El de Agustina Cherri es uno de esos casos como (casi) no debe haber en el mundo. La niña de 6 años que hace veintiocho se presentó a un casting para formar parte de La ola está de fiesta, el programa infantil que en los 80 conducía Flavia Palmiero, e ingresó por primera vez a la televisión seguramente no había imaginado que pasaría toda su vida rodeada de cámaras y luces. Es que la niña que soñaba con ser bailarina terminó haciendo de las escenografías televisivas los decorados de su propia vida, a través de una carrera en la que desde entonces trabajó año tras año en programas casi siempre exitosos. Fue la recordada Camila en ¡Grande, pa!, Mili en Chiquititas, y estuvo en Son amores, Mil millones y Los ricos no piden permiso. “Mi vida es la televisión. No tengo registro de cómo era mi vida antes de actuar”, confiesa la actriz, que este año protagonizará Fanny, la fan, la comedia que Telefe estrenará el lunes, a las 21.15, con emisiones diarias.
Su formación es netamente televisiva, tanto en el sentido artístico como en el personal. A lo largo de su vida, las productoras, vestuaristas y maquilladoras de TV tuvieron el mismo sentido formador que los docentes del colegio al que concurrió. Nadie mejor que ella conoce los secretos de un medio que, aun en la transición que lo signa, sigue siendo un lugar aspiracional para muchos, provocando fanatismos desbordantes. Ese particular vínculo que tiene Cherri con el medio es el que llevó a que Sebastián Ortega y a Pablo Culell, los productores de Underground, convocaran a la actriz para encabezar una comedia que se meterá de lleno en la industria televisiva, revelando en clave de comedia su funcionamiento y su dinámica.
“La ficción va a tocar cada una de las relaciones que existen en el mundo televisivo en un tono de comedia disparatada. Nos reímos de eso. El egocentrismo de los actores va a estar abordado, pero llevado a un extremo. Todas las situaciones que suceden en el mundo televisivo están presentes, pero llevadas al extremo. La descripción está hecha, después serán los televidentes los que completen la mirada. Es una comedia que tiene muchas capas de lecturas”, explica la actriz sobre Fanny, la fan, que contará con las actuaciones de Verónica Llinás, Gabriel “Puma” Goity, Julieta Díaz, Soledad Fandiño, Andrea Bonelli, Benjamín Amadeo, Laura Novoa, Mex Urtizberea, Tomás Fonzi, Laura Cymer, Dan Breitman, Rodrigo Noya y Luis Ziembrowski, entre otros.
–¿Se siente identificada con alguna de las situaciones que plantea el guión?
–En lo único que puedo sentirme identificada con Fanny es que ella creció mirando televisión y yo crecí haciéndola. Yo soy una actriz, básicamente, de televisión. He hecho teatro y cine, pero soy un bicho de tele. Fanny creció viendo la tele. Fanny hubiera visto Grande, pá! y después todas las temporadas de Chiquititas. Hay una cercanía con el personaje desde lo que la televisión significa para Fanny por haberme formado toda mi vida en el medio.
–¿Y qué significa la televisión para usted?
–Mi vida es la televisión. La realidad es esa.
–¿Pasó más tiempo en un estudio de TV que en la vida real?
–Eso fue tema de terapia. Alguna vez me mandaron al psicólogo, porque era muy chica y trabajaba, formaba parte de un éxito como Chiquititas, viajaba por el mundo, llenábamos estadios... Me mandaron al psicólogo para saber si estaba bien. Pero lo que recuerdo es que cuando ella me preguntaba sobre cómo me sentía, yo le hablaba de mis personajes. Estaba más tiempo haciendo Mili de Chiquititas que viviendo mi propia vida como Agustina. Me pasaban más cosas como Mili que como Agustina. Una vez me sacaron la cuenta y llegaron a la conclusión de que había estado más horas de mi vida en un estudio de televisión que con mi mamá. Es fuerte.
–¿En ese momento no se daba cuenta?
–No, no era consciente. Por suerte tuve una madre que me acompañaba a todos lados y siempre se esforzó por mantenerme centrada. Que no me haya perdido entre las luces de la pantalla tuvo que ver con el apoyo de mis padres, que siempre contuvieron. Nunca me prohibieron que actuara, pero siempre me exigieron que estudiara. ¡Era una nena que firmaba contratos, ganaba mucha plata y viajaba por el mundo! Pero a las 7 de la mañana tenía que ir al colegio, donde era una más y me peleaba con mis compañeros como cualquier otro chico. La escuela siempre me bajó a tierra.
–¿Nunca quiso dejar el colegio?
–Yo no. Obviamente, mis empleadores sí querían que tuviera más tiempo para grabar. Mis papás nunca permitieron ni siquiera que rindiera libre. La única condición que me pusieron mis viejos fue que me sentara todos los días en el pupitre como cualquier otro chico. Y eso me sirvió, porque a esa edad los chicos se pueden asombrar un par de días con “la actriz de Chiquititas” pero después era una compañera más. La admiración se caía a pedazos ni bien empezaba el recreo. Duraba un ratito. Porque además fui desde primer grado a quinto año al mismo colegio.
–Cuando mira para atrás y ve en perspectiva su propia historia, ¿le permitiría a sus hijos actuar desde tan pequeños?
–Mi hija quiere actuar. Tiene 8 años. Con el padre (Gastón Pauls) tomamos la decisión de que estudie y que mas adelante, cuando sea más grande, veremos. Trabajando los dos en el medio, oportunidades no le van a faltar. Estamos al tanto de todos los casting que se realizan. No tenemos problema, pero ahora no.
–¿A qué obedece esa cautela?
–No me arrepiento ni reniego de nada. No la pasé mal, para nada, pero las condiciones de ahora no son las mismas que las de hace veinticinco años.
–¿Qué cambió?
–La televisión no es la misma que la de antes. El nivel de exposición a los medios de hoy es brutal. Hay muchos mas medios y mucha más demanda del periodismo sobre quienes actuamos. Además, era hija de Carlos y Silvia, de Del Viso. Tuve la suerte de hacer un casting y quedar. Mis hijos, lamentablemente, tienen como padres a dos personas públicas.
–Había menos programas y solo se hablaba de cuestiones artísticas, casi no había programas de chimentos.
–No existían. A lo sumo, uno hacía alguna entrevista para un programa de espectáculos en el que contabas qué era lo que estabas haciendo y se terminaba. El nivel de exposición hoy es a todo nivel. Encima, mi hija tiene el plus de no pasar inadvertida por tener los padres que tiene. No me parece que a los 8 años esté preparada para enfrentar ese sistema.
–¿Cómo se lleva con el fanatismo?
–No todos los fanatismos son de la misma intensidad. Hay ciertos límites. Hay un montón de club de fans que acompañan a los artistas a dónde vayan, que conocen más la agenda del objeto de deseos más que el mismo artista. El fanatismo sano es hermoso. El fanatismo se transforma en peligroso cuando traspasa la lógica. Hay un fanatismo extremo, de adoración, en el que la vida les pasa tanto por lo que hace o deja de hacer el artista que es peligroso.
–¿Lo ha sufrido?
–Una vez. Lo que sucede ahora es que con el tema de las redes sociales, se produce un contacto directo que genera mucha expectativa. Si un día le ponés un favorito en Twitter a un mensaje y a los mensajes siguientes no, para muchos se empieza a transformar en una obsesión. Las responsabilidad del artista es mayor, porque les condiciona o digita el humor a los seguidores con cualquier actitud. Uno tiene una vida que trasciende a la pública, por suerte. Cuando se traspasa esa barrera, es peligroso. Después, el fanatismo de disfrutar mucho de algo, es válido.
–¿El de Fanny es sano?
–Es sano, pero no deja de imprimirle al programa una importancia superlativa. Recién una vez que empieza a visualizar la cocina, el fanatismo se empieza a canalizar por otro lado. Fanny quiere lo mejor para el programa, y ama a Emiliano Morante por lo que es y por todo lo que transmite. Si Emiliano se casara, por ejemplo, ella estaría feliz, porque quiere que sea feliz. No es un fanatismo posesivo.
–¿Y usted cómo se lleva con los fanáticos?
–No padecí el fanatismo. Tampoco tengo registro de cómo era mi vida antes de actuar. Al empezar a actuar de tan chiquita, mi vida siempre fue así. A los 8 años ya estaba en Grande, pa!, que hacía 60 puntos de rating. En cierta manera, vivir con la mirada de los otros me fue siempre normal, me era algo común.
–¿No tiene registro de usted antes de ser famosa?
–No recuerdo situaciones de cuando yo no era conocida en la vía publica.
–No debe ser sencillo cargar con esa exposición.
–Yo viví, crecí, con la mirada del otro todo el tiempo. Para mí es normal que me señales o me saluden. No es que todo el tiempo me saludan, pero me pasa también que cuando veo a alguien famoso en el supermercado, lo miro. Después seguís con tu vida, pero lo mirás. La mirada del otro está incorporada a mi vida.
–El hecho de estar acostumbrada a que la gente la reconozca en la calle, ¿no produce el temor a que ese reconocimiento desaparezca y, por lo tanto, tenga la necesidad de estar siempre trabajando?
–No. De hecho, cuando quedé embarazada a los 26, dejé de trabajar cuatro años. Desde los 6 hasta los 26 años hice tiras diarias en televisión todos los años de mi vida. Siempre trabajé pensando en que cuando quedara embarazada no iba a trabajar para criar a mis hijos. Todos mis ahorros tuvieron el objetivo de poder parar. Estuve cuatro años encerrada en mi casa criando a mis hijos y fuera del medio.
–¿Y lo disfrutó?
–Lo disfruté, más allá de que tener dos chicos en cuatro años no es fácil (risas). Miraba la televisión y me resultaba raro no estar trabajando. Igual, salía a la calle y la gente seguía reconociéndome. No se había olvidado. De hecho, durante esos cuatro años me llegaron propuestas y las rechazaba una detrás de otra. El miedo, en todo caso, fue a que después del cuarto rechazo no me llamaran nunca más. Como va la TV ahora, se iban a olvidar de mí. Se iban a olvidar de mí, de Mili y de todo. Me agarró ese miedo y volví con Mis amigos de siempre, cuando Suar me convocó y le dije que sí, pero que iba a ir con una sorpresa. Así que volví absolutamente rapada.
Has recorrido un largo camino
Si bien a formado parte de elencos corales en los que compartió el protagonismo, en Fanny, la fan Cherri está frente al primer protagónico absoluto de su carrera, en una tira de prime time. La actriz no oculta que siente una mayor responsabilidad ante la oportunidad de encabezar la ficción. “Que el nombre del programa se llame como el personaje que interpretás, es fuerte. ¡Hubiera preferido que se llamara Camino a la fama! (risas) Trato de estar tranquila, pero es cierto que lo vivo más responsablemente que nunca. De cualquier manera, he hecho muchos éxitos y divinos fracasos, por lo que trato de tomármelo con tranquilidad.
–¿Siente que llega “armada” a este momento?
–El camino está transitado. Por su puesto que uno quiere que le vaya bien en cada proyecto que encara. Nadie quiere hacer un fracaso. Volví a Telefe después de muchos años, al punto que hasta me hicieron un video repasando mi carrera como bienvenida. Lo último que había hecho era Cabecita, que fue en 000. Sigue estando la misma gente; los técnicos, vestuaristas y productores me criaron. En lo personal y en lo profesional, también. Estar en Telefe me da mayor tranquilidad, es como volver al primer amor. Con Underground no había trabajado, por lo que también estaba la inquietud de lo novedoso. Me encontré con una productora que tiene mucho cuidado y una presencia constante en el set, que hace que uno esté más tranquilo.
–¿Underground propone una manera de trabajar más personal, más artesanal, que otras grandes productoras de ficción?
–Cada productora tiene su manera de trabajar. Underground tiene un trato muy personalizado, tanto con los protagonistas como con el resto del elenco. Underground propone un vínculo diario, donde las consultas son constantes, te muestran lo que piensan hacer... Uno se siente muy parte del proyecto. Más allá del compromiso que uno siente, esa manera de trabajar hace que te involucres con lo que estás haciendo desde el cariño. Estoy tratando de administrar las energías, porque son muchas horas.
–¿La responsabilidad que asume porque la ficción toma el nombre de su personaje tiene una correspondencia fuera del set? ¿El ser protagonista le reclama la responsabilidades extras?
–Hay distintas maneras de llevar un protagónico. No soy de las que asumen visiblemente el rol de capitán, arengando al elenco y al equipo. En todo caso, trato de predicar con el ejemplo. Soy de la escuela Cris Morena. La primera que llega al estudio soy yo. También soy la última en irme. Siempre tengo la letra sabida y le pongo buena onda aunque grabe cuarenta escenas diarias. La responsabilidad es el mejor ejemplo. No fui protagonista siempre. Me han tocado protagonistas de todos los estilos. Algunos buena onda, otros mala onda, los que marcan la diferencia y los que no... Pasé por todas las circunstancias y papeles. Me manejo como lo hice siempre. Tengo el privilegio de poder trabajar de lo que me gusta. Lo que quiero es disfrutarlo, que no sea tedioso venir a trabajar cada día. Me ha pasado de estar en grandes éxitos y no tener ganas de ir a trabajar. Lo humano no es un factor menor en la TV. Estamos tanto tiempo trabajando juntos, que dejar a mis hijos todo el día para venir a trabajar a un lugar a pasarla mal, no es una opción para mí. No negocio el clima de trabajo por el éxito.
–¿Tan importante es el clima de trabajo para un actor, o es lo suficientemente profesional como para sacar lo mejor de sí aún en dinámicas de trabajo tensas?
–Por supuesto. ¡He trabajado en cada clima de trabajo tenso! Esto no deja de ser un trabajo, estoy contratada y voy. Un mal clima de laburo no condiciona mi trabajo, pero es horrible el antes, el durante y el después. Es un ambiente en el que hay mucho ego. Y el ego no es buen compañero para los actores.
–Son difíciles los actores.
–Los actores somos muy difíciles. En cierto modo, Fanny, la fan lo va a reflejar. La ficción va a mostrar el ego de los actores, los problemas de los productores, las cosas que se ponen en juego en un set de televisión... La serie va a contar el detrás de escena de la pantalla. Estuve en todos los lugares, y me topé con un montón de protagonistas copados y otros que dejaban mucho que desear. Incluso, me ha pasado de compartir elenco con actores que criticaban la mala onda de la protagonista y esa misma persona, cuando llegó a ser protagonista, se transformó en lo mismo que criticaba. Las circunstancias pueden cambiar, pero hay actitudes que tienen que ver con la humanidad. Incluso, hasta con la inteligencia egoísta, porque siempre es preferible comandar un grupo que la pase bien que uno que sufra ir a grabar todos los días.