¿Quién es ese lector agazapado en el anonimato, que espera a que uno diga una boludez para burlarse? O, como diría Arlt, para "alacranearte". ¿Quién ese ese lector que lee como se le da la gana, sin respetar el esfuerzo, la sabiduría, la trayectoria del que escribe (en este caso yo)? ¿Quién le otorgó ese derecho?
Perro viejo, uno sabe que no es posible controlar cómo será leído. El lector puede ser culto o alguien que lee una nota por primera vez, un esquimal, un vecino. No es posible especular con el efecto que van a causar en sus cabecitas locas de librepensadores, los argumentos, la trabajada sintaxis, las bromas, etc. Ni hablar de cómo le va a caer a su sensible hígado la parodia, el absurdo, la ironía...
En principio, ese lector no es un individuo, sino un lector colectivo, diverso, incómodo y hasta caprichoso, al punto que del grupo se puede desprender alguien que te felicita por la misma frase que hace enojar a otro. Se podría decir que hay una tendencia de lectura que se define en grupos: derecha, izquierda, mujer, hombre, joven, no tanto, terrateniente, monotributista, obrero, burro, sabelotodo, etc.
Cada uno de esos lectores (de esa colectividad anónima), igual que el escritor, está inmerso en una tradición (Borges, Maradona, golpes de estado, choripán, etc.), y en un momento emocional. Por eso no es lo mismo leer a Bécquer enamorado que leerlo cuando ella se fue con otro. Ahí "La llama de tu amor" será el fuego que quemó el asado, y "la ofrenda de mi vida" será devolveme lo que me afanaste, bruja.
Sabiendo ahora que mi quisquilloso lector está atento: ¿no me convendría ponerle comillas a la palabra "bruja", para que se entienda que no es violencia de género, sino una broma de un hombre que nunca maltrató a una mujer? ¿"Comillas"? Hummm...
Dice Umberto Eco en "El lector modelo"...el texto está plagado de espacios en blanco, de intersticios que hay que rellenar; quien lo emitió preveía que se los rellenaría y los dejó en blanco por dos razones (...) un texto es un mecanismo perezoso (o económico) que vive de la plusvalía de sentido que el destinatario introduce en él (...) un texto quiere dejar al lector la iniciativa interpretativa, aunque normalmente desea ser interpretado con un margen suficiente de univocidad. Un texto quiere que alguien lo ayude a funcionar".
Clarito, ¿no? Es lo mismo que dije yo en criollo. Pero, si yo fuera editor de ese texto, hoy, le pondría comillas a "perezoso", "plusvalía", "univocidad". ¿Dice lo mismo con las comillas que sin ellas? ¡No! Las comillas protegen (como una hoja de ruda lingüística), de lecturas "perezosas" y "ambiguas". Y le avisa al lector que esa "palabra" tiene que ser leída con más atención y "tolerancia", buscando su "otro sentido".
¿Entonces, Chiabrando, podría preguntarme usted, perezoso lector de mi corazón, por qué no le ponemos comillas a todas las palabras, así evitamos "enfrentamientos", "disputas", "desencuentros", "grietas"? Yo no descarto que lleguemos a eso. ¿Cómo volver a usar las palabras yegua y gato sin verse obligado a una comillosa aclaración? Ni hablar de puto, puta, maricón, gordo, negro, mogólico. ¿Y si un día reemplazáramos la lengua por emoticones? ¿Por qué no, si todo cambia?
¿Y qué me dice de los proverbios? La mitad ya ni se pueden usar sin comillas, sea por machistas, racistas, discriminadores, etc. Eso o ponerle comillas a todo. Las comillas van a terminar por dominar el mundo.
Todos somos "algo", y desde ese algo leemos. Como se leen los textos, se lee la vida. La forma en que se lee un texto es una declaración de principios, tanto como su escritura. Los "mejores" lectores serían aquellos que nunca dejan de lado una mirada global, sin prejuicios, que pueden saltar de una lectura lúdica a una ideológica, capaces de rechazar una nota desde lo ideológico pero apreciarla por su inteligencia. O apreciarla por lo conceptual a pesar de estar mal escrita. Esos lectores, en principio, no necesitarían comillas para cada palabra.
¿"Malarriado" lector, está usted en ese grupo? No es una "obligación", es una "elección", un "derecho", pero que podría no "ejercerse".
¿Pero, Chiabrando, cuál es el "problema" de leer a la bartola? Ninguno, digo yo antes de que se me enoje. Y varios, aclaro, por si lo anterior le cayó mal. El problema de leer (siempre y todo) parado en un lugar "unívoco", parafraseando a Eco, es el riesgo de leer siempre igual, siempre como un lector de izquierda, feminista, reaccionario, etc.
Al leer siempre como alguien de izquierda, se corre el riesgo de ver derechosos donde no los hay (y en este país hay para hacer dulce), o se corre el riesgo de tomar como de derecha al que escribe porque se le ocurrió decir que la inmigración es un problema que habría que analizar, en lugar de decir "la inmigración es un problema que habría que analizar". ¿O las comillas serían en otro lugar?
Volviendo a Eco, ¿hay un lector modelo? Llamamos lector modelo a una idealización que sirve para entender. Porque ni yo soy siempre un lector modelo de lo que escribo. Cierro la nota el viernes y la releo el domingo y a veces estoy en desacuerdo. Uno es lo que come, dice un proverbio que sobrevivió a las comillas. Uno es cómo lee, digo "yo, que nunca me equivoco".
Y no olvidemos los estados emocionales, que no es lo mismo que la ideología. Acá una ideología te dura un año o dos. Aunque no faltan los cabezones que se dicen peronistas o radicales de por vida. Lo emocional cambia de la mañana a la tarde, al recibir la boleta de la luz, por ejemplo. Hasta cuando dormís. Te acostás optimista y te levantás hecho un estropajo depresivo. Y en ese momento se te da por abrir el diario y leer, y desde ese "bajón" leerás.
Un probable antídoto es la "cultura", pero vaya a saber uno lo que esa palabra significa. Ahora, si la cultura del lector es importante (desde entender a Lacan, hasta saber de motores), una "cota de malla" contra ciertos males, la ignorancia es una "armadura". El que se mantiene en la ignorancia ha elegido leer desde su "no leer", que es el estado más difícil de desarticular. Una "patada en el culo" es lo que se "merece".
También hay lectores que no cambian, ni aunque cambie su estado emocional. Por ejemplo el resentido. Cuesta criar un resentimiento, no es cuestión de darle de baja porque a Chiabrando se le ocurra.
Ante la duda, y como en el capitalismo todo se vende, uno puede hacerse un test para medir si es un lector ineficiente o eficiente. En lo que a mí respecta, medime "ésta", esta nota que escribo de todo corazón.
¿Debe uno acomodarse a ese grupo de lectores? No, pero es casi inevitable, aunque sea imperceptible. El riesgo es no decir lo que se debe o se siente, ir acomodando la mirada al conjunto, sobre todo en temas sensibles como violencia de género, o discapacidad. Hay temas que ya ni se pueden mencionar, por muchas comillas que pongas, por ejemplo los "chistes sobre mujeres".
Si la realidad está compuesta de grieta política, problemas de género, enfrentamientos sociales, miedo al futuro, odio viejo, odio nuevo, cuentas sin saldar y una injusticia más vieja que la injusticia, ¿cuánto falta para que "todo" lo que se escribe y se diga lleve comillas? Dicho esto, lo mejor es gritar "vaffanculo" a los cuatro vientos y escribir lo que a uno le gustaría leer y chau. Y al que no esté de acuerdo, que salga afuera, que lo esperan un par de "soplamocos". Comillas "a mí...".