Había muy pocos seguidores atentos a Cristina que esperaban que hoy surgiera un anuncio concreto acerca de su eventual candidatura. No es ni ha sido ése nunca su estilo. Pisa sobre seguro. Y nada sería seguro si su propuesta política no se entiende. De otro modo, hubiese quedado reducida a la antagonista de Florencio Randazzo, papel que le queda chico y que sobre todo no se imbrica en absoluto con la idea que ella viene pergeñando desde mucho antes de que se delineara la interna para octubre. Lo esbozó en el escenario de Comodoro Py, y debe haber visto más de una cara de desconcierto.
Hoy todo fue más claro. Haber elegido el Día de la Bandera le proporcionó además la visión partida de ese estadio repleto con el acto oficial de Macri en Rosario, exclusivo para 600 invitados. Las dos caras de una misma moneda: con el pueblo adentro y con el pueblo afuera. Ella lo dijo de muchas maneras en su discurso, dándole vueltas a la idea de lo corporal. Dijo que estaba allí “para poner el cuerpo”, habló y llevó al escenario y contó las historias de gente “de carne y hueso”, gritó, con su disfonía, que había que ofrecer “el cuerpo, la cabeza y el corazón”.
Cristina presentó Unidad Ciudadana de esa manera: como una herramienta política nacida en esta contingencia dramática del pueblo argentino, en este contexto en el que, según dijo, “cada día son más los sectores agredidos”. Hubo gente que no puede seguir estudiando, gente que da de comer cada día a más mujeres y niños, gente que ha perdido su casa, gente que fue privada de las pensiones por discapacidad, gente que debe despedir empleados porque no llega a pagar las tarifas, gente, en fin, que encarna el dolor de este modelo neoliberal que acaba de endeudarnos por cien años y que en un año y medio ha destruido las bases de independencia política, soberanía económica y justicia social que se habían plantado en los tres gobiernos anteriores.
Hoy Cristina fue más allá, cuando dijo que esto ya fue más allá de lo que puede resolver un partido político, por lo menos los que tenemos a disposición, por lo menos el PJ. La Unidad Ciudadana, un paso audaz, tan audaz que en su primer acto la tuvo a su líder casi en función explicativa, quedó formalmente presentada con Cristina entendida, según decenas y decenas de testimonios, como “la única capaz de enfrentar esto”. Pero esa Unidad Ciudadana quedó abierta en ese estadio cristinista como una puerta que serán los propios hombres y mujeres que adhieran a esa Unidad los que deberán abrir más para hacer pasar a muchos más, a los miles y miles que sufren esa “desorganización de la vida” a la que el neoliberalismo de Cambiemos somete a esta sociedad. Fue una Cristina pura, una vez más: no es ella la que describe su propia estatura como dirigente política. Es la permanente acción política renovada y readaptada a las circunstancias históricas la que la convierte en la mayor referente de la escena argentina.