendo. En la época de Alfonsín pasó algo loco: en el chiste Alfonsín le dice a Sorrouille “Llamaron los del FMI para pedir un cuadro de la situación económica” y el ministro le responde “Mandales el Guernica”. Lo llamativo es que después nos enteramos de que Sorrouille lo tenía enmarcado en su despacho. Había llamado al diario para pedir una copia en grande. Y no sólo eso: ¡El presidente del FMI también le había pedido una copia al ministro! En fin, el humor llega a lugares insospechados...