Las mujeres llegan buscando hacer mejor eso que siempre se les dijo que debían hacer: cuidar a otros. Esas tareas que nadie parece ver y menos pagar. Algo de eso encuentran. Pero no como lo imaginaban. Se topan con Freud en el barrio y salen formadas como acompañantes terapéuticas, una nueva salida laboral que les permite ampliar sus horizontes de supervivencia. Contra la feminización de la pobreza, se busca convertir las tareas de cuidado en trabajo profesionalizado para las mujeres.
La experiencia la lleva adelante la organización social Rubicon, que se dedica a la investigación, atención y derivación en temas de salud mental y adicciones, en la Ciudad de Buenos Aires, especialmente en las villas de la ciudad (1.11.14 - Bajo Flores; 21.24 - Barracas; Cildañez; villa 20 - Lugano).Desde el año pasado dicta un taller de acompañamiento terapéutico en la 21.24 en el que apunta a la profesionalización de las tareas de cuidado. Las coordinadoras vienen notando que a pesar de que el taller no estaba planteado exclusivamente para mujeres, la realidad es que solo van ellas, muchas con trayectorias de cuidadoras. “La mayoría de las participantes son mujeres que vienen con la idea de aprender a cuidar mejor. Y si bien le decimos que es así, también intentamos darle otra mirada. Es profesionalizarlas pero al mismo tiempo sacarlas de ese rol que se supone que toda mujer sabe hacer, que es el de cuidar. Es darle un plus, ir más allá”, dice la psicóloga Marcela Avezzano, una de las docentes. “Hay un trabajo teórico. Trabajamos el marco teórico que es el psicoanálisis. Yo digo que es bajar el psicoanálisis al barrio. Más que difícil es interesante, si uno lo puede explicar a partir de trabajos concretos se re enganchan. En ese sentido es la parte que más las engancha. Y la segunda parte es de práctica profesional. En el hospital Borda y otras instituciones”, cuenta.
Según datos del INDEC, nueve de cada diez mujeres dedica gran parte de su día a tareas como cocinar y limpiar, pero también a cuidar niños/as y adultos/as mayores. Estas tareas no son remuneradas y se han transformando en obligatorias para las mujeres, haciéndolas perder autonomía económica. “A través de nuestros cursos de Acompañamiento Terapéutico –un dispositivo que permite sostener la continuidad de tratamientos ambulatorios, con funciones y estrategias específicas, desde un enfoque terapéutico–, apuntamos a que esas tareas de cuidado cotidianas se vuelvan una fuente de ingreso y un trabajo profesionalizado y formal”, explican Daniela Antonaccio y Gabriela Souto, fundadoras y coordinadoras de Rubicon.
El rol del/la acompañante tiene funciones y límites específicos que lo diferencian del trabajo asistencial, aunque usualmente se confunden. Y en los talleres se trabaja mucho en que las mujeres noten la diferencia y establezcan los límites. ¿Qué hacen como acompañantes terapéuticos/as? “Trabajan con personas con problemáticas de orden psiquiátrico, discapacidad, puede ser una persona mayor, un niño, problemas de consumo. La idea no es tener un rol asistencial en el sentido de que tiene que cambiar al paciente o dar de comer, sino que está ahí para que lo pueda llegar a hacer solo o para acompañarlo durante ese proceso. Quizás trabaja articuladamente con un cuidador pero no es la misma función. La idea es que el paciente gane autonomía y pueda insertarse en la comunidad de la mejor manera. Por eso muchas veces los acompañantes los llevan de un lado para otro, trabajan cuestiones como el manejo del dinero, tomar un colectivo, interactuar con otros”, explica Avezzano.
Haydeé Sullcar nació en Bolivia pero hace 15 años vive en el Bajo Flores. Hizo el taller el año pasado y enseguida tuvo trabajo. Hoy es codocente de los talleres. “Me enteré del taller por una amiga del curso de Enfermería. Me interesó porque se relaciona un poco. Yo ya había cuidado a personas mayores en los hospitales, también había trabajado con niños. Me interesó mucho porque es una forma de ayudar”, cuenta.
La informalidad laboral afecta mayoritariamente a las mujeres. Actualmente, las trabajadoras no formales ganan un 40 por ciento menos que los trabajadores en las mismas condiciones. “Es por eso que profesionalizar las tareas que se realizan de manera gratuita o en condiciones precarias, también favorece los derechos laborales y asegura una jubilación y cobertura sanitaria para mejorar la calidad a la vida”, apuntan Antonaccio y Souto.
En los últimos dos encuentros del curso trabajan específicamente cómo insertarse en un trabajo formal. “Pensamos qué tipo de contrataciones puede haber y qué requisitos se les pide a los acompañantes. En general se pide que sean monotributistas pero como es muy costoso, vemos la posibilidad de que saquen el monotributo social. Es una forma de darles otra información. Para que salgan un poco más armadas. Después la oferta no siempre es la mejor. Que puedan seleccionar mejor a la hora de elegir un trabajo porque si es un trabajo muy precarizado no lo pueden sostener. También les ayudamos a armar su curriculum. Algunas nunca lo hicieron. Así ya pueden salir con el cv ya armado”, cuentan las docentes.
Es una herramienta más para buscar trabajo, resume Haydeé. Trabajo del que se ve y por el que se paga.