El objetivo quedó proclamado. “Hay que poner un límite, poner un freno”, dijo Cristina Fernández de Kirchner sobre la política de Mauricio Macri. El sello social también, porque el acto fue en el estadio repleto de Arsenal de Sarandí, en el cinturón industrial sur de Buenos Aires. Peronismo implícito. Quedó delineado el encuadre general: “Las próximas elecciones son parlamentarias y la sociedad expresará si está o no de acuerdo con un gobierno”. E inclusive cómo quiere CFK que jueguen el pasado, el presente y el futuro: “Claro que tenemos pasado. No nací de un repollo. El problema es que con ellos no tenemos futuro, no podemos llegar a fin de mes, como me contaba Ema, del centro de jubilados, que se acuesta más temprano para usar menos la estufa”.
La presentación en público de Unidad Ciudadana, la fuerza que competirá en octubre con el macrismo en la provincia de Buenos Aires en el marco de las próximas elecciones parlamentarias, fue la ocasión en que Cristina estrenó un nuevo discurso. Bajo el sol y el frío, en un escenario central, una CFK en tonos de azul y celeste personalizó su análisis en historias concretas de la crisis social.
Por primera vez sin tacos altos en público, la ex presidenta no usó el tono burlón de otras veces, esquivó las frases autorreferenciales y se privó de temas clásicos como el cuestionamiento a los grandes medios de comunicación. Seguramente no abandonará para siempre esos puntos, pero pareció haberlos apartado para poner de relieve las escenas de la vida cotidiana en medio de la caída económica.
Es verdad que no adelantó qué hará a partir del primer segundo del próximo domingo, 25 de junio. Evitó decir si el cierre de listas del 24 a las 24 la encontrará como candidata al Senado, donde se tramitan problemas institucionales y tallan fuerte los gobernadores a través de sus representantes en la Cámara alta. O si buscará la candidatura a la Cámara de Diputados, el escenario de la batalla política de todos los días. Tampoco en los papeles debería quedar descartada la continuidad en el llano. Pero algo es evidente: sea candidata o no, Cristina será la protagonista de su campaña.
A los ojos
Cada detalle estuvo cuidado. A las 15.15, después de escuchar dos minutos de “Vamos a volver”, Cristina pidió que le mostraran las banderas nacionales que cada uno había llevado según el pedido previo. Entonces apareció el grito de “Argentina, Argentina” y dijo: “Ese me gusta más”.
“Podemos mirarnos a los ojos, que tanta falta nos hace a los argentinos”, exhortó.
Parte del discurso recogió los 15 puntos de campaña que CFK difundió el 14 de junio, y sobre todo el número uno, con datos sobre la pérdida de medio millón de empleos formales e informales desde que asumió Macri el 10 de diciembre de 2015 y con la propuesta de un aumento de emergencia y la suspensión de despidos por un año.
Por eso figuró la condena a la “suba irracional de tarifas”, que en Arsenal tildó de “delirante”, y el cuestionamiento a las tasas de interés altas para el financiamiento, “además de la deuda de casi 100 mil millones de dólares ya contraídas” y la última, a 100 años.
¿Y los partidos? “Los partidos hablan distintos idiomas pero la matemática es una sola y no les dan los números a los trabajadores, a las pymes, a los científicos, a los comerciantes”, procuró concretar.
“Tenemos que organizarnos, porque a la entrada vi jubilados con remedios que ya no están y lo importante es canalizar esta fuerza, esta decisión ciudadana”, dijo. “La agresión neoliberal supera a todos los partidos políticos. Cuando van al supermercado, ¿a alguno le hacen una rebaja porque es de un partido o de otro? Cuando despiden en la fábrica, las suspensiones y los despidos vienen con nombre y apellido de carne y hueso. De eso se trata Unidad Ciudadana.”
Cuando escuchó el grito de “Cristina senadora” dijo que tuvo en su vida “todos los honores y todos los cargos gracias a ustedes”. Ante el “Cristina Presidenta” respondió que venía a “poner el cuerpo, la cabeza y el corazón”, porque “no me parece justo que nos hayan venido a desorganizar la vida”, cuando antes “cada uno sabía cómo iba a llegar a fin de mes, a tomarse vacaciones, a juntar dinero para el auto”.
“Con estas facturas, con estos precios de los remedios, ¿de qué 2019 me están hablando?”, preguntó al mentar las presidenciales que vienen.
“Ya no soy la joven aquella que quería cambiar el mundo. Los años pasan para todos. Me tocó ser madre, me tocó ser abuela, porque la vida tiene esas cosas: te dan y te quitan.”
Con reminiscencias de la campaña electoral para la presidencia de 2011, después de la muerte de Néstor Kirchner el 27 de octubre de 2010, dijo que “todos parecemos fuertes pero todos tenemos nuestros dolores”.
Ya por el solo hecho de ser ex presidenta durante ocho años Cristina juega en el tablero nacional. Pero eligió proyectarse desde la provincia de Buenos Aires, donde precisa revertir las derrotas del peronismo en 2013 frente a Sergio Massa y en 2015 ante María Eugenia Vidal. Daniel Scioli ganó para la presidencia en Buenos Aires pero la derrota previa para la gobernación hirió las chances nacionales del Frente para la Victoria.
Un desafío para CFK, aunque es obvio que no formó parte de su discurso, es el liderazgo del peronismo bonaerense. Aunque el acto terminó sin Hugo del Carril cantando la Marcha, no faltaron los intendentes peronistas de la provincia, que en su mayoría se enrolaron con ella.
Desde el nacimiento del peronismo, el 17 de octubre de 1945, el liderazgo del peronismo bonaerense, que no un cargo formal, estuvo muchas veces en manos de dirigentes locales. Sólo dos figuras nacionales del peronismo fueron al mismo tiempo los jefes del mayor peronismo de la Argentina. El primero, naturalmente, Juan Perón. El segundo, Néstor Kirchner. Nadie más.
Perón no precisó de ningún par bonaerense para influir sobre el distrito obrero más importante del país. Otro líder nacional del peronismo como Carlos Menem, por ejemplo, nunca fue el jefe del peronismo bonaerense. El jefe era Eduardo Duhalde y Menem compartía o disputaba su influencia con él. A tal punto fue así que cuando Menem entró en una etapa de debilidad relativa, Duhalde le asestó el golpe final a su sueño de habilitar una reelección por segunda vez, tras la de 1995.
Hubo que esperar hasta Kirchner para que otro peronista de alcance nacional condujera sin un intermediario a los justicialistas de la provincia de Buenos Aires. Kirchner lo hizo desde la Presidencia de la Nación. Construyó relaciones propias con cada intendente, sobre todo en La Matanza con Alberto Balestrini. Es una fórmula que repite estos días Cristina con el balestrinista Fernando Espinoza. En junio de 2004, de vuelta de la gira por China, Kirchner decidió caminar él mismo a fondo la provincia y desconocer la jefatura de Duhalde, que el año anterior lo había nominado para la presidencia. Y en abril de 2005, mientras estaba en Roma para la entronización del papa Benedicto XVI, concretó la ruptura. La redondeó sin medias tintas ese mismo año, con la ayuda de dos bonaerenses además de Balestrini: el entonces gobernador Felipe Solá y el operador territorial Florencio Randazzo. Con los distritos atados, Kirchner resolvió que en las elecciones de octubre se presentaría Cristina como candidata a senadora. Duhalde hizo la simétrica, y así fue como Cristina Fernández de Kirchner le ganó a Hilda “Chiche” González de Duhalde. Kirchner desembarcó en Buenos Aires con aliados pero convertido en jefe indiscutido del peronismo en el distrito electoral que reunía y reúne casi al 40 por ciento de los votantes.
Más allá del puesto en que recale, CFK va por lo mismo, aunque a diferencia de Perón y Kirchner no tiene el instrumento poderoso que es la Casa Rosada pero sí el hecho de ser la peronista que mejor mide en el conurbano.
El acto de Arsenal muestra el modo de construcción. La base es la estructura del peronismo y en especial la de algunas intendencias fuertes, como Avellaneda y La Matanza. Luego viene otro anillo, el de su propia organización, La Cámpora, y de fuerzas como Nuevo Encuentro o el Frente Transversal. La proyección pública no esconde ninguna cara del peronismo (Espinoza y Jorge Ferraresi, entre muchos otros, estaban presentes) pero busca una imagen de representación del interés general.
Historias
Igual que en las presidenciales de 2011, cuando debió reconquistar el voto agrario perdido en 2009 por la crisis política del 2008, Cristina sorteó sus propias categorías discursivas y ni siquiera se puso en actitud defensiva ante las acusaciones por corrupción de Margarita Stolbizer, Elisa Carrió y Graciela Ocaña las últimas dos convocantes de una marcha escuálida en Comodoro Py. CFK prefirió poner el oído como si la realidad pudiera encargarse se exponer los hechos.
Antes de cerrar fue invitando gente al escenario. Por nombre. “Dije que quería que nos escuchásemos. Les pido que suban a Guadalupe y Julia, del Conicet; a Laura de la UNAJ (la Universidad Nacional Arturo Jauretche de Florencio Varela), que vengan, porque perdieron la beca. Una estudiaba HIV. Agustín, el secundario, me cuenta que ya se fueron tres chicos porque abandonaron y tuvieron que ir a trabajar. Ezequiel es de Pergamino. Vino a estudiar Ingeniería Electrónica en la UBA y ahora perdió el Progresar. Está Fernando, que estudia Historia. Luisa trabaja hace años en la biblioteca popular Islas Malvinas. La gente pedía libros. Ahora pide comida. María hace 20 años que trabaja al frente de un comedor. Lorena y su hermano Flavio buscan a su hermana o a su hermano. Sus padres están desaparecidos. Dos por uno, por Dios. Dos por uno… Agustín tuvo un accidente y lleva una chapa en la cabeza. Los tarifazos lo están arruinando. Con la pensión por discapacidad tiene que pagar el alquiler del comercio. Norma tiene siete hijos. Pensionada. Vení Norma. Mucho respeto. Mujer argentina de siete hijos. Vení, Verónica. Frigorífico Pilar de acá, de Avellaneda. En el año 2012 tenía 50 trabajadores. Hoy 17. Karina de Microenvases. Claro que sí, problemas reales. Karina haciendo el aguante para no despedir gente.”
El escenario estaba colmado. Pero faltaban más nombres con historias. “Alejandro de Ezeiza tuvo que cerrar su panadería. Moderna. Tuvo que vender las máquinas para pagarles a los empleados. Cómo vas a hablar de competitividad. Bárbara, una pyme de 15. Calzado.” En ese momento alguien llora. “No llores, por favor. El es Adrián, de una cooperativa que fue fábrica recuperada. Pagaban 18 mil pesos de luz. Ahora les vienen 50 mil pesos. Y 40 mil de agua. Y les abren la importación.”
Subió Pablo. “Escuchen bien los xenófobos. Vino hace diez años de Bolivia. Ocho hermanos, madre y padre, trabajan todo el día toda la semana. Pero además Pablo está en primer año de Agronomía de la Universidad Nacional de La Plata. Pablo trabaja una hectárea con su hermano Abel. El 50 por ciento de la ganancia se la lleva el dueño de la tierra y el otro 50 ellos.”
“Estos son los ciudadanos y las ciudadanas”, hizo un guiño Cristina para que se entendiera el nombre de su fuerza. “Fabián es remisero. Claudia por Facebook hace fábrica de ropa virtual. Ahora a los padres les suprimieron los remedios en el PAMI y tienen que estirarse.”
“Tenemos que hablar de cómo le arruinan la vida a la gente”, dijo. “Podrás tener coaching y poner carita de buena, pero ésta es la realidad”, lanzó en una evidente mención a María Eugenia Vidal, a quien no llamó por su nombre y apellido.
La ex presidenta llegó al estadio del club fundado por Julio Grondona en 1957 dos minutos antes de las tres. “No hay que ponerse tristes, no hay que llorar”, cerró a las cuatro de la tarde. Después vino la armónica con el comienzo del Himno Nacional, empezó la desconcentración y comenzó el misterio electoral que recién se develará el domingo 22 de octubre a la noche, con las urnas escrutadas.