No le bastó a Brian Chambouleyron cargar en cuerpo, arte y alma con su doble identidad francoargentina. Entonces fue por más. Se zambulló en mares de otros lares (españoles, italianos, portugueses) y ancló en puerto bajo un nombre que engloba tales identidades en una mayor: Mare Nostrum. Así se llama, en efecto, el disco que el músico estrenará en vivo hoy y el viernes 30 de junio a las 21, en Santos 4040 (Santos Dumont 4040). “En sentido figurado, Mare Nostrum es el universo de las canciones y paisajes que me pueblan”, refuerza este juglar “solitario”, que sorprende con la novedad de dejarse acompañar por otros músicos: Inti Sabev en vientos, Gabriel Spiller en percusión y Roberto Amerise en contrabajo. “Creo que hay un sentido de pertenencia, que coincide además con el sentido histórico del nombre, aquel que le daban los romanos al mediterráneo... El agua que une las geografías y las músicas, ¿no?”, retoma Chambouleyron, cuya luz universal se le prendió tras un concierto que dio, hace dos años, para profesores y alumnos del Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Harvard. “Después de un recital en Buenos Aires, se acercaron dos profesores de Harvard y así, a bocajarro, me preguntaron si estaba dispuesto a realizar un concierto en el campus. Admito que una parte mía sospechó que podía tratarse de una broma, pero no”, sonríe.
Así fue que, tras varios intercambios virtuales, tomaron forma concierto y disco, ambos basados en una propuesta plurilingüe que conjuga piezas de Brassens y Paolo Conte, Roberto Murolo y Serrat (hace “Mediterráneo” en italiano), o de Zitarrosa (“La señorita Erre”) y los hermanos Expósito. “Harvard es un lugar muy particular, una especie de isla de excelencia llena de bibliotecas, cafecitos y pequeños lugares sorprendentes, donde la gente circula con aspecto reconcentrado sobre muchas propuestas culturales. La verdad es que te parece estar en una película de Harry Potter... es como es un lugar recortado del mundo”, detalla el músico, quien asegura haber dado su concierto ante un público “muy” heterogéneo, que mezclaba profesores, “gente de las houses”, latinos anclaos en Boston, amigos y curiosos. “Fue gracioso, porque algunos profesores utilizaron el concierto como trabajo práctico, así que entre el público muchos alumnos tomaban apuntes para que no los bocharan”, se ríe este cantautor esencialmente trashumante, que debutó como solista grabando temas de Carlos Gardel (Chambouleyron le canta a Gardel, 2004) y ya va por su sexta criatura.
–¿Por qué considera que el título alude a un mar que puede unir muchas vertientes? ¿Acaso tiene uno en el fondo de su casa?
–(Risas.) Bueno, el agua es el elemento de la naturaleza que se asocia con las emociones y cada canción del disco fue elegida en base a la emoción que me despierta. Instintivamente, también asocio los idiomas que elijo a diferentes emociones, porque cada uno es como un mundo emocional. De ahí que me parezca natural que el elemento que conecte a esos mundos sea el agua.
–¿Qué tendrían en común Paolo Conte y Simón Díaz, por caso, o Zitarrosa y Cartola?
–Lo que tienen en común es que me despiertan una emoción, porque evocan un paisaje que llevo en mí y quiero visitar. Un paisaje que también es mío, porque ambos son parte de mi historia. En el caso de Zitarrosa y Cartola, la relación es más fácil, incluso, porque son limítrofes (risas). Y además populares, ¿no? Uno mas socialmente comprometido, hijo de su generación, y el otro (Cartola) un cultor de la belleza, hijo de su entorno.
Cuando piensa los conciertos por venir, Chambouleyron no solo alude a los artistas versionados, sino que habla de hacer varios clásicos, caracterizados por una gambeta parcial al formato voz y guitarra que (casi) monopoliza su trayectoria. “Habrá pasajes del show que sí van a ser en formato juglar, pero esta vez me acompañan tres excelentes instrumentistas. Hemos logrado una muy feliz adaptación a cuarteto de este profuso material, que en realidad ha transformado las versiones casi a nuevas”, señala el cantor, acerca de un encuentro musical que también irá acompañado por una muestra de la artista plástica mendocina Omara Serú, encargada del arte de tapa de Mare Nostrum. Album en el que fueron participados Minino Garay, Marcelo Moguilevsky, Ramiro Gallo, Paulina Fain, Fernando Fiszbein y Roger Helou, entre otros. “Es que en su elaboración tuvo como eje una filosofía colaborativa. Fue un disco de muchas y muy intensas compartidas con grandes músicos, y siento que ha dado como resultado una obra de gran riqueza instrumental y tímbrica. Y el proceso de posproducción, junto a Martín Telechanski, es un capítulo aparte... Me debía artísticamente un trabajo de estas características. Quizá como nunca, di lugar al aporte de otros artistas: soltar y confiar, que le dicen. ¡Y me funcionó!”.