En su editorial, Víctor Hugo Morales reflexionó sobre la marcha de las piedras y el discurso de Alberto Fernández en La Matanza.
Estamos en medio de esta Argentina que apuesta de vez en cuando el ridículo para sacar ventajas políticas, siempre en función de la vida y de la muerte del coronavirus.
Ayer se dio la marcha de las piedras: 150 personas eran televisadas con entusiasmo, siempre en primeros planos, para que si hay miseria no se note, porque eran muy pocos los que allí estaban.
Las personas ponían piedras alentadas por los mismos medios que idearon la marcha para prolongar los efectos de la foto de Olivos. La muerte de muchas de esas personas fue promovida, auspiciada, y empujada por los mismos medios que transmitía la marcha de ayer.
Con cinismo ponían cara de angustia a los conductores, actuaciones paupérrimas porque nadie les creía a estos actores verdaderamente frustrados.
¿Por qué lo hacen? ¿Por qué creen que han idiotizado lo suficiente a su público como para desafiar al ridículo todos los días?
"Alberto Fernández dijo basta"
Alberto Fernández, por su lado, dijo basta al compungimiento por lo sucedido y salió a pelear de otra manera. Comparó sus disculpas flojas del primer día y las mucho más enfáticas de ayer, con otros pedidos de disculpas que nunca tendrá que formular como por ejemplo por endeudar al país. Aquellos que implican un verdadero perjuicio a los habitantes del país.
Alberto Fernández retomó en cada palabra retomaba la esperanza de querer encontrar de nuevo el rumbo. Eso se puede lograr por el lado del ritmo de la vacunación, el éxito de la vacuna combinada, las diez millones de segunda dosis, los planes para llenar el país de más vacunas, la recuperación económica y los números más prometedores del crecimiento.
Todo eso puede permitir vencer a los descabellados medios de las marchas de los barbijo, si las piedras y a la propia pandemia.