¿Cómo robarle palabras al silencio, esa especie de agujero negro en cuyo interior se pierde el relato de una vida? A 40 años de la desaparición del excepcional cronista Enrique Raab (Viena, 1932-Buenos Aires, 1977), que fue secuestrado el 16 de abril de 1977 junto a su pareja Daniel Girón y estuvo detenido en la ESMA, el Museo Sitio de Memoria ESMA le dedicará La visita de las cinco, una performance en la que los invitados, en esta ocasión María Moreno, Máximo Eseverri y el cronista Diego Trerotola, intentarán “habilitar la experiencia con el otro y con el cuerpo” en un espacio donde imperó el horror y la muerte. “Como el 7 de junio fue el día del periodista, nos pareció que teníamos que hacer algo. Sabemos muy poco de lo que sucedió con Raab en la ESMA”, confirma Alejandra Naftal, directora del Museo, sobreviviente del campo El Vesubio, a PáginaI12. “En cada visita tratamos de dar cuenta de lo que pasó con la persona que recordamos. Aunque no somos biógrafos, reconstruimos por quién fue visto, qué hablaron –si hablaron–, hasta cuándo lo vieron los sobrevivientes y qué se acuerdan. La única sobreviviente que estuvo con él fue Jorgelina Ramus. Ella dijo que lo vio en el Salón Dorado y que cruzaron unas palabras. Pero no se sabe más, ni dio especificaciones de ese diálogo”, comenta Naftal.
En Raab, el caníbal cultural, publicado en la revista Anfibia, Moreno arroja un puñado de preguntas cruciales sobre el cronista que militó en el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) y escribió en Confirmado, Primera Plana, Siete Días, La Razón, Clarín y La Opinión. “¿Por qué no hay un mito Enrique Raab? O aunque sea un mayor reconocimiento. Quizás porque él desconfiaba de las palabras sacralizadas que viven entre las solapas de los libros y no cultivó la novela –ese género fálico que permite pisar los papers– o la investigación a lo grande (su nacionalidad no hubiera sido un problema cuando Carlos Gardel era uruguayo o francés, y Julio Cortázar, belga). ¿Será porque no pertenecía al grupo mayoritario en la militancia revolucionaria? ¿Porque su desobediencia a la heterosexualidad obligatoria no favorecía el mito para una izquierda que aún trata de asimilar a un Néstor Perlongher, pero tampoco advirtió, como tantos disidentes sexuales que militaban en las organizaciones políticas –es otro mito homofóbico pensar el deseo de hombre a hombre y de mujer a mujer como aquel que compromete el ser todo de quien lo detecta–, la articulación entre política y política sexual o la dejó para más tarde? ¿O porque los cronistas populares suelen ser populistas y él no era ni una cosa ni la otra?”.
Naftal dice que Raab –“periodista para periodistas con aire de chevalier servant”, según lo caracterizó Felisa Pinto– “reúne un montón de aspectos que escapan del arquetipo de lo que se conoce como militante setentista: fue un hombre de una cultura increíble, muy refinado, y más grande que el resto de los detenidos-desaparecidos”, enumera la directora del Museo. “Raab nos permite hablar del rol del periodista desde otra perspectiva. Contamos con muy poca información de lo que pasó con él. Hay compañeros y compañeros que lamentablemente no tienen historia en la ESMA. Parte de la dinámica genocida es no dejar huellas ni relatos. La ESMA fue un centro clandestino donde hubo muchos sobrevivientes en comparación con otros centros y se pudo rehacer muchas de las historias de los detenidos-desaparecidos. Sin embargo, sigue habiendo huecos sobre un montón de hombres y mujeres sobre los que no tenemos relatos. Que eso también sea parte de lo que tenemos que decir: que no hay información, que es parte también del horror de la dictadura”, explica Naftal.
“Empezamos la actividad afuera, donde está la piel de vidrio con todas las fotos de los detenidos-desaparecidos –cuenta Naftal–. Ahí hago una pequeña presentación de La visita de las cinco y en este caso vamos a pasar un video que preparamos sobre Raab, con testimonios de su hermana Evelina y su cuñado y amigo, Roberto Rosenfeldt. Después vamos haciendo distintas paradas donde los invitados van contando algo. Cuando es un sobreviviente, cuenta lo que fue su experiencia concentracionaria: ‘acá estuve yo, acá vi a fulano, acá pasó tal cosa’. Cuando hicimos la visita sobre Rodolfo Walsh, los invitados fueron Horacio Verbitsky y Martín Gras, sobreviviente de la ESMA. La experiencia más fuerte fue sobre el cuento desaparecido. Martín había leído el último cuento que escribió Walsh en la ESMA y cuando se encontró con la Lilia Ferreyra, la mujer de Walsh, muchos años después, se dieron cuenta que ellos dos son los únicos que leyeron ese cuento”.
La visita de las cinco, un recorrido que dura entre dos y tres horas y que se realiza los últimos sábados de cada mes, es “un evento efímero que va generando nuevas situaciones”. Ejemplos sobran. “Cuando vino Daniel Cabezas, el hijo de Thelma Jara de Cabezas, contó que el primer hábeas corpus lo hizo un abogado que él nunca conoció. Entre el público apareció un señor que dijo: ‘Fui yo’. Es increíble, ¿no? La performance es un evento sin guión”, reflexiona la directora del Museo.
“Ezequiel Rochistein Tauro, un nieto que nació en la ESMA, hizo la visita y coincidió con el hecho de que era la primera vez que estaba en el lugar donde había nacido. Entonces dijo que él sabe que nació entre el 15 y el 30 de octubre y que ese día, la visita del mes de octubre, podía ser su cumpleaños. Al final de la visita hicimos el cierre en el Salón Dorado y habilitamos un espacio de preguntas. Y ahí la gente le cantó el feliz cumpleaños”, recuerda Naftal. ¿Quién sabe si hoy, entre el público, aparecerá algún pequeño testimonio sobre lo que vivió Raab en la ESMA? La directora anticipa que la próxima visita, que se realizará el 29 de julio, será sobre Ana María “Poli” Ponce, detenida-desaparecida que escribió poemas en la ESMA. “En un espacio donde hubo muerte, donde es muy difícil poner palabras, La visita de las cinco habilita la experiencia con el otro y con el cuerpo”, concluye Naftal.
* Hoy a las 17 en Museo Sitio de Memoria ESMA (Av. Libertador 8151).