Desde San Salvador de Jujuy

La vicepresidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la panameña Esmeralda Arosemena de Troitiño le preguntó si podían tratarla de vos. 

–¿Por qué crees que te tienen presa? –preguntó.

–Porque Gerardo Morales no quiere oposición política.

A un día del encuentro de características históricas con la delegación de la CIDH, Milagro Sala reconstruyó algunas escenas del diálogo con quienes tienen una de las llaves de su libertad. En el Penal de Alto Comedero, trasformado desde hace 518 días en espacio de peregrinaje de distintos puntos del mundo, recibió al ex magistrado español Baltasar Garzón, al diputado Remo Carlotto y a los rectores de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Juan Castelucci, y de Lanús, Ana Jaramillo, quien le entregó un titulo de profesora Honoris Causa en una ceremonia improvisada con juramento, a la que Milagro aceptó adecuarse sólo cuando entendió que su hija Claudia Chorolque había llegado.

–¿Ya estamos todos? –preguntó Jaramillo, con el título enrulado en la mano.

–¡No, no! Espera un cachito –pidió Milagro–. Ya llega mi hija. Ya llega mi marido Raúl.

Graciela López, su compañera de militancia, presa en la misma cárcel, salía apurada a visitar a su esposo detenido en otro penal. “Nosotros sabemos que Jujuy ha sido un laboratorio”, dijo antes de irse, ahí, parada, mientras entraban tías, tupaqueros, docentes y nietos. “Un laboratorio, pero sabemos que estamos pagando con nuestro cuerpo algo que se ha hecho en toda la Argentina”. Garzón sacó tres libros de una bolsa. Uno sobre Frida Kahlo. Otro, una ficción española. Y un libro de Mandela. ¡Estuvo 29 años detenido y nunca perdió la sonrisa!”, le dijo a Milagro. A ella no le gustó: “¡Yo quiero irme a mi casa ahora mismo!” Jaramillo le dio señaladores. “Son las mujeres que hicieron historia: Juana Azurduy, Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y obviamente estás vos.” Le dio una revista hecha por los trabajadores de la Universidad de Lanús que casi no le permitieron entrar al penal: “¡Esto es material ideológico!”, le dijeron los celadores de la cárcel al ver la cara de Milagro en la tapa. Garzón pasó por una situación parecida por llevar el libro de Mandela. Pero el ex juez dijo a los celadores que era un tipo pacífico. Jaramillo les habló de la universidad, de letras y la dejaron pasar con la revista. Castelucci le dijo lo que dicen todos cuando llegan: ¡Milagro no sabés lo que está pasando afuera con vos! Te tomas un colectivo en Canadá y ves tu nombre en la parada. Vas a una librería en Londres y está tu imagen. 

–Bueno, ¿ya está? –arremetió Jaramillo–. ¿Empezamos? 

Milagro 518 días presa, más de 15 kilos menos de peso, el pelo ennegrecido y un amuleto andino en el cuello. “En esta sencilla acta está el título de profesora Honoris Causa”, dijo la rectora. “Como no hay cámara lo abrimos para que todos vean: el Consejo Superior te designó profesora de la Universidad Nacional de Lanús. Por unanimidad. Votaron todos. Milagro, ahora te esperamos para dar una clase de tu praxis en la universidad”. 

Milagro dijo:

“Juro por la Patria.

Juro por los derechos humanos.

Por los pueblos originarios.

Para la Justicia.

Y me comprometo a hacer valorar este título.”

Todos en silencio. Jaramillo entregó la resolución correspondiente. Milagro había hecho del patio del penal espacio de emancipación. “A medida que pasan los días, cada vez viene gente más prestigiosa. Estuvo Miguel Ángel Estrella. Estuvo Teresa Parodi. Con Remo nos conocemos hace tiempo cuando peleábamos en la calle para que los desaparecidos tuvieran justicia. Su madre estuvo hace unos meses aquí. Quiero agradecer a todos el oxígeno. Con las chicas siempre decimos que no podríamos existir si no fuese porque ustedes nos dan oxígeno para seguir viviendo”.

Los manteles estaban tendidos en tres mesas. Gladys Díaz, Mirta Aizama y Mirta Guerrero, otras tres detenidas de la Tupac iban y venían. Contaron que a la celda de castigo le habían puesto hasta cuadros el día de la visita de la CIDH. Pasó Santiago Hamud, de la Federación Juvenil Comunista. También Jorge Ramos, coordinador de pueblos originarios de la Tupac. Milagro corrió a buscarle una remera a su hija, muy acalorada con una polera. Presentó a una tía. A su hermano Cacho. Le dio a su hijo Sergio un señalador con su imagen. Y subió a upa a su nieto cuando Garzón rompió el primer tiempo para preguntarle qué pasó con la CIDH.  “¡Lala!”, se escuchó a uno de sus nietos.

Milagro esperó a los comisionados ansiosa durante días. Ellos le dijeron que no eran jueces. Que iban a escucharla. Ella los llevó a su celda. Cerró la cortina que no alcanza a tapar las ventanas. Entraron sus abogados. Cuando dos custodias de Morales enfilaron para entrar a la pieza atrás de los comisionados, Milagro les puso una mano en el pecho.

–Ustedes son de Gerardo, acá no van a entrar.

La visita fue confidencial. Los comisionados le preguntaron a Milagro si podían grabarla. Ella les dijo que sí. “Mi vida es totalmente pública”. La CIDH tomó fotos durante el día, también cuando estuvieron con ella y las subieron a la web oficial. A la noche, Claudia llamó al penal preocupada. La había visto en la tele muy flaca. ¿De dónde sacaron las fotos?, preguntó Milagro, sospechando de todo, que aquello podría haber sido obra del penal. “Estuvo muy bien el encuentro pero yo estuve nerviosa”, dijo. “Me sudé todo”. “¿Has visto como cuando un chico tiene que dar un examen, bueno así: al principio ni siquiera me senté, estaba parada de los nervios, no me podía sentar.” 

Lo primero que le preguntaron fue por su militancia. “Y les conté que empecé a militar a los 14 años”. La panameña a la salida dijo que había visto a una dirigente. Que anclaba su fortaleza en lo que había realizado. Los delegados también preguntaron por las causas. Milagro dijo que ellos creían que ella tenía 60 causas. Y que sus abogados tuvieron que aclarar que eso era lo que Morales le dijo una vez al periodista Horacio Verbitsky pero que tiene 13. Que también le preguntaron por el vídeo de dos cooperativistas extrayendo dinero de un banco. “Acá en Jujuy es normal que las organizaciones cobren de esa manera”. Que ellos le dijeron que era mucha plata. Y que ella dijo que con lo que las empresas toman como ganancias, la Tupac hizo piletas y escuelas. Que para una escuela les dieron 13 millones y costó 33 y que a otra la hicieron desde cero. A cada uno de los tres visitantes de la CIDH les entregó un cuaderno con fotos de los 15 años de historia de la organización. ¿Dígame? ¿Cual es su gracia?, le preguntó al presidente de la CIDH Francisco Eguiguren, cuando se puso en modo docente antes de sacarle el librito para enseñarle qué es lo que ellos fueron haciendo. La delegación también le dijo a Milagro: nosotros no estamos investigando esto, pero contanos cómo es que funciona en el contexto general: qué es la Tupac Amaru y qué son las cooperativas. Eguiguren quería contextualizar el marco de la acusación del gobierno por los delitos de asociación ilícita imputados y la defraudación al Estado. Y aunque Milagro ayer no lo dijo también se preguntó en voz alta cómo era posible que en una causa en la que se investigan flujos de dinero que iban de Nación a la provincia y luego a los municipios, los únicos que están detenidos son los cooperativistas.

Remo Carlotto escuchó. Garzón hizo pregunta una tras otra. Acaso completando la idea de un juicio en el que el magistrado era él.

–¿Qué pruebas ocultas, Milagro? –le dijo.

–¿Que ocultar qué? –dijo ella, con pocas ganas. 

–¿Papeles? ¿Grabaciones? ¿Documentos? –siguió el abogado devenido juez.

–¡Me hicieron tres allanamientos en casa! ¿O no, Raúl? ¡Contale!

–¿Te vas a escapar?

Siguió Garzón en un juego en el que casi se queda sin jugadora. “Gaspar”, lo llamó Milagro por otro nombre. Jaramillo dijo: hace preguntas muy europeas. Milagro respondió.

–Así dicen ellos: ¡quieren que me vaya! Pero yo quiero quedarme acá. Espero el paso del tiempo: quiero ser la gobernadora de la provincia.

“¡Lala!”, volvió a escucharse. El nieto de Milagro. Se quejó. Otros dos nietos hacían equilibrio con el juego de las mil vueltas. Milagro le había dicho hace tiempo a su nieto más pequeño que cuando saliera tomarían unos días de descanso. 

–Milagro –siguió Garzón–, ¿quién es tu enemigo político?

–Blaquier.

Dijo ella. “Te acordás cuando viniste la última vez. Viniste a apoyar las investigaciones por los desaparecidos del Ingenio Ledesma”. Por esos días, Garzón visitó el barrio El Cantri de la Tupac y quedó maravillado. Los tupaqueros habían hecho fotos del empresario vestido con traje a rayas en sus galpones. Noro lo recordó. ¡Me dijeron que el tipo se quería morir de la bronca!

–¿Ese es tu enemigo?

–Sí. 

–¿Por qué lo dices? ¿Qué tiene que ver con Morales?

–Blaquier le financió la campaña a Gerardo. 

–¿Tú lo dijiste esto públicamente?

–Sí, siempre –dijo Milagro sin moverse–. Lo dije durante toda la campaña.

–¿Crees que eso puede estar en la base de esta detención?

Y ahí él agregó que eso es parte de la fundamentación necesaria para que se entienda que ella es una presa política. “Después de haber estado hablando con ella, la conclusión que saco es la falta de causa en este caso”, dijo a la salida del penal. “La debilidad de los argumentos que la sostienen en esta situación y sobre todo que la prisión preventiva que sufre no tiene ninguna justificación de acuerdo con estándares nacionales e internacionales de derechos humanos. La prisión preventiva nunca puede ser un adelanto de pena, nunca puede ser para mantener en silencio a una persona, nunca puede ser por temor a que una persona, una vez en libertad, pueda defenderse. Es todo lo contrario. Y uno percibe que mantener a una persona en esta situación es muy grave porque deteriora el Estado de Derecho y deteriora el sistema democrático”.

Hay algo más que dijo Milagro antes de que se hicieran las cuatro de la tarde, la hora del ingreso del último grupo. Antes de la salida de Garzón. “El día que me den la libertad voy a recorrerme toda la provincia. Hay muchos compañeros que están esperando que salga. El temor de ellos es que salga”, dijo en alusión a Morales y Blaquier.