“Uno no iba a divertirse a un show de los Redondos. Iba a encontrarse con el peligro y con una especie intensa de fiesta, con euforia pero sin sonrisas, porque la dicha no es una cosa alegre. Cada generación tuvo, y tiene, sus Redondos. Los míos fueron los Redondos oscuros”
La definición de “Los Redondos” pertenece a la escritora Mariana Enríquez, y puede leerse en el prólogo del libro Fuimos Reyes. La historia completa de Los redonditos de ricota, de Mariano del Mazo y Pablo Perantuono, lanzado en 2015 y reeditado este año, en una versión corregida y ampliada.
En el libro, del Mazo y Perantuono recorren la historia de la Los Redondos e intentan descifrar el misterio que la sigue posicionando como la banda con el pogo más grande el mundo a pesar de su separación hace 20 años -el último concierto de Patricio Rey y sus redonditos de ricota fue el 4 de agosto de 2001 en Córdoba-.
La nueva edición tiene, entre otros “extras”, un reportaje a Walter Sidotti y Hernán Aramberri, ambos ex bateristas en diferentes períodos de la banda. “Volvemos a sacar el libro con una actualización necesaria de todos lo que ocurrió en estos seis años”, definió del Mazo en diálogo con Gabriel Cócaro en La casa invita.
“Comprobamos en todo este proceso que Los Redondos están más vivos que nunca, están en el corazón de la gente, es un fenómeno que se transmite de generación en generación”, añadió.
Leé un fragmento del libro
Para la banda, trabajar en un estudio propio era una experiencia nueva y enriquecedora. Pero para Solari resultó especial, porque además de ser local y de adecuar ese ambiente a su gusto –una especie de playroom futurista y profesional–, poder contar con ese espacio exacerbó su vida monástica. Si hasta ese momento se exhibía poco por temor a provocar estampidas, a partir de entonces su intervención en la vida pública fue casi nula. Tenía cincuenta años. A mayor edad, mayor fobia y hermetismo.
Mario Breuer: Fue el Indio quien decidió cambiar las texturas de Último bondi…, lo que lo convirtió en un disco casi experimental. Empezó a meter armonías raras, distorsiones, y se involucró muchísimo con la música, ya que tenía muy claro hacia dónde quería llevar el sonido. No es que arrebató el espacio de Skay, sino que, de alguna manera, Skay dijo: “Si la tenés re clara, metele, somos compañeros”. El Indio empezó a tomar mucho más protagonismo en la producción del disco. Las mezclas las cerró él. Decía: “OK, estamos”. En un comienzo, hasta a Skay le caía con cierta simpatía… Es una opinión personal, pero creo que tuvo una sensación de relax, como diciendo:“Y bueno, el disco lo hace el Indio, yo voy y toco las guitarras”. Obvio que hizo muchas más cosas que tocar la guitarra, pero como que se lo dejó al Indio…
Con Breuer había empezado a colaborar Eduardo Herrera, un auxiliar que fue subiendo de “categoría” dentro de la dinámica meritocrática del grupo. De ser un asistente personal de Skay, fue mutando en su especialización. Primero fue ayudante de Breuer en el proceso de grabación y mezcla; luego, en la medida en que el ingeniero – que trabajaba con otras bandas– no podía dedicarse fulltime a los Redondos, se convirtió en responsable de ese trabajo. En cuanto al nuevo rumbo, Skay y el Indio aclararon que si bien podía resultar sorpresivo para el público, ellos hacía tiempo que masticaban esas ideas. En un reportaje en el diario Clarín antes de la presentación del disco, Solari dijo:
Este trabajo del sonido, que parece una novedad, en nuestros demos está desde hace mucho. Yo ya componía a partir de la computadora y el sampler y después reemplazaba la programación por la banda, pero quedaban muchas texturas por el camino. Ahora decidimos dejar las cosas sin que el pulso rockero de los Redondos se apoderara tanto del asunto. Y, en realidad, el acto fundacional tiene que ver con Luzbola, que es nuestro estudio propio. La tecnología te permite plagiar, secuestrar sonidos y eso es rico porque amplía el campo posible de la música. Para nosotros, a esta edad, sería un castigo tener que estar todos los sábados chan, cha-chan (tararea su legendaria “Mariposa Pontiac”). Eso ya es trabajar de uno mismo, hacer de clásico. A mí siempre me interesaron más los David Bowie que los Eric Clapton de esta vida (…) Desgraciadamente parece que hemos cometido un atrevimiento. Y a mí lo que me gustaría es que se atrevieran todos los demás. Cuando eso suceda, dejaré de escuchar mi colección de 1.700 CD’ y estaré viendo a quien salta por encima de los decorados del rock.
Con el disco grabado y acaso fascinado por el sonido de Bristol, Solari le preguntó a Breuer si era factible ir a mezclar y masterizar Último bondi…a Inglaterra. Breuer, que no conocía Londres y se sentía seducido por ir, hizo las averiguaciones correspondientes. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que alquilar un estudio en Londres costaría el doble que hacerlo en Nueva York. Llamó al Indio y le sugirió que desistiera de la idea, y que regresaran a Estados Unidos. Solari aceptó y Breuer, en un viaje previo, aprovechó y conoció los estudios RPM, que supieron ser de Phil Ramone por muchos años.
Mario Breuer: Fuimos ahí: divinos, muy bien ubicados, equipados de cosas hermosas, y quedamos muy contentos.