Para hablar de la pandemia hay que lograr salir de esa lucha en el barro a la que nos empuja la oposición. La oposición juega a eso pero nosotros debemos poner la discusión en su eje.
La lucha contra la pandemia lleva un talón de Aquiles al portador. En cada uno de nosotros y nosotras, en nuestra decisión individual, está el talón de Aquiles.
En esa decisión individual que hacia la respuesta colectiva vamos a encontrar la solución de la pandemia. Por más que muchos nos quieren hacer creer que la lucha es por cuidar tu ombligo la solución es siempre colectiva.
Ayer vimos a un niño que le preguntaba a una especialista de la Organización Mundial de la Salud cuándo se iba a terminar la pandemia. Esa pregunta impactó porque no había respuestas.
A veces pasa que cuando lo que vivimos lo vemos en la televisión, parece que tiene mayor importancia, mayor relevancia. Un niño preguntó lo que preguntan todos los niños: nuestros hijos, nuestros nietos y nietas, nuestros sobrinos. Y las respuestas que forzaron esos especialistas son las que forzamos los otros, porque en verdad, a veces los adultos tratamos de encontrar respuestas y dar respuestas que no tenemos.
En estos tiempos la certeza ha muerto y la incertidumbre reina autoritariamente. Ante esto hay que salir del barro y dar la pelea por lo humano. Este es el desafío.
No hay solución ni salida con la sola batalla contra los mercaderes del odio, contra los jinetes de la muerte que hoy riegan los medios de la oposición. La manera de salir de la pandemia es construyendo una nueva épica. Hoy, como siempre, esa ética es la de defender la vida.
Para defender la vida no alcanza con decir que el otro odia o que el otro multiplica la muerte. Para defender la vida hay que poner la discusiones en su eje y hay que decir que hay defender la vida es cuidar la vida del otro.
Jean Paul Sartre decía que somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros. Y es cierto. Nuestros hechos habla de los que somos y nos define. Lo que hemos hecho a lo largo de nuestra vida nos ha pulido a nuestro ser.
Ahora, Sartre dice Somos lo que han hecho de nosotros. Y ahí aparece el otro automáticamente. Lo que nos pasó en nuestra infancia con nuestros padres, con nuestras familias, con nuestros amigos, en nuestro trabajo, las experiencias humanas con los demás nos han hecho a nosotros. Nadie nace malo o bueno, no hace una sociedad, lo hace el otro.
Inevitablemente y al mismo tiempo, por suerte, el otro constituye lo que es nuestra vida. Entonces el otro nunca puede ser el enemigo, aunque existan. Y ante el horror como el que estamos viviendo de la pandemia, el otro es la cura de uno y viceversa.
Pero claro, los medios de comunicación multiplican el odio para que cada vez haya más muertos. Porque ese es el objetivo político mezquino. Hay que ponerse por encima y salir del lenguaje de la muerte que ellos imponen.
¿Será posible salir de la imagen del miedo que ellos provocan? ¿Será posible salir de las discusiones mediocres que sólo buscan poner en discusión todo para que no quede nada en el fondo?
Quizás estar a la altura de esta pandemia para darle la batalla definitiva significa salir de su juego, quitarse su ropaje y así darle respuesta a nuestra niñez.
Porque en algún momento, quizás en un rato, cualquier niño nos va a cruzar en la calle o en nuestras casas y nos va a preguntar cuándo se termina la pandemia.
Y ojalá podamos animarnos a decirle no sé, pero lo que sí sé es que en la medida en que pensemos cómo cuidar al otro y ese otro multiplique idéntica tarea, más temprano que tarde lo salvaremos todos.
Por eso necesitamos que el otro deje de ser enemigo para construir una sociedad distinta. Esto cabe para la salud, para la economía, para la sociedad y para los vínculos humanos.
Al fin y al cabo, todo esto es la definición de una humanidad que para salir de esa pandemia debe ser justa y sobre todo empática. Los adultos tenemos la obligación de encontrar respuesta para nuestros niños, que sea cree defender la vida, empezar por defenderla del otro.