“Flor de pelotazo me ha tirado”, se ataja Andrew Graham-Yooll, desde algún lugar de Larroque, Entre Ríos, donde vive hace un tiempo. Las preguntas atañen al libro que el experimentado investigador y periodista escribió sobre el personaje político más importante la historia argentina del siglo XIX: don Juan Manuel de Rosas. Por caso, la que encuadra la intención del autor, referida a la necesidad de historizar sobre el colorado del monte, pero bajo la mirada de los ingleses. “En 1978 ya llevaba un año y medio en Inglaterra y sentía que me alejaba demasiado de Buenos Aires. Necesitaba entonces retomar contacto con la Argentina y le pedí al poeta Rodolfo Alonso, que tenía un pequeño sello editorial, que me publique algo para hacer vidriera. Y lo aceptó”, arranca Yooll, sobre los primero pasos de El Inglés (Rosas visto por los británicos), que acaba de volver a ver la luz, esta vez bajo la égida editorial de Marea. “Originalmente lo hice porque tenía fácil acceso al archivo nacional en Londres, que estaba cerca de Fleet Street, donde estaban los diarios, y podía ir fácilmente a buscar material”, es la fuga que hace Yooll, hasta el año de su primera edición: 1980.
Por supuesto que el libro, en ese año, pasó olímpicamente desapercibido para el estado de la historiografía en la Argentina, donde los manuales escolares, en plena dictadura cívico-militar-neoliberal, seguían considerando a Rosas y a Perón como la primera y segunda tiranías de la historia argentina. “Decidí reeditarlo por una cuestión de almanaque, digamos. En marzo fue el 140 aniversario de la muerte de Rosas en Southampton, y tenía un material nuevo que me gustaba”. Yooll se refiere puntualmente a la fuente que utilizó el poeta inglés, John Masefield, para escribir su poema sobre Rosas y Camila O`Gorman. “Me la reveló el año pasando Jason Wilson, un académico inglés… la fuente que usó Masefield fue Guillermo Enrique Hudson”, revela él, acerca de la novedad. Del cambio fundamental respecto de la edición original, cuya investigación también evoca: “creo que la posibilidad de leer toda una correspondencia ha sido un privilegio. Si usaba extractos de las cartas, citando algunos pasajes o párrafos puntuales siento que hubiera perdido parte de la inmediatez de cada pieza. Si usara unos párrafos puede ser que llegaría a lograr un aspecto más académico, pero no era eso lo que buscaba. Quería, y quiero, ofrecer una colección de documentos que muestran, al decir de Félix Luna, que Rosas `atraía y repelía a los observadores ingleses`, sostiene el anglo argentino –hijo de padre escocés y madre inglesa– cuyo libro, centrado en la divulgación histórica, se funda en diarios, correspondencia secreta y textos conseguidos en el Reino Unido.
–¿Cómo han tomado su investigación los historiadores liberales y los revisionistas, entre aquella primera edición y la de hoy?
–Realmente, no sé. Lo que sí es interesante es la opinión de dos de los prologuistas, Pacho O’Donnell, con quien peleamos y nos amigamos, y Rosendo Fraga, a quien respeto mucho aunque no necesite estar de acuerdo con él. Yo soy liberal de formación y afiliado al partido laborista en Inglaterra (un liberal `a la inglesa’), pero creo que la historia necesita y se presta a la revisión constante. Si eso es revisionismo, todo bien. Quiero decir, no adhiero a línea alguna. Soy liberal, soy cronista, no soy ni alardeo ser historiador. Sólo pido a un escritor que sea interesante si tengo que leerlo, porque mucho producto académico es impenetrable. Y no creo para nada en la objetividad, además… es una palabra que usaba la generación de mis padres y abuelos, y es un error que cometí de joven pensar que se podía ser objetivo. Tuve que pedir disculpas, al fin y al cabo. Tratar de ser objetivo es imposible, justamente porque la historia es fluida, y se presta a la revisión.
–Investigó mucho a Rosas y también a Perón, en Cronología histórica, de Perón a Kirchner (2006) ¿Es de los que piensa que el peronismo es una especie de “rosismo del siglo XX” o considera la comparación como algo contrafactico, sin sostén empírico?
–Rosas y Perón fueron productos muy diferentes, cada uno de su época. Recuerdo, por viejo, un libro de una norteamericana, Fleur Cowles, titulado Bloody Precedent (Precedente sangriento), publicado en 1952, que comparaba a Rosas y a Perón. Es ultramontano. Este es el tipo de libro publicado por personas con conyugues influyentes en la industria editorial porque, la verdad, no tiene nada que ver uno con el otro. Durante el bloqueo anglo-francés, en 1845, los comerciantes de la colectividad británica en Buenos Aires mandaban carta tras carta a Lord Aberdeen alegando que vivían muy bien bajo el rosismo y hacían buenos negocios que iban a ser arruinados (por el bloqueo). Mientras, en Londres, los editoriales de The Times describían a Rosas como una nueva versión de Marat Sade. La época de Perón fue diferente. La compra de los ferrocarriles ingleses casi desmanteló a la gran colectividad de antes. Lo que sí, es que tanto Rosas como Perón me parecen dos bichos del laboratorio histórico fascinantes, aunque esto no me hace ni rosista, ni peronista.
–Ya que recurrió a Marat Sade, ¿usted conoce algún inglés que se haya extendido la comparación a la sanguinaria violencia de Mitre y Sarmiento que sucedió a Rosas?
–No, pero respondo yo. Bartolomé Mitre… bueno, viene luego de la derrota del Chacho Peñaloza en 1863, cuando Mitre lanza una cacería humana en nombre del estado unitario. Nos debería dar vergüenza hasta el día de hoy, pero no sucede así. La guerra de la Triple Alianza es para mí, que tengo familia en Asunción, también un motivo de inmensa tristeza.
–¿Cuánto de política hay en la historia?, ¿toda historia es política, como decía Jauretche, o se puede tomar cierta distancia?
–Toda historia es política, sí. Y en eso fue un privilegio para mí conocer a Jauretche en 1973, gracias a Rogelio Garcia Lupo. El que toma “distancia” confiesa su decisión de ignorar, cosa que siento poco saludable. Causa alguna enfermedad, como ser la estupidez o la reacción desmedida. Conocer algo de historia nuestra y estar dispuesto a buscar más significa poner el presente en perspectiva para poner cara al futuro.
–Volviendo al tema central, ¿cuáles son las diferencias básicas entre la historiografía inglesa y la argentina acerca de sus respectivas visiones sobre la Vuelta de Obligado, tema clave de la epoca revisada en su libro?
–¡Que los dos dicen que ganaron!