Aunque parezca extraño, todo comenzó en Bosnia. El 4 de septiembre de 1995, varios músicos de las islas británicas se lanzaron a una única sesión de grabación –en diferentes estudios– cuyos resultados se editaron apenas cinco días más tarde. La idea había sido de Brian Eno, comisionado por la War Child Foundation para realizar una obra artística que recaudara fondos y concientizara al mundo sobre la masacre de Bosnia–Herzegovina. En el disco Help estaban, entre otros, Oasis, Portishead, Massive Attack, Manic Street Preachers, Sinéad O’Connor y The Stone Roses. Pero también una banda que había superado el estigma del posible one hit wonder con “Creep” y se había consolidado con el formidable The Bends. Cuando Radiohead empezaba a preguntarse qué hacer a la hora de encarar el tercer disco, la propuesta de Eno los condujo a una asociación con el productor Nigel Godrich que terminaría generando páginas y páginas de historia grande. Grabada en apenas cinco horas, “Lucky” marcó el camino, se convirtió en la piedra fundacional de un monumento que se fue construyendo en 1996 y apareció en mayo de 1997. Para muchos, la obra cumbre de la banda de Oxford, el último gran bombazo de los años 90, una obra maestra titulada OK Computer.

Veinte años después, el disco de Radiohead no parece haber envejecido un segundo. Veinte años después, la banda celebra el aniversario con otro golpe apreciable, la reedición ampliada OK Computer – OKNOTOK 1997 2017, con el álbum original remasterizado y un segundo disco integrado por lados B y tres canciones inéditas. Y el lanzamiento resulta especialmente interesante porque Thom Yorke, Jonny y Colin Greenwood, Ed O’Brien y Phil Selway han recorrido un larguísimo camino desde entonces. Si ya en ese final de década se estaban alejando de sus primeras encarnaduras sonoras, a partir de Kid A (2000) la banda se lanzó a un modo de experimentación tan exigente que hasta terminó espantando a parte del público que se perdió en los deformes soundscapes que caracterizan a la obra más reciente del quinteto y extrañó demasiado el sonido de las guitarras y los estribillos. 

De todos modos, en un primer momento OK Computer también hizo enarcar las cejas a unos cuantos. La representante estadounidense del sello Capitol lo consideró un “suicidio comercial” y redujo sus previsiones de venta de dos millones de unidades a medio millón. Cuando el grupo porfió en lanzar como primer single a “Paranoid Android”, una canción de más de seis minutos (que originalmente duraba... ¡14!) sin estribillo reconocible, los ejecutivos caminaron por las paredes y no precisamente de alegría. Algunos meses después debieron comerse el orgullo: el disco no solo trepó alto en todos los rankings e hizo resonar las cajas registradoras de un mundo aún consagrado al formato físico, sino que además produjo una retahíla interminable de elogios por parte de la prensa especializada. El single “impasable” pasaba una y otra vez por las radios y por MTV. Los públicos de todo el mundo querían verlos en vivo. Los periodistas de todo el mundo querían entrevistarlos. La alabanza general llegó a tal punto que el grupo empezó a odiar su propio éxito; a fines de 1997, en un show en Dublín, Yorke se descubrió paralizado y aterrado ante 40 mil personas, y en su mente se dibujó la frase “How to disappear completely” (Cómo desaparecer completamente), que terminaría siendo una de las canciones de Kid A.

Sucede que lo de Radiohead fue un paso de alta audacia. En una escena algo agotada por el permanente bombardeo mutuo entre Oasis y Blur, los que terciaban en el asunto –los de Oxford, pero también Suede y Pulp– fueron quienes mejor supieron imprimir otros matices a ese asunto del brit pop. Sin abandonar aún el esquema instrumental clásico, Radiohead y Godrich convirtieron a los estudios Canned Applause y St. Catherine’s Court en laboratorios donde, sin fecha límite de entrega, las capas de sonido fueron construyendo una verdadera catedral. OK Computer, además, fue un disco de contenido lírico radicalmente diferente a lo anterior. Si en Pablo Honey y sobre todo en The Bends Yorke hizo girar su pluma sobre cuestiones personales y emocionales, en el tercer disco posó su mirada en el mundo que lo circundaba y completó un atinado retrato del mundo que llegaría con el nuevo milenio. La alienación de las hipercomunicaciones, el imperio de lo digital (la voz robótica de “Fitter Happier” es la del software de la Mac que utilizaron en el estudio), el hipócrita pragmatismo de la corporación política aludido en “Electioneering”, la falsa ilusión de la modernidad como solución plasmada en “Airbag”, la vigilancia 24 horas implícita en “Karma Police”, componen la sustancia de un álbum que es mucho más que un paquete de inspiradas canciones.

Si todo comenzó en Bosnia, la historia siguió por el espacio exterior, y eso también tuvo su influencia. El título del disco, y el del single, provienen de la versión radial de The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy, de Douglas Adams, emitida por la BBC 4 en 1978 y que el grupo escuchó entera en el bus de gira durante las presentaciones de The Bends. Allí aparece la frase “OK, computer” pronunciada por el piloto Zaphod, y el personaje de Marvin, el androide paranoico, que en la versión cinematográfica realizada por Garth Jennings en 2005 se convirtió en un robot cabezón y depresivo. Nada casualmente, en la serie radial podía escucharse el ambient marca Fripp y Eno de Evening Star (1975) y un fragmento de “Shine on you crazy diamond”: una de las influencias más apreciables de OK Computer es la de Pink Floyd, tanto en el clima “espacial” como en las transiciones melódicas de pasajes como “Lucky” y “Exit music (for a film)”, compuesta para los créditos finales de Romeo + Juliet, de Baz Luhrmann. Suele decirse que pocas experiencias se comparan a escuchar Dark Side of the Moon con auriculares. OK Computer es una de ellas.

Veinte años después

“Esta reedición está dedicada a la memoria de la Dra. Rachel Owen (1968–2016), quien murió tras una larga y valiente batalla contra el cáncer”. OKNOTOK, que apareció el viernes en todo al mundo –al tiempo que Radiohead se presentaba en el Pyramid Stage, escenario principal del festival Glastonbury, con un formidable set de 25 canciones de todos los tiempos–, une aquel pasado no tan lejano con un doloroso presente. Owen era la ex esposa de Yorke, cuyo proceso de divorcio influyó en algunas letras de Moon Shaped Pool, el disco que lanzó la banda el año pasado. Para ella, entonces, es la dedicatoria del flamante lanzamiento, que en su versión deluxe cuenta con un libro de tapa dura que recorre la época y las ideas del arte original desplegadas por Stanley Donwood y el mismo Thom. Obviamente, el CD 1 presenta el disco completo, con una remasterización que simplemente agrega potencia a un sonido original de por sí prístino. La atención, y el principal disfrute, se concentran en el disco dos.

Es que allí hay mucho para paladear. El compilado “NOT OK” de este lanzamiento permite ir al reencuentro de un Radiohead que ya no existe, con guitarras y voces aún al frente a pesar del denso entretejido sónico. Ocho de estos temas ya aparecieron en lados B o en el EP Airbag / How I Am Driving? de 1998, pero eso no le quita valor a tenerlos nuevamente a mano. Es que allí hay grandes momentos como la intensa “Pearly”, pura furia rockera conducida por un riff de Jonny, eso imposible de rastrear en producciones como Amnesiac (2001) o Hail to the Thief (2003). O “Polyethylene”, cuya parte 1 es apenas Thom y una guitarra limpia, pero que desemboca en una parte 2 igualmente adrenalínica. También figura “Palo Alto”, cuya garra eléctrica denuncia su pertenencia a los tiempos de The Bends, y donde Yorke canta que “En una ciudad del futuro es difícil encontrar un espacio / Estoy muy ocupado para verte, estás muy ocupado para esperar”: una temática ya típica del disco de 1997. Como para balancear, el ambiente espacial se hace presente en el instrumental “Meeting in the Aisle”, con una simple batería electrónica y Jonny y O’Brien entretejiendo sus guitarras sobre un tapiz de sintetizadores; o en “Melatonin”, puro colchón de teclados y batería procesada con la voz de Yorke apenas sugiriendo una letra por demás minimalista. “Reminder”, a su vez, tiene esa rítmica algo arrastrada que multiplicó las vinculaciones con aquella psicodelia pinkfloydiana.

Las atracciones principales están al comienzo, con tres canciones que en mayor o menor medida sonaron en vivo, pero nunca habían visto la luz en la forma de un registro de estudio. “Man of war” (inicialmente titulada “Big boots”) fue seleccionada como single de difusión, con un video protagonizado por un hombre adecuadamente paranoico y perseguido (puede verse en https://youtu.be/DXP1KdZX4io). Que semejante pedazo de tema haya sido descartado del playlist de 1997 se entiende solo por la presencia de otras barbaridades como “No surprises” o “Subterranean Homesick Alien”: veinte años después, más de un músico negociaría su alma a cambio de poder firmar este crescendo de guitarras y cuerdas que pinta de cuerpo entero a un Radiohead irrepetible. 

La secuencia de inéditos se completa con “Lift”, un habitué de los conciertos que ya aparecía en la gira estadounidense de The Bends, y que oficia como nexo entre la primera y segunda etapa del grupo, entre los estribillos épicos del brit pop y el melancólico vuelo que el quinteto haría propio poco después. Finalmente, “I promise”, otra canción de la vieja cosecha siempre postergada, se apoya en un redoble de tambor marchoso pero a la vez ominoso y guitarras acústicas sobre las cuales Yorke afirma que “No huiré nunca más, lo prometo / Aun cuando me aburra, lo prometo / Aun cuando me encierres, lo prometo”. La perspectiva que da el tiempo permite comprobar que el cantante y sus compañeros estuvieron lejos de respaldar esas promesas. En estos veinte años, Radiohead se dedicó a huir a conciencia de su propia marca registrada, a no dejarse encerrar, a reconvertirse de acuerdo a sus instintos y no a lo que mandara el sentido común del mercado. El éxito de OK Computer pudo haber sido una trampa, pero supieron escapar de ella. O, como bien canta el hombre del ojo torcido en “Karma Police”: esto es lo que conseguís cuando jodés con nosotros.