“Esto es como el 17 de octubre pero al revés”, dijo, sonrió y los ojos de Olga se le achinaron. No era una ocurrencia, sino una referencia a la marea humana que desbordaba el estadio de Arsenal a la espera de la aparición de Cristina Fernández de Kirchner. Más de uno podrá decir que la comparación con aquella fecha histórica e iniciática del peronismo es una exageración. Sin embargo, los miles que ayer estuvieron presentes, acompañando y rodeando a su líder, participaron de otro nacimiento, el de Unidad Ciudadana (UC), el frente con el que Cristina busca poner “un imprescindible freno al neoliberalismo” del gobierno de Mauricio Macri, que “dejó a la Argentina sin futuro”.
Cristina no dijo aún si será candidata. Si bien es cierto que hay tiempo hasta el último minuto del 24 de junio próximo para definir su participación en los comicios, la mayoría sino todos los que estaban en el estadio esperaban escuchar de ella una definición. No lo hizo pero ¿podría no ser candidata cuando hace un acto donde es la figura central y la única oradora? La respuesta se conocerá en unos días más pero ayer, en Arsenal, el deseo general era ver su nombre en una boleta electoral. Muchos entendieron que a eso se refería cuando dijo “vengo a sumarme como una más, a poner el cuerpo y el corazón”.
El entusiasmo y la alegría fue un denominador común entre los que participaron del lanzamiento de UC. Una característica que, se nota, no perdieron cuando se convirtieron en oposición. En todo caso, parecen haberlo redoblado ahora que está por comenzar la campaña electoral. Cristina no dijo nada de su destino electoral pero ello no evitó que se lo pidieran con el famoso “Cristina presidenta”. Ella, seria, les avisó que las que viene son legislativas y la multitud, con picardía, le retrucó: “Una más y no jodemos más”.
Las primeras columnas comenzaron a ubicarse en los alrededores del estadio antes del amanecer. Banderas argentinas, como lo había solicitado CFK, poblaban las calles de Avellaneda. Igual, alguna que otra agrupación mostraba la suya aunque una vez dentro del Club Arsenal prácticamente se guardaron. Fue una fiesta con todas las características que suele criticar la clase social y los medios que desprecian las expresiones populares: puestos de choripan, humo, redoblantes, vendedores de banderas y remeras con los rostros de ella y de él, Néstor Kirchner, junto a los de Hugo Chávez, Evo Morales y el Che Guevara. Todas pruebas que, para los ojos del senador Miguel Pichetto, demuestran que CFK lidera un movimiento de centroizquierda.
Cerca del mediodía se abrieron las puertas y el flujo humano fue incesante. Teresa llegó al estadio con sus 92 años a cuestas, en silla de ruedas y con una larga bandera argentina que la tapaba desde el cuello hasta sus pies: “Soy tucumana y estoy de visita pero no iba perderme el acto de Cristina. Me gustaría votarla, soy jubilada y tengo seis hijos, todos profesionales pero con los problemas que provoca esta gente ando preocupada por ellos. ¿A quienes votan mis hijos? ¡A Cristina mijito! pero porque donde está la mamá están ellos”, afirmó.
La locutora pide que la gente no se quede cerca de las puertas de ingreso, que se corra para que los miles que todavía pugnan por entrar lo consigan. El gentío se mueve y el estadio queda chico. Las tribunas repletas y el campo igual. Todos pispean las pantallas para saber cuándo ingresa Cristina. Eso hacía Mirta, una docente de Pilar, que portaba su bandera de los pueblos originarios a modo de capa. “Estamos festejando el día de la bandera pero, a diferencia del innombrable, con el pueblo”. A su lado está Martín, subdirector de la escuela y afiliado a Suteba. “Vinimos a verla a ella porque con ella estuvimos mejor. Vivíamos, que no es poco”, dice Martín y aclara: “Ahora nos dedicamos a estirar la comida para los chicos, cada día comen más y el gobierno de (María Eugenia) Vidal cada vez envía menos cupo. En mi caso tengo 510 pibes pero el cupo es para 364 y no podemos decirle que no hay para todos”. Mirta lo interrumpe y dice que “estamos acá porque no queremos más recortes, no queremos más deudas, queremos más educación pública, paritarias y futuro”, aseguró sin saber que, de alguna manera, estaba anticipando el discurso de su “conductora”, como la llamó a CFK.
A unos metros de allí, un grupo de adolescentes se sentaron en ronda aprovechando que todavía quedaba un espacio. Estudian en una escuela media de Punta Lara. Valentín, que vivió prácticamente toda su vida bajo el gobierno kirchnerista, dice que vino a “escuchar a la presidenta porque ella lucha por nuestros derechos” pero le falta un par de años para votar. Las legislativas de octubre las mirará desde su casa pero “en las próximas voy a votar a Cristina”, se esperanza.
De tanto en tanto el cántico “vamos a volver” se volvía una sola voz en el estadio que le respondía a la locutora que repetía las consignas de la Unidad Ciudadana. El cantito unificaba, no porque hubiese batalla de grupos sino porque es el que expresaba con mayor claridad el deseo de todos los presentes. “Yo quiero que sea candidata. La quiero votar ahora y para presidenta”, aseguró Olga, la del 17 de octubre al revés. Está a punto de jubilarse como empleada pública y se siente orgullosa de que el nacimiento de la UC se produzca en Avellaneda porque “esta es la cuna de la resistencia y donde ahora le peleamos a Vidal y a Macri”. Nora y Marcela, dos amigas y compañeras de trabajo, la palmean y la felicitan. Marcela se pone seria y afirma que “queremos volver a vivir como antes, con nuestros hijos con trabajo, con estudio y sin tener que sufrir para llegar a fin de mes”. PáginaI12 les pregunta si es necesario que Cristina sea candidata. Las tres, al unísono, gritan: “¡Siiiiiiiiiiiiiii!”.
Todos querían saber de qué se trataba el cambio de estilo del acto. Preguntaban por el escenario. Si la podrían ver e incluso si la podrían tocar. “Allá, por allá entrará”, le dice el padre a su hijo que lleva sobre sus hombros. El niño, de unos 10 años, mira y levanta los brazos cuando descubre el lugar por donde ingresará CFK. Quiere saber cuándo. Esa respuesta no la tiene el padre pero no faltaba mucho.
Ana está apoyada en una de las estructuras metálicas que sostienen una de las grandes pantallas. Es bióloga y participa en un grupo de los denominados autoconvocados. “Necesitamos que el campo nacional y popular vuelva a ser protagonista para desplazar a esta élite económica, política y mediática que ostenta el poder y gobierna para unos pocos”, dice y acomoda su cabello. A su lado está Marcelo, uno de los que coordina lo que se denominó Red de Construcción Ciudadana que tiene como objetivo el “sacar del sillón al que piensa como nosotros pero no está haciendo nada y también convencer a los desencantados con el gobierno macrista para que regresen”, afirma pletórico de voluntarismo.
De repente hay un silencio en el estadio. Por las pantallas gigantes se ve que ingresa Cristina y ese corto silencio se hace añicos con vítores, gritos y cánticos a su favor. CFK ingresa, saluda y camina hasta ese escenario circular que muchos asimilaron a la escenografía que utiliza el macrismo. Pero no fue igual.
Como suele ocurrir, cuando habla CFK se produce silencio, tanto que se pudo oír las aspas de los drones cuando sobrevolaban el campo. Esta vez hubo espacio para el diálogo entre la multitud y la única oradora del acto.
“Sobre la Argentina cayó el fantasma del desempleo, de la flexibilización laboral, la caída del salario, las tarifas impagables y ahora nos desayunamos con que nos quieren dar una deuda por cien años”. No pudo continuar, de todos los rincones surgió una sola voz que gritaba “¡hijos de puta!”. CFK no se amilanó y no lo dejó pasar: “No quiero insultos. Pongamos la energía en organizarnos y movilizar a los ciudadanos. Los insultos se los dejamos a ellos”, dijo y una ovación le impidió continuar con el discurso.
Si bien Cristina aseguró que el modelo neoliberal beneficia a unos pocos y que perjudica a todo el resto de la población: “¿Acaso cuando van al súper a algunos le hacen rebajas porque son de un partido diferente?”, preguntó y recibió un “noooo” rotundo y extenso.
El detalle que se diferenció de los actos tradicionales e incluso de los que hace el macrismo es que, por un lado, los dirigentes políticos estuvieron en una de las tribunas, ocupando un lugar secundario. Pero sobre todo, Cristina habló y presentó personas de carne y hueso, que sufren la crisis que provocó el modelo del presidente Macri. No sólo fueron nombres de los que nadie sabe nada, como suele ocurrir con las puestas en escena macristas.
La tribuna de los dirigentes estaba a la espalda de Cristina. Entre otros, dirigentes políticos como Daniel Scioli, Fernando Espinoza, Víctor Santa María, Martín Sabbatella, Carlos Tomada, Agustín Rossi, Sergio Berni, el radical Leopoldo Moreau, Aníbal Fernández, Gabriel Mariotto. Las diputadas Diana Conti, Teresa García, Juliana Di Tullio y sus compañeros de bloque, Rodolfo Tailhade, Máximo Kirchner,Axel Kicillof, Edgardo Depetri, Carlos Castagneto, Eduardo “Wado” de Pedro, Andrés “Cuervo” Larroque, Abel Furlán y Héctor Recalde. Hubo sindicalistas como Hugo Yasky y Daniel Catalano y también intendentes como Jorge Ferraresi (Avellaneda), Mario Secco (Ensenada), Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), Verónica Magario (La Matanza), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas), Juan Patricio Mussi (Berazategui), Walter Festa (Moreno), Julio Pereyra (Florencio Varela), Alberto Descalzo (Ituzaingó) y Gustavo Menéndez (Merlo). Los intelectuales Ricardo Forster, Horacio González y la cantautora Teresa Parodi también dieron el presente.
El acto terminó con el Himno Nacional cantado por Mercedes Sosa. Los dedos en V se alzaron de a miles, hubo ojos humedecidos, abrazos y el “oh, juremos con gloria morir” sonó a promesa. La desconcentración fue tranquila, lenta y los carteles de la avenida Mitre mostraron un solo mensaje: “Vuelve”.
Norma trabaja en el Estado nacional. Llegó con su pareja al estadio por fuera de cualquier estructura u organización política. “Me gustó que los dirigentes estuvieran separados y que sea la gente la que esté alrededor de Cristina. Me pareció muy inteligente que Cristina terminara el acto con toda esa gente que hizo subir. Me conmovieron sus historias porque, como ella dijo, todos vivimos o conocemos a alguien que padece historias similares. Yo soy científica y en el Estado sufrimos persecución y estigamtización pero igual resistimos los recortes, los aprietes y los despidos”, dijo antes de emprender el retorno a la Ciudad de Buenos Aires.