Entonces ahora resulta que River ya no es el mejor equipo del fútbol argentino, como lo era hasta hace menos de un mes. Y no lo es porque sacó 1 punto sobre 9 y no le ganó a Central (porque si le ganaba a Central era campeón) y el mejor es Boca, que sacó 7 de 9 y demostró que a la hora de la verdad, en el tramo final, era más efectivo. Y quedó claro también que el mejor técnico no es Gallardo, porque River podría llegar a terminar séptimo si no obtiene buenos resultados contra Aldosivi y Colón, y si sale cuarto, quinto o sexto, resulta evidente que todo lo anterior era más falso que una moneda de dos caras y, en consecuencia, el mejor técnico ahora es el Mellizo. Pero ojo al fraile, porque si en una de esas Boca pierde contra Olimpo y contra Unión, y Banfield suma de a tres contra San Lorenzo y Racing, el mejor equipo vendría a ser entonces el Taladro y el mejor técnico de todos Falcioni, que calladito, calladito llegó a lo más alto, y el peor ya no sería tanto Gallardo sino el Mellizo.
Nunca se sabe, o lo que se sabe hoy se deja de saber mañana o pasado, porque el fútbol argentino es muy imprevisible y puede pasar todo, y así les complica la vida a los que van regando sentencias en los medios al compás de los resultados de cada fecha.
Aún dentro de un mismo partido, por dar un ejemplo, Racing puede llegar a ser un equipo inteligente, capaz de hacer un planteo estratégicamente impecable y puede ser también un equipo endeble que se desmorona como un castillo de naipes cuando lo soplan. Ayer faltó así de poquito para que River demostrara lo buen técnico que es Gallardo cuando lo hizo entrar a Larrondo, que hizo un gol y casi mete otro más en una salida en falso del arquero de Racing.
Lo que no saben, no dicen o esconden, lo que no consideran los que van variando gustos, pronósticos y aseveraciones en torno de los resultados de turno, es que el azar y los factores psicológicos que se dan en consecuencia, juegan papeles fundamentales.
Y por eso el fútbol es tan maravilloso.