Sobre el fin de la semana pasada, un esfuerzo individual ayudó a que se juntaran la ex presidenta con su ex ministro del Interior y Transporte. El intento de salvar la división del campo popular dio lugar a un notable gesto de ambos que acaso merece ser conocido por la ciudadanía.
Era dificilísimo un acuerdo de último momento, pero había que intentarlo y fue un gesto de grandeza de ambos haber aceptado el encuentro: él por llamarla sin soberbia; ella por recibirlo sin reproches.
Durante dos horas y pico intentaron el improbable acercamiento, sin los agravios a que son afectos esos grandes enemigos de la democracia que son los mentimedios hiperconcentrados. O sea el poder verdadero, el que cuenta porque condiciona, maneja y dirige al macrismo-radicalismo gobernante.
Ambos sabían que en la política argentina solamente son pasado los muertos y nadie puede anticipar ni decretar la defunción de nadie. Entonces se respetaron desde esa conciencia, y manejaron el disenso con respeto y seriedad. Lejos de los naturales intereses de asesores, amigos y seguidores, se cumplió la consigna del acercamiento: dialogar, escucharse, limar agravios, reconocer diferencias y no dar pie a ninguna concesión que lo afectara a él en su decisión, respetable y respetada más allá del desacuerdo, así como ningún guiño a las fieras que a ella la insultan porque la odian y le temen como jamás se ha odiado y temido en este país. Quizás a Perón y a Evita, y antes a Yrigoyen, y antes a Rosas. Siempre los mismos odiadores, claro está, generación tras generación.
Así ambos acordaron, respetuosamente, que el enemigo a vencer es Macri y su depredación generalizada, insensible y violenta, tan propia de estafadores. Se verá en agosto, y sobre todo en octubre, si ese acuerdo esencial fue más que palabras cordiales en un sábado extremadamente tenso y si es posible avanzar por el camino de las coincidencias.
La otra cuestión que interesa comentar hoy en esta columna se refiere, lógicamente, a uno de los tantos pagos chicos de nuestra atormentada república. En Resistencia, ciudad de nombre emblemático, el sábado pasado se vivió una gran jornada para El Manifiesto Argentino.
Aunque no se alcanzó el objetivo de afianzar la candidatura a diputado nacional de quien firma, que no fue aceptada por las autoridades responsables del Frente Chaco Merece Más, gobernante en esta provincia, fue igualmente una jornada extraordinaria. Cierto que no se pudo vencer la decisión que de antemano era sabida y hasta comprensible: que el gobernador la rechazaría, forzado a ceder ante la grosera, abrumadora y miserable presión macrista. Pero quizás no se debió ceder tanto y ése fue el punto de disenso final. Hicimos todo lo posible para convencerlo del error, pero tenía decisión tomada.
Con muchos votos asegurados, varios miles, y sobre todo un enorme entusiasmo, el saldo político para nuestro colectivo es positivo por donde se lo mire: el crecimiento fue espectacular y hoy hay miles de personas, de todas las actividades y sectores del Chaco, que conocen el Ideario y aprecian el crecimiento de El Manifiesto Argentino.
Hacia el final de la ardua jornada, y como se veía venir, obviamente no se compartió la decisión política adoptada por las dirigencias políticas locales. El Manifiesto Argentino decidió entonces no ir a las PASO con lista alternativa, porque iba a ser un desgaste inútil. Por lo que nos apartamos exhortando públicamente a que cada ciudadano/a del Chaco vote en las próximas PASO del 13 de agosto según el libre dictado de su conciencia.
Fue seguramente la mejor decisión, tomada por unanimidad y convencidos de que no fue una derrota; fue una experiencia extraordinaria en la que por primera vez este movimiento jugó en las grandes ligas, y, aunque no ganamos, estuvimos a un pelito y salimos muy fortalecidos.
Ahora se trata de seguir creciendo como lo que creemos que somos: un movimiento heterodoxo de la política argentina contemporánea, decididamente propositivo, original y, sobre todo, diferente en tanto bregamos por una nueva Constitución Nacional, profundamente reformadora, de origen popular y basada en una democracia participativa para la transformación institucional y política de la República con claro sentido nacional y popular.