Por su historia, Termas de Río Hondo se posiciona como la ciudad santiagueña del turista que busca relax. Algo del folklore de su siesta parece hacerlos fuertes en ofrecer descanso, porque más de 50 mil turistas la visitan cada año y es considerada el spa de América Latina. Desde este mes, la línea aérea Andes ofrece dos vuelos directos por semana y facilita recorrer, en apenas una hora y media, los 1154 kilómetros que separan Buenos Aires de Termas. Además del calor y las propiedades de sus aguas, desde hace algunos años la ciudad trabaja en una propuesta audaz: sumar a la calma y relajación termal la velocidad y adrenalina del autódromo inaugurado en 2008, ubicado entre los más completos de la región y apto para competencias de automovilismo y motociclismo de nivel internacional. Desde entonces, Termas no es solo una ciudad para bajar un cambio: cada turista puede regular la velocidad a gusto.
PROTOCOLO TERMAL Los que frecuentan esta ciudad saben que hay todo un protocolo para disfrutar las termas: se entra a las piletas, se llega a un estado en el que el cuerpo se vuelve dócil y uno se queda pensando en nada. Después se sale un momento para recuperar la presión normal y se vuelve a empezar. En las termas del hotel Amérian, el barman Nelson Carrizo ve repetir el procedimiento muchas veces porque su barra está junto a la pileta. Asi que su trabajo es ayudar a recuperar la temperatura con una cuota de hielo a los que están en el impasse. Además de cómo preparar un buen Campari, Nelson sabe todo sobre la ciudad: “Existen 14 napas distintas que proveen el agua termal. Si cavás 100 metros, la temperatura es de 25 grados. Acá el pozo es de 250 metros asi que la temperatura llega a 53 grados”. ¿Pero por qué eligen venir a termas en vez de calentar agua y llenar sus bañeras? Nelson explica con un estudio del encanto de estas aguas: “Aunque vienen más que nada a relajarse, se sabe que alivia dolores reumáticos y problemas respiratorios”. Y este saber ya es antiguo: los incas, que las usaban para sanar “males físicos y espíritus cansados”, las llamaban “milagrosas aguas calientes”.
Hay otras piletas que son públicas y pueden visitarse gratuitamente en Termas, como la del camping La Olla. Cada fin de semana llegan a este complejo varias familias equipadas para pasar el día. A las dos piletas circulares de distinta profundidad las rodean unos diez puestos donde se consiguen las comidas típicas, artesanías y souvenirs. En un puesto que ofrece objetos en madera para la cocina está Patricia, una habilidosa vendedora y autodidacta del marketing que vende tablas de todos los tamaños y formas pensados, utensilios y adornos. Arma combos: si llevás una tabla, te regala una cuchara. Si llevás dos tablas grandes, va gratis una más chiquita. Como resultado, los visitantes se van con varios recuerdos y futuros problemas para hacerlos entrar en sus valijas.
Junto al puesto de Patricia una pava enorme larga vapor y en la misma mesa se tuesta una tortilla. De fondo se escucha el sonido que emite un parlante de otro vendedor: no son chacareras pero el audio es igual de autóctono, en ese puesto se venden CD de música, aunque el hit de ventas son los chistes locales. “Se necesitan durmientes para el ferrocarril, decía un aviso. Se presentaron cinco mil santiagueños”, emite el aparato de sonido. Son efectivos, porque en dos minutos una pequeña platea va a rodear al vendedor.
REFUGIO VERDE La reserva Natural Urbana Tara Inti también está dentro del circuito slow de Termas de Río Hondo. Está ubicada a unos tres kilómetros del centro, en una isla del río Dulce, por lo que para llegar hay que cruzar un puente colgante de 200 metros de largo, que de noche se ilumina con los colores de la bandera provincial. En este lugar se protege la fauna y la flora de la región. Se la recorre por una pasarela donde se indican las especies que podrán verse, entre las que se encuentran una gran variedad de aves, como horneros, chingolos, loros y cotorras, además de mamíferos pequeños como nutrias y carpinchos, y reptiles como serpientes y tortugas. También aparecen animales prehistóricos: son los dinosaurios traídos de Tecnópolis. Tara Inti, que significa Isla del Sol en quichua, es una reserva con unas 17 hectáreas de superficie, y un buen paseo en sintonía de descanso.
EL HOTEL DE “EL CHUECO” Desde su entrada, el Termas Uno Hotel aparece como el sueño de cualquier niño hecho realidad. La construcción, curvilínea, de alta gama, compuesta de dos alas, se yergue como una pista de carreras de juguete, pero de diez mil metros cuadrados. Un enorme homenaje al piloto argentino más reconocido de todos los tiempos y construido en el mismo predio donde se encuentran el Autódromo y el Museo del Automovilismo, que están en las afueras de la ciudad (a unos tres kilómetros del centro). Desde las ventanas se ve toda la costanera del Embalse Río Hondo bordeada de palmeras y en sus habitaciones todo nos hace volver a Fangio, hasta las batas que se ofrecen para visitar sus piletas termales, dignas de una estrella del automovilismo.
Termas Uno tiene dos edificios: el de la entrada –con siete niveles– que está conectado con un puente al segundo –de cuatro niveles–, donde se encuentra su spa. Además de las piletas, el spa del hotel tiene un sauna seco (bueno para desintoxicarse); un baño de vapor (bueno como expectorante); pero lo mejor del lugar son sus cuatro gabinetes de masajes, bautizados como los autos de Fangio: Maserati, Ferrari, Chevrolet, Ford. Ahí adentro las masajistas solucionan contracturas y los engranajes salen aceitados. Hay dos opciones: una sesión relajante de 50 minutos, o Fangio Premium, una sesión que dura una hora y veinte, incluye aromaterapia y vuelve al auto al kilómetro cero.
El hotel es frecuentado por el piloto Valentino Rossi y por muchos otros de los que vienen a competir al autódromo. Los deportistas usan más que nada el gimnasio. “Solo vienen al spa cuando terminaron las carreras”, dice Roxana Velázquez, una de las personas al frente de ese espacio. Uno de los pocos que no viene a este hotel es el rival de Rossi, el piloto español Marc Márquez. “Es que hay mucha rivalidad”, explica Roxana, “mirá si se cruzan en el sauna”.
CALENTANDO MOTORES Desde el hotel, el autódromo y el museo están a unos pocos metros. El primero comenzó a construirse en 2007 y se inauguró un año más tarde. Fue una obra del gobierno provincial para la que se invirtieron 144 millones de pesos. Igual que la cantidad de napas que proveen a la ciudad de agua termal, la pista tiene 14 curvas y una extensión total de 4,8 kilómetros. Cada año recibe a pilotos y espectadores de las principales categorías de automovilismo nacional, como Turismo Carretera, TC2000 y Top Race. Aunque empezó como un circuito provincial, en 2013 recibió una homologación de la Federación Internacional de Automovilismo, lo que consagró a este autódromo como un circuito internacional.
A su lado está el Museo del Automovilismo. Una de esas visitas que sorprende, especialmente a aquellos que ignoran absolutamente todo acerca del mundo fierrero: para ellos es también un paseo fascinante. Los números de visitas dan cuenta del interés que genera en el público: en 2015 lo visitaron 140 mil personas y el boca a boca hizo crecer la cifra al año siguiente, cuando llegaron otros 160 mil turistas. Este año, la expectativa es superar la cifra anterior nuevamente. El éxito se debe, en buena parte, al trabajo impecable de sus guías, que reciben a los visitantes de mameluco blanco como el de Fangio y que dedican tiempo a contar cada una de las historias detrás de los 28 autos y 40 motos que van rotando en exposición.
Verónica Alderete es una de ellas y además de mameluco blanco lleva antiparras de piloto colgando del cuello y transmite la enorme calidez que caracteriza a toda la provincia. Ahora, parada en el medio del salón principal del museo, presenta a las estrellas de la temporada. Lo que más interesa ahora es el Mach 5, el auto de Meteoro, exhibido sobre un escenario circular, con una imagen del personaje japonés de fondo. “Hay otra estrella”, aclara Verónica, y apunta a un auto beige. Es “El justicialista”, un modelo fabricado entre 1953 y 1955 por la Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), durante el segundo gobierno de Juan Domingo Perón. Se trató de un modelo exclusivísimo del que se fabricaron apenas 167 autos. Solo uno fue exportado: fue un regalo del exmandatario a su par de Nicaragua, Anastasio Somoza García.
En este mismo piso hay un bonito Delahaye de 1939 y un auto de Fórmula 1 que están entre los más fotografiados del museo. También hay antiguos surtidores de combustible de YPF, un casco de Valentino Rossi y miniaturas de autos clásicos en una vitrina. Uno de los detalles más impactantes de este salón es cómo se exhiben los autos de Turismo Carretera, que están en uno de los laterales del salón de la planta baja, como montados sobre una curva del circuito.
Arriba, en el primer piso, además de un bar temático están las motos. Hay de competición y clásicas y datan de años que van desde 1913 a 1924. Entre las primeras se encuentra la moto del piloto Kiko González, una Zanella con la que ganó seis campeonatos seguidos. Cada vez que Don Kiko viene a una carrera, se da una vuelta por el museo para ir a visitarla. Entre las segundas hay una Siambretta del 55. Frente a este ciclomotor, una vez, una mujer que recorría el museo junto a Verónica se puso a llorar: era la moto con la que paseaba con su marido cuando eran novios y la moto con la que también se casaron. “Todo el mundo pide para pasar atrás y sacarse una foto –apunta la guía–, es una moto con la que mucha gente tiene lindas historias”.
El Museo del Automóvil es el único museo de Argentina que está dentro de un circuito y desde donde se puede tener acceso visual y panorámico a la pista, justo en frente de la recta de largada. Los 16 palcos tienen todas las comodidades (aire acondicionado, calefacción, TV HD, servicio del bar al palco y frigobar, además de una vista privilegiada). Suman una capacidad para 21 personas y se reparten entre el segundo piso, con nombres de pilotos argentinos de trascendencia nacional, y los del tercer piso, con nombres relacionados a circuitos internacionales.
Una visita a este museo no puede cerrarse sin probar cómo es estar dentro de un auto, manejando en la pista de Termas. Al menos en la virtualidad de uno de los simuladores (hay uno individual, afuera, y otro grupal, adentro) que algo nos dice sobre esa adrenalina que ahora forma parte de la propuesta de esta ciudad santiagueña y que la convierte en ciudad spa y meca del turismo fierrero al mismo tiempo. Será como decía Fangio: “El exceso de lentitud es también un riesgo”. Pero ese ya no es un riesgo que se corra en Termas de Río Hondo.