Este miércoles se cumplieron 66 años de una de las masacres más monstruosas que ya se ha registrado en nuestra historia: el bombardeo de la Plaza de Mayo.
Me parece que es oportuno ver las similitudes de aquel odio, de aquel desprecio, de aquella necesidad de terminar con el otro y de aquel salvajismo al de hoy. Lamentablemente ese odio sigue vivo.
Hace 66 años, más de 350 personas argentinos y argentinas, trabajadores transeúntes, fueron asesinados en nombre de la defensa de la libertad.
Otra vez la libertad para justificar la monstruosidad de un poder concentrado y oligárquico que no tolera no poder decidirlo todo.
En esta lógica de apropiarse de las palabras populares y nutrirlas de otro contenido se animaron a llamar a aquel acto revolución y hablaban del dictador de un país amenazado por el autoritarismo.
El del 55 era hacia a Perón. Ese mismo odio hoy es hacia Cristina. En nuestra patria grande ese odio en algún momento se lo posicionó en Hugo Chávez, en Evo Morales o Lula da Silva.
Distintas personas con idénticas acusaciones y una misma supuesta batalla por la libertad y en nombre de la República y en nombre de la nación y en nombre de salvar a la patria. Idéntico relato.
Hoy cambian las metodologías. Revolución Libertadora. Proceso de reorganización Nacional. Grandes títulos para las páginas de sus diarios para silenciar un crimen.
Si han existido crímenes en nuestra historia, ha sido el bombardeo a la Plaza de Mayo y por supuesto, los 30000 detenidos desaparecidos.
No es que yo quiera comparar a Isaac Rojas con Bullrich, Macri. No. Pero si les asigna el mismo odio, idéntico.
No es que quiera compararlo a Rojas con Bullrich o Macri, pero sí asemejar su odio, su desprecio a los trabajadores, su desprecio a lo popular. Trabajaron sistemáticamente en contra de los derechos del pueblo hasta el límite de la vida.
Muchas veces me pregunto ¿los Macri, los Bullrich, hubiesen sido capaces de bombardear en otra época? A veces hasta me da miedo dar la respuesta.
Y después también me pregunto por qué nos sorprendemos que hoy jueguen con la vida de los demás y que no les importe nada la muerte. Quizás porque la respuesta sea que en aquella época hubiesen hecho lo que sucedió hace 66 años atrás.
Son distintos nombres, pero el huevo de la serpiente es uno y se rompió. Hace 66 años se asesinaba por odio de clase, por no tolerar a los que quieren construir una Argentina distinta. Aquellas bombas luego fueron desapariciones y tortura y más tarde hoy son fallos y tapa de diarios.
El objetivo es el mismo terminar con el otro, con ese otro popular. Somos el resultado de toda esa historia. Somos el resultado de toda esa lucha. Son los odios idénticos, los nombres cambian las luchas y las resistencias también son idénticas.