Sara Barni, presidenta de la Red Viva contra los abusos infantiles, pasó por Detrás de lo que vemos para hablar de esta problemática muchas veces invisibilizada.
Red Viva es una asociación conformada por personas que han transitado los pasillos del poder judicial y ámbitos concomitantes en Argentina debido a denuncia de violencia o abuso sexual, ya sea en sus propias vidas como en la de sus hijos o hijas y que trabaja en pos de fortalecer al sector vinculándolo con agentes locales y de todo el país, llegando en ocasiones a realizar acciones con otros países que persigan como objetivo, sostener y priorizar, los derechos de Niños, Niñas y Adolescentes.
Sara Barni, su presidenta, comenzó relatando el caso que están siguiendo con la ONG en el que un niño de cuatro años relató los abusos sistemáticos y, aún así, la Justicia parece no dar a lugar a los informes que redactaron el hecho los profesionales de la organización.
En este contexto, la titular de la entidad expresa que los vericuetos judiciales dejan a merced del abusador de nuevo a la víctima y, también, a la causa en un nudo burocrático interminable.
"Nosotros decimos que no son monstruos (los abusadores), que no los patologizamos. Los niños se acercan por confianza y por gente que debe cuidarlos", indicó Barni.
En la página web de Red Viva los datos son estremecedores: el 53% de los casos de abuso sucede en el hogar de la víctima, el 18% en la vivienda del agresor y el 10% en la casa de un familiar.
Quizás lo más estremecedor, valga la redundancia, sean las edades de los niños y niñas abusados: el 47% de las víctimas tiene entre 6 y 12 años, el 28% entre 0 y 5 y el 25% entre 13 y 17 años.
En este mismo sentido, el 75% de los casos es un familiar de los abusadores de niños y niñas, el 40% el progenitor y el 16% la pareja de la madre.
"Tenemos una ley interna dentro de los juzgados que discrimina a los niños, cuando se sabe que menores de 13 años son los que más sufren de abuso sexual en la infancia", agregó al respecto Sara.
Sara también recordó su caso, el cual fue el puntapié inicial para comenzar con esta lucha, en la que luego de una separación, una nueva pareja llegó a la casa, con la idea de comenzar una nueva familia, pero era solo el comienzo del horror.
Ella ya tenía cuatro hijas, una de las cuales comenzó a presentar indicios del abuso por esta persona, un policía que estuvo en la primera línea en el caso Cromañon: depresión, epilepsia sin ninguna causa fisiológica o psicológica.
"Cuando ella me empezó a contar todo lo que me contaba, era como una película de terror que estaba sucediendo dentro de mi propia casa y yo no tenía registro", dijo.
"Cuando hablamos de hijos rehenes, hablamos, de hijos trofeos y estamos hablando de la cosificación", concluyó.