“Una vez, en tiempos de Chiquititas, me invitaron con una amigas a la inauguración de un parque temático”, recuerda Cherri cuando se le pregunta por las consecuencias de la fama. “Los organizadores nos subieron al martillo, esa suerte de péndulo que va de una punta a la otra. El juego duraba tres minutos. El problema es que la gente me reconoció, no a mí sino a Mili de Chiquititas, y se empezó a juntar alrededor del juego. Los organizadores, al ver que la gente se agrupaba, subieron la orden de que siguiéramos ahí arriba, con el problema de que todas empezábamos a descomponernos. Al bajar, nos rodeaban cientos de chicos, que encima no controlan el amor, y no paraban de abrazarme y de llorar alrededor de Mili. Mis amigas todavía recuerdan que lo único que querían en ese momento era alejarse de mí”.