Son días extraños, es extraño lo que estamos viviendo. Se viene una elección que pintaba ser una elección más y, de repente, cobra una importancia vital.
Creo que existen dos factores excepcionales que parecen las dos caras de un mismo fenómeno. Me refiero, en primer lugar, a la idea de la antipolítica, a ese hastío por la política que tuvo su máximo apogeo en la consigna “Que se vayan todos” y que terminó con el estallido social de diciembre de 2001. Sin embargo, aquella ola de antipolítica no fue tal. La falta de representación en la dirigencia política llevó a la gente a movilizarse con consignas que hoy pueden sonar surrealistas como, por ejemplo, “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”. El discurso antipolítica se corría a la izquierda en 2001, a tal punto que Luis Zamora era una figura codiciada por los programas políticos de televisión porque lograba duplicar el rating promedio.
No es casualidad, en ese contexto, que haya sido de Néstor Kirchner quien leyó mejor que nadie a la sociedad argentina en ese momento y quien logró expresar ese descontento, que encauzó políticamente la idea de la antipolítica, tanto en lo electoral como en la construcción política posterior.
La antipolítica del 2001 generaba cercanía porque, aunque no se fuera parte del fenómeno, se compartían intereses y reivindicaciones. En cambio, la antipolítica que se fogonea hoy tiene que ver con la derecha.
Frente al surgimiento de una antipolítica reaccionaria, he de celebrar la rebelión de una política natural, orgánica, con raíces en lo originario, totalmente desprovistas de vestigios imperiales, de ataduras con ningún tipo de lastre y simpático para todas las clases sociales. En este contexto de antipolítica reaccionaria, el surgimiento de la rebelión Carpinchista en Nordelta es una bendición para la política argentina.
Disculpen si me pongo un poco Žižek vaticinando el fin del capitalismo con la pandemia, pero así veo las cosas. Creo que los compañeros carpincho están desnudando las contradicciones de los chetos, están poniendo al descubierto cuáles son los verdaderos intereses de la clase dominante, de la clase más pudiente.
Además, el Carpinchismo está abriendo internas entre los chetos. Está generando contradicciones en ese espacio. Internas y contradicciones que desconocíamos por completo. La palabra de Eduardo Constantini, creador de Nordelta, bancando a los carpinchos generó controversias entre los propios vecinos del barrio que le achacan no haber vislumbrado el fenómeno y hacerlos padecer a ellos las consecuencias indeseadas de la carpinchomanía.
Una carpinchomanía que nos permitió saber casi todo sobre los carpinchos. Un animal al que no conocíamos demasiado, salvo por algún escabeche o por alguna campera o alpargata o chaleco. Una moda muy Fernando de la Rúa, vamos a decirlo. Muy de maridar con el pantalón pinzado. Pero, ¿vieron como son las revoluciones? Poco se sabía de Cuba hasta el primero de enero de 1959 cuando Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, Haydée Santamaría, el Che Guevara y demás guerrilleros tomaron el poder en La Habana y derrocaron al dictador Fulgencio Batista. Creo que algo similar está pasando en la actualidad, con el carpincho.
Imaginemos que la invasión en Nordelta en lugar de carpincho, fuera de ratas. Eso nunca hubiera generado simpatía en nadie, ni siquiera para promover la chetofobia. Pero no se trata de hablar de especies, sino de leer un fenómeno sociopolítico y de analizar cómo funciona esta respuesta natural a la antipolítica.
Y, en primer lugar, hay que decir que uno de los rasgos más llamativos del Carpinchismo es su pacifismo. Los carpinchos sólo se limitan a estar, es su sola presencia lo que les vuelve un sujeto político. No hay por el momento proclamas, ni reclamos, ni exigencias, ni petición alguna a las autoridades. Los carpinchos se expresan políticamente caminando por las calles de Nordelta. Están, se hacen ver. Es más bien como una marcha del orgullo carpincho.
Sin embargo, ¿qué pasaría si los carpinchos decidieran expresarse más allá de su sola presencia? Pensemos en una proclama, en un manifiesto. Pensemos en reivindicaciones. Pensemos también en una razón de ser. Pensemos, por ejemplo, en la posibilidad de un texto titulado “Las 20 verdades carpinchistas”. Un texto que bien podría decir así, si es que no se está escribiendo ya este manifiesto:
Las 20 verdades Carpinchistas
1- La verdadera democracia es aquella donde el Gobierno hace lo que él carpincho quiere y defiende un solo interés: el del carpincho.
2- El carpincho es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular y, por lo tanto, no carpinchista.
3- El carpinchista trabaja para el movimiento, el que en su nombre sirve a un círculo o a un caudillo, y más si ese caudillo no es carpincho.
4- No existe para el carpinchismo más que una sola clase de carpincho: los que trabajan, aunque también se aprecia mucho el carpincho que, por más que no trabaje, se dedique a pasear por Nordelta.
5- En la Nueva Argentina Carpincha el trabajo es un derecho que crea la dignidad del carpincho y es un deber, porque es justo que cada carpincho produzca, por lo menos, lo que consume.
6- Para un carpinchista no puede haber nada mejor que otro carpinchista.
7- Ningún carpinchista debe sentirse más que lo que es ni menos de lo que debe ser. Cuando un carpinchista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en cheto.
8- En la acción política, la escala de valores de todo carpinchista es la siguiente: primero los humedales, después Nordelta y luego los carpincho.
9- La política no es para nosotros, los carpinchistas, un fin, sino sólo el medio para el bien de los humedales, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza carpincha.
10- Los dos brazos del carpinchismo son la justicia social y la ayuda social. Con esos damos al pueblo carpincho un abrazo de justicia y amor.
11- El carpinchismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes carpincho, pero no mártires.
12- En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los carpinchos.
13- Un país sin humedales es un cuerpo sin alma. Por eso los carpincho y las carpinchas, les carpinches, tienen una doctrina política, económica y social: el carpinchismo.
14- El carpincho mismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista. Y, sobre todo, carpinchista.
15- Como doctrina política, el carpinchismo realiza el equilibrio del derecho del carpincho con el de la comunidad.
16- Como doctrina económica, el carpincho realiza la economía social poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social de los carpinchos y de las carpinchos y de les carpinches.
17- Como doctrina social, el carpinchismo realiza la justicia social que da a cada carpincho su derecho y función social.
18- Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Queremos pasear por Nordelta sin que nos jodan. No queremos hacer cagar a ningún cheto, pero eso sí, que no nos jodan ni pretendan sacarnos de nuestros humedales.
19- Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo carpincho libre.
20- En esta tierra, lo mejor que tenemos los carpincho es el pueblo. Menos los chetos, que son una bosta y nos quieren sacar del lugar donde vivimos.
Eso es lo que estarían proponiendo los carpincho. Hay quienes se entusiasman con algo más radical, más revolucionario que sería el manifiesto carpinchista de tipo carpinchista- leninista, y hasta hay quienes creen que esta movida carpinchista de Nordelta podría hacer surgir la figura de un líder: Carpinche Guevara.
Por el momento, la revolución carpinchista produjo una gran cantidad de memes. Habrá que ver qué ocurre cuando el meme pasa de moda junto con una causa que hoy tiene en vilo a la sociedad argentina. Porque sabemos que hasta las revoluciones pasan de moda. Mientras tanto, disfrutemos de la carpinchomanía y gritemos con genuino fervor revolucionario, ¡carpinchos de todos los países del mundo, uníos!
Un fantasma recorre Nordelta, el fantasma del carpinchismo. Hasta el carpinchismo, siempre.