En su habitual columna de La Mañana, Fernando Borroni condena los silencios existentes a pocas horas de cumplirse 2.000 mil dias de prisión para Milagro Sala.
Se van a cumplir 2000 días que Milagro Sala está presa. Tanto hemos hablado desde aquí, desde este micrófono. Dos mil días en que Milagro está presa por el poder que la encarceló por aquellos años pero que parece ahora comparte la llave con otros carceleros.
Se ha demostrado que el poder real en muchos aspectos continúa gobernando en la Argentina. Sería injusto responsabilizar a este gobierno de no sucumbir a menudo al poder real, de lo que sí es responsable es muchas veces no enfrentarlo. Dos mil días de una prisión política de Milagro que no es otra cosa que la confirmación que la impunidad para algunos está garantizada por extraños y por propios. Dos mil días de demasiado silencio, silencio de los que nunca dan explicaciones, silencio de los que callan por miedo, silencio de quienes callan por cobardía o silencio porque consideran políticamente incorrecto hablar.
Todos esos silencios terminan siendo cómplices. Dos mil días se cumplirán en 48 horas de justificaciones de una falsa argumentación para sostener una institucionalidad democrática que legitima la impunidad de unos pocos y la injusticia para los muchos.
Injusticia en donde se recuesta la desigualdad, en donde se acomoda la impunidad que le garantiza a muchos que cambien los gobiernos pero que no cambie el poder. Dos mil días de Milagro que se transformó para muchos argentinos y argentinas en una bandera que no han bajado y que no bajaremos.
Es tiempo de Milagro andando entre las multitudes caminando, conduciendo a un grupo. Milagro no es sólo lo que hizo es lo que aún puede hacer, por eso Milagro está presa. Dos mil días que deberían quebrar todos los espejos en donde se mira el campo nacional y popular. Ninguna espejo puede devolvernos sin otra cosa que la vergüenza.