No puedo recordar qué estaba haciendo hace 35 años a esta hora. Supongo que estaba durmiendo, porque México tiene dos horas menos y a esta hora en la que el sol empieza a iluminar de rosado los edificios más altos de la Ciudad de Buenos Aires a esta hora en México seguramente es la oscuridad total. Es muy probable que estuviera despierto, porque no se podía dormir en aquella circunstancia del partido que se iba a jugar frente a Inglaterra.
Cómo nos mentíamos. La guerra no tiene nada que ver con el fútbol. No mezclemos las cosas, decíamos y pontificábamos. Pero la realidad es que teníamos la guerra clavada como una enorme espina y que el partido en algún lugar impreciso y metafórico lugar tenía que ver con la guerra, con aquel dolor.
Y era Diego Maradona el que se iba a hacer cargo junto con sus compañeros. Fue Maradona el que entrando a la cancha les fue diciendo "estos nos mataron a nuestros pibes". No era así, era injusto, los jugadores no tenían nada que ver, pero Diego trataba de hacer entender quiénes eran aquellos a los que necesariamente tenían que vencer.
Para Inglaterra quizás hubiera sido un triunfo especial, pero uno más. Para Inglaterra no era lo que para la Argentina. Para la albiceleste, para Maradona y su muchachos, era algo muy grande lo que salían a buscar.
Todos éramos conscientes de lo que pasaba el día previo, la noche, todo el transcurso de la jornada fue tremendo. Esperando el partido, esperando el arranque de la tarde para que el partido le diese a la Argentina lo que es la mayor satisfacción del deporte y una de las más grandes de toda la vida.
No hay un momento más unánime y más perfecto para los argentinos que el gol de Diego. Nunca todos gritaron tanto al mismo tiempo. Los goles también tienen sus divisiones, también tienen gente que puede celebrarlo o no. En aquella ocasión, prácticamente dejando fuera algún sector periodístico que estaba mortificado porque la Argentina podía ganar el Campeonato del Mundo, hay que decir que todo el pueblo lo festejó.
Así que hace 35 años todos los argentinos estaban a buenas con la vida. Llenos de orgullo, con el amor por las artes, porque todo eso tenía ese gol, gracias a Diego Armando Maradona. Por eso lo estamos recordando tan especialmente, porque ahora tenemos el dolor de que no está Diego para la famosa llamada repetida de las radios de la televisión para preguntarle cómo se sentía el día del gol a los ingleses.
Ya no está Diego. Por primera vez no está Diego y eso hace que esté 22 de junio sea todavía más especial. Y lo vamos a hacer inolvidable. Hoy a las 16.09 horas, cuando mucha gente sume sus voces para que el grito llegue al cielo. Para que al mismo tiempo, en algo esotérico, estemos todos viviendo de nuevo aquel gol de 35 años atrás. Aquella maravilla. Aquella jugada tan artística pero que tiene tanto coraje.
Hay que tener coraje para llevar la pelota. Todo ese recorrido desde la mitad de la cancha. Y dale que te dale. Y sale uno y sale el otro. Y siempre escapando a los ingleses.
Hay que tener coraje para seguir. Hay que tener coraje para decidir que va a definir uno la jugada. Que ya no hay más remedio, que ya no se puede apoyar en Valdano o en Burruchaga, que venían acompañando la acción. Era él.
Hay que tener coraje, como en la final lo tuvo Burruchaga cuando corrió y corrió en soledad. Siempre digo cómo nos separó de golpe y dijo no, esto es demasiado. Yo me vuelvo y se iba de la cancha. Y lo mismo Diego, cómo en algún momento no lo dijo, pasó la pelota y ya estaba bien. Después de la primera escapada, si Diego pasaba la pelota, Burruchaga estaba bien. Era una gran jugada. "¡Qué genio ese Diego! Cómo le pasó la pelota Burruchaga después de escapar a tantos adversarios". Estaba bien, pero él siguió.
Se la podía dar a Valdano, que acompañaba la jugada. Después del partido le dijo "vos sabés que venía buscando la manera de pasártela", pero siguió. Siempre siguió y decoró la jugada en una verdadera obra de arte, dejando a los ingleses tendidos en el piso y dejando a los argentinos colgados de la gloria.
Hoy es un día especial. Todos podemos hacerlo todavía más especial. A las cuatro de la tarde y nueve minutos, todos estamos invitados.