¿Hasta cuando se puede dejar que se sigan cerrando tambos sin que entre en zona de riesgo la seguridad alimentaria? La crisis de Sancor pone sobre la mesa una serie de cuestiones que no tienen sólo que ver con la mala gestión de una empresa o la posible transformación de la segunda industria láctea del país, hoy cooperativa, en una unidad más pequeña, más rentable y en manos extranjeras. La parálisis de SanCor tiene otro costado: la reducción del volumen de leche que recibe por desaparición de una parte de los tambos que la abastecían. Pero el fenómeno no afecta sólo a Sancor, sino que es la expresión de una crisis en la lechería que se extendió como una mancha de aceite en el mar en el último año y medio, y que aún no se detiene.
¿Cuánto tiene que ver el cambio de política económica en el país? Indudablemente, mucho. La política del gobierno kirchnerista para el sector en sus últimos años consistió, básicamente, en subsidiar la producción tambera para garantizarle la subsistencia, aunque sin resolver problemas estructurales. Con su llegada al gobierno, Cambiemos redujo los subsidios, abrió el mercado y alentó la importación pero, lo peor, es que favoreció la rentabilidad de un cultivo extensivo como la soja, vía devaluación y baja de retenciones, de tal modo que aumentó exponencialmente la diferencia de rentabilidad entre sembrar soja yo sostener un tambo. “Hoy no es que quiebren los tambos, el proceso es distinto: el dueño del campo cierra el tambo, vende las instalaciones y se convierte en rentista, contratando la siembra y la cosecha de soja”, describió a PáginaI12 el productor santafesino y ex dirigente de Federación Agraria Pedro Peretti. “Si no se advierte que éste es el proceso, que con estas políticas agropecuarias va a continuar la desaparición de tambos y la concentración de la producción, vamos derecho a una crisis terminal de la lechería en la Argentina”, agregó.
La importancia del sector lácteo está dada no sólo porque produce un alimento esencial para el consumo humano, sino porque además es uno de los rubros agroindustriales de mayor generación de empleo. Según cifras del año 2014, entre los tambos y la industria láctea, le daba trabajo a 84 mil personas. La crisis posterior cambió notablemente el perfil del sector.
El Senasa registraba, a marzo de 2014, la existencia de 11.666 tambos en el país. La mayoría estaba concentrada en las provincias de Santa Fe (3972, el 35,1 por ciento), Córdoba (3393, 30 por ciento) y Buenos Aires (2504, 22,1 por ciento). Algunos funcionarios hablan del cierre de tres mil tambos desde entonces. Fuentes del sector coinciden en que la cantidad de tambos que cerraron sería mayor. En cifras, se calcula que sólo entre 2016 y lo que va de 2017 habrían cerrado entre 4 mil y 5 mil tambos, en un proceso de extinción que continúa.
En 2015, se remitieron al mercado 11.260 millones de litros de leche, de los cuales el 75 por ciento se destinó a la producción de lácteos y el 25 por ciento a leche fluida. Del total de leche industrializada, el 83 por ciento tuvo destino en el consumo interno y 17 por ciento en la exportación (por valor de 1124 millones de dólares). Las importaciones, por 25,6 millones de dólares en total, representaron apenas el 2,3 por ciento del valor exportado (fuente, el portal especializado Dairylando, dirigido por Marcos Snyder).
En 2016, la producción de leche alcanzó a tan sólo 9900 millones de litros, 12 por ciento menos que el año anterior. Los datos del primer trimestre de este año (2017) señalan una nueva reducción del 14,2 por ciento respecto de 2016. Los analistas especializados del sector apuntan que “la merma de producción por tambo constante es del 7,8 por ciento”. Esta sería la caída de producción promedio en los tambos que siguen en actividad. El resto (los otros 6,4 puntos de merma) se explica por la salida de tambos del negocio.
En lo que respecta a las usinas o industrias lácteas, en el año 2014 se registraba la existencia de 997 establecimientos que empleaban a unas 36 mil personas. De aproximadamente 21.200 litros diarios entregados por los tamberos a la industria por día, Mastellone recibía el 20,1 por ciento (4263 litros), Sancor el 17,2 (3643 litros) y Saputo el 13,2 (2800 litros). Es decir, tres empresas concentraban el 50 por ciento de la industrialización de leche, y las restantes 994 se repartían la otra mitad. Sólo las primeras diez empresas tenían el 80 por ciento de la recepción diaria de leche (a las tres primeras hay que agregarle a Williner, Verónica, Nestlé, Danone, la Sibila, Corlara y Milkaut).
Según Peretti, “sólo en lo que va del año cerraron más de mil tambos, 800 de ellos en Santa Fe. Sancor, que era el mayor empleador privado en la provincia, no sólo no puede pagar la leche para procesar, sino que tampoco podría disponer de un volumen mayor, porque desaparecieron los tambos que le entregaban. Y esto es resultado de una política agropecuaria irracional que destruye la producción de leche y permite que cualquiera compre campos productivos y le cambie el destino como se le antoje”.
“Tenemos 40 millones de hectáreas inundadas y 12 provincias en emergencia agropecuaria –agregó– y sin embargo se sigue permitiendo el uso de la tierra para producir soja y sustituir la actividad lechera. Vamos a tener problemas de abastecimiento de alimentos, si no es que ya los tenemos. Ya se está hablando de usinas que importarán leche para producir lácteos porque no hay abastecimiento interno. La venta de tierras sin ningún tipo de condicionamientos sobre su uso, la sojización, la falta de leche, las importaciones, está todo relacionado. Si no le damos un sentido social al uso de la tierra, que es un recurso finito, vamos a tener problemas muy graves”, advirtió.