Seis años después de su primer libro, Vera Giaconi (Montevideo, 1974) publica una colección de diez nuevos cuentos, piezas únicas sobre extrañas formas de amar, como si ese impulso de los personajes fuera más bien un descanso en la carrera para alejarse del odio, el peligro o la paranoia. El tiempo produjo efectos en la escritura de Giaconi. Uno de ellos es la solidez del lenguaje: no hay facilismos camuflados de cursilerías ni recursos gastados para lectores actuales. Lectora perspicaz, Giaconi sabe que algunas de esas tácticas envejecen antes de que los textos lleguen a imprenta. Como en una sesión de espiritismo a la que algunos personajes de Seres queridos asistirían con gusto, la profundización en episodios cargados de tensión en ambientes ordinarios descoloca y sorprende. “El libro en realidad está terminado, en su primera versión, desde fines de 2014 -confiesa Giaconi?. Tuvo su recorrido y hubo que esperar hasta la publicación, pero eso me permitió revisarlo y agregar tres cuentos. No pienso mucho antes de publicar, sí mientras estoy escribiendo y en este caso cada cuento tuvo sus propios tiempos.”  Seres queridos estuvo entre los cinco libros finalistas del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero en 2015.

Hay una ecuación en los cuentos de la escritora uruguaya: por un lado, una escritura que aspira a cierto clasicismo, sin que las voces de los personajes pierdan color local; por otro, no se dejan cabos sueltos ni se resuelven las tramas con absurdos finales abiertos. La atmósfera que de a poco arrincona a los personajes, si no puede con ellos, los transforma. Narradores y protagonistas, que creen saberlo todo de la historia que registran, en un momento descubren que sabían menos que al principio. Madres, hermanas, parejas e hijos, en el espejo que los cuentos ofrecen, se revelan como cómplices, soplones o víctimas de la incertidumbre. “Marta la miró intrigada. No estaba segura de qué significaba exactamente la palabra ‘divertido’ para su hermana, pero la siguió escaleras arriba”, se lee en “Los restos”, cuento en el que dos hermanas inspeccionan la casona de la hermana menor que acaba de morir.

“Hay varios ejes en el libro, pero el más claro y constante es una exploración de la naturaleza de ciertos vínculos, como los familiares, los amorosos o los que crea una amistad -cuenta Giaconi?. No lo hice con la intención de retratarlos en los momentos más constantes, sino en esas circunstancias en las que todo se pone a prueba: un accidente, la enfermedad, la distancia, el desamor. Son la clase de situaciones en las que yo misma me veo más honestamente y las que me permitieron jugar en los bordes de lo que está bien o de lo que se debe hacer o pensar, porque proyectan una luz muy fuerte que nos vuelve más instintivos y transparentes.” En ese sentido, tanto el primer cuento, que presenta la historia de la hermana de la narradora, en pareja con un protagonista de un reality show yanqui, como el último, “Reunión”, que detalla el reencuentro de una joven con una pareja de amigos que regresan de un periplo profesional y conyugal, son antológicos. En ambos no es la distancia sino la proximidad la que pone en riesgo los vínculos. También en “Tasador” y “Bienaventurados” se perturba ese estado que los personajes de Seres queridos anhelan más que nada en el mundo: la normalidad.  

“Me gusta cuando se pierde el control, cuando no hay tiempo para especular y la reacción no nace de un hábito, sino que es un arrebato. Y eso incluye la envidia y cierta malicia, pero también el amor más incondicional y la belleza, porque veo mucha belleza en esos momentos en los que ya no hay máscara y quedamos expuestos y vulnerables”, dice la autora. De ese gusto por la destemplanza y del control sobre las consecuencias que ocasiona la pérdida del control, están hechos los nuevos diez cuentos de una de las voces más interesantes de la literatura latinoamericana. ~

Vera Giaconi
Seres queridos

Anagrama