Desde Londres
Un dirigente político de 69 años, el líder del partido laborista, Jeremy Corbyn, es recibido como un ídolo pop por decenas de miles de fans en el más alternativo de los festivales de música del Reino Unido, el Glastonbury. Cinco gigantescas torres en Camden Town, barrio de moda londinense, son evacuadas para protegerlos de una repetición del incendio de la Grenfell Tower hace 10 días. Una de las policías más famosas del mundo por no portar armas anuncia planes para revertir esta política de cara a la amenaza terrorista que se cobró 36 vidas en los últimos tres meses.
Desde el referendo del 23 de junio del año pasado a favor del Brexit, este país tan conocido por sus peculiaridades - las manos de las calles al revés que el resto, los colectivos rojos, los policías que se sacan fotos con los turistas - ha empezado a padecerlas como una enfermedad crónica y quizás incurable.
En medio de la caótica negociación del Brexit, la UE y los británicos se burlan abiertamente de la “generosa oferta” para residentes europeos que hizo la atribulada primer ministro británica Theresa May el jueves. Angela Merkel le contesta con apenas oculto desdén que el Brexit no es una prioridad para la UE y el Banco Central Europeo anuncia los primeros pasos para hacerse con uno de los negocios más lucrativos de una City londinense que no contará ya con el paraguas europeo.
Los diarios pro-europeos británicos hablan cada vez más abiertamente de dar marcha atrás con el Brexit (“todo depende de nosotros mismos” dice ayer el diario The Guardian) mientras May busca con creciente desesperación una alianza con los reaccionarios protestantes unionistas de Irlanda del Norte de cara a la votación del jueves de su primer programa legislativo que, en caso de derrota, la dejaría al borde del precipicio.
Bienvenidos entonces al Reino Unido, el país más imprevisible de Europa, convertido lentamente en un hazmerreír de la UE que, sin embargo, puede causar un insondable daño al bloque y por extensión, al mundo. No hay caleidoscopio que permita plasmar en formato periodístico este momento de extremada agitación que vive este país donde todo parece estar cambiando a gran velocidad, pero nadie sabe muy claramente en qué dirección.
Nadie duda que la negociación con el Brexit es, en palabras de un ex líder y ministro conservador, William Hague, el más importante evento político-diplomático de la posguerra, pero ni toda la experiencia y presunto “know how” de la Foreign Office, acumulados durante casi dos siglos de ser el mayor imperio del planeta, y unas cuantas décadas más de mantenerse en la mesa de las grandes potencias, ha servido para dar una imagen de solidez de cara a unas negociaciones que deben concluir el 29 de marzo de 2019, es decir, en 21 meses.
La oferta inicial de May para proteger los derechos de los tres millones y medio de europeos que viven en el Reino Unido y el millón doscientos mil británicos en Europa fue calificada de patética por un grupo que representa a ambas partes, los británicos en el continente y los continentales en el Reino Unido. “Es absurdo que su oferta sea condicional a que haya reciprocidad de parte europea. La Unión Europea ya hizo una oferta mucho más generosa. ¿Espera que la UE ofrezca mucho menos de lo que propuso en aras de la reciprocidad?”, señala Dave Spokes del Grupo Expats Citizen Rights in EU. Una inglesa que vive en España, Sue Wilson, fue más directa. “Estamos podridos (…sick and tired….) que nos usen como peones de una negociación”, dijo a The Guardian.
La primer ministra se ha convertido en una figura que circula por el escenario europeo y británico con el aire de un fantasma aterrorizado de su propio semblante. Esa seguridad tan British que exhibió el 29 de marzo al activar el artículo 50 para iniciar las negociaciones de separación de la UE, produce ahora entre risa y pena. “Son el hazmerreír de Europa. Si no fuera tan seria, la situación sería cómica”, señala un artículo en el diario suizo Der Bund. ¿Qué autoridad puede tener una dirigente política que convoca a elecciones anticipadas en abril para que le den un mandato aplastante a favor del Brexit y por poco cae derrotada?
La apuesta de May salió tan mal que perdió su mayoría parlamentaria y ahora está negociando a la desesperada para sostenerla con un acuerdo con los Unionistas Protestantes del DUP. El DUP quiere unas dos mil millones de libras (2.500 millones de dólares) para proyectos en educación y salud, algo que puede hacer estallar a los escoceses, galeses e ingleses, que también querrían una contribución similar a sus presupuestos.
Como además el DUP es el más reaccionario de los partidos parlamentarios, hay muchos conservadores dispuestos a votar a favor de las enmiendas que la oposición quiere imponerle al programa legislativo que May presentó el miércoles. El conservador Sir Peter Bottomley es uno de los que ha firmado a favor de la enmienda propuesta por una diputada laborista para levantar la prohibición que rige para el aborto de mujeres de Irlanda del Norte, medida que, de aprobarse, espantaría al DUP.
Las febriles negociaciones hasta la votación el jueves 29 muestran a un gobierno que se mueve siempre al borde del precipicio. “Can Theresa May survive the next seven days?”, titula el semanario The Week. Según algunos analistas, la maquiavélica estrategia de los conservadores es mantenerla hasta el fin de la negociación por el Brexit. “El Brexit va a terminar muy mal. Los conservadores necesitan un chivo expiatorio”, señala Martha Hill en The Guardian.
Mientras tanto el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, goza de una popularidad bautizada como Corbynmanía. En Glastonbury decenas de miles de jóvenes cantaron al unísono su nombre cuando subió al escenario a presentar el dúo hip-hop Run The Jewells. La última encuesta predice un triunfo de Corbyn en caso de que haya nuevas elecciones. La posibilidad es remota en las próximas semanas, pero no inexistente a mediano plazo. En el matutino conservador Daily Telegraph la historiadora Catherine Haddon señala que si este jueves el programa de gobierno que presentó May es derrotado en la Cámara de los Comunes, el laborismo presentaría una moción de confianza en su gobierno que podría forzar su renuncia.
Si el panorama político se parece a una sala de emergencia, en las calles se vive una similar sensación de extrema incertidumbre e inseguridad. A la evacuación de unos 800 residentes de cinco edificios en Camden Town el viernes, se añaden otros 11 edificios identificados en el Reino Unido que usaron el mismo tipo de revestimiento inflamatorio que convirtió al Grenfell Tower en una bola de fuego el miércoles 14 dejando un saldo de unas 79 personas muertas, un número incierto de desaparecidos y más de 500 familias en la calle. En el estado de pánico generalizado que generó el incendio, circulan versiones de que muchos hospitales, escuelas y edificios públicos están construidos con el mismo tipo de material.
La economía empieza a reflejar este panorama enrarecido e impredecible. A un año del referendo, la economía está empezando a sentir el impacto. El primer trimestre creció un 0,2%, medio punto menos que en el trimestre previo, el peor desempeño entre países del G7. El Banco Central Europeo aumentó la alarma esta semana al indicar que si el Reino Unido abandona la UE, tendrá que ejercer un control mucho mayor de los productos financieros en euros que usan la City, un negocio por valor de unos 850 mil millones de euros diarios.