Ayer se dieron a conocer algunos dichos del cantante El Dipy, donde de alguna manera justificó la dictadura. Mezcló el genocidio con Perón. Habló de Chávez y banalizó la lucha de las Madres y de las Abuelas de Plaza de Mayo.
Mezcló todo con todo, sin ningún concepto, sin ningún argumento más que una lógica de hablar por hablar con varias síntesis equivocadas sobre lo que fue la dictadura militar.
Quiero retomar este tema no para contestarle a Dipy, sino para reflexionar acerca de por qué a muchos y a muchas les enoja, les molesta y hasta critican que se le conteste y que se le de identidad a sus dichos.
Muchos sostienen que no hay que darle entidad porque no vale la pena el mensajero y que por otro lado, no hay que estar todo el tiempo repitiendo el mensaje a partir de la crítica a lo que se dice.
Es sobre esto que me quiero expresar, porque también habla un poco de cómo desde el campo nacional y popular damos determinadas luchas. Hay una mirada que está posicionada sobre la necesidad de contestar y de plantar bandera cada vez que desde el poder concentrado, desde las distintas expresiones de la derecha, quiera instalarse nuevamente el negacionismo.
Cada vez que un personaje así habla, alguien debe plantar bandera. Por varias cuestiones. Primero, porque la lucha por la memoria, la verdad y la justicia es una lucha desde la acción política y judicial, desde la disputa histórica, desde la atención por un lenguaje, desde lo simbólico, desde lo gestual, desde lo educativo. Y es permanente.
La lucha por la memoria, por la verdad y por la justicia. No tiene un solo camino, un solo recorrido y mucho menos una etapa para recorrerlo. No es una batalla unidireccional, es una batalla que se abre en muchas direcciones, pero que además, insisto, es constante y es colectiva.
Que desde el campo nacional y popular no se le salga a contestar a estos personajes no significa que el relato de ellos deje de imponerse. Se impone de igual manera. ¿Por qué? Porque precisamente ellos tienen la mayor cantidad de herramientas comunicacionales y la posibilidad de la instalación de su relato, que se transmite o se instala como un pensamiento único.
La imposición de su relato la tienen garantizada. No depende de nosotros. Que su relato se imponga o no. Entonces hay que salir al menos al cruce de ese relato para de alguna manera poder contrarrestar ese poder arrollador de sus mentiras.
Hay que levantar la voz una y otra vez. Buscar el cómo sigue siendo un desafío. Pero hay que levantar la voz una y otra vez porque hay nuevas generaciones por las que seguir dando las luchas y las disputas.
El Dipy es simplemente un instrumento de la derecha que bastante lo manipula y lo usa. Una personalidad como la del Dipy llega a espacios socioeconómicos y socioculturales y a una franja etaria que no vivió la dictadura y que quizás no haya profundizado mucho sobre ella.
Por lo tanto, la lucha por la memoria, la verdad y la justicia es una lucha de por vida en todos los terrenos. La lucha por los 30000 es una lucha de por vida y en todos los terrenos.
No hay que cansarse de decir y de contestar. No hay que permitir que se quiera manosear la historia, sus victorias, sus víctimas, sus dolores.
La historia la escriben los pueblos. Entonces depende de nuestra accionar, de nuestro decir, de cómo se escriba el futuro. Ante el negacionismo no hay que detenerse.