En su columna, Fernando Borroni reflexionó sobre las críticas que se realizaron tras conocerse los cambios de ministros en el gabinete nacional.
Cuando se fueron conociendo los nombres de cada uno de los ministros para reemplazar a los que ya estaban, empezaron las críticas en algunos sectores. "¿Por qué Manzur? ¿Por qué se fue Salvarezza? ¿Por qué tal o cual?" , se preguntaban.
Más allá de quienes se hayan hecho cargo ahora de estos nuevos ministerios, más allá de si un nombre agrada más o menos, la exigencia de estos tiempos es otra. Lo que apura estos tiempos son otros motivos. En este momento hay que ser pragmáticos. Hay que resolver lo urgente.
Esto cierra la posibilidad del debate, pero en pos de lo urgente a transformar en nuestra sociedad pasa a ser un debate secundario. Estos ministros deben trabajar lo suficiente para que esos dos modelos de país que en los discursos empiecen a estar presente en la calle y en los barrios. Para que la gente en su bolsillo sienta que este es su modelo de país y el que se fue con Macri , es otro.
Debemos entonces hacer un esfuerzo para entender que este nuevo gabinete responde a un armado de poder interno, a necesidades propias de las correlaciones de fuerza que integran el frente de Gobierno y al equilibrio político.
Tomemos el ejemplo de Manzur. ¿Es Manzur el más indicado para ser jefe de Gabinete? Se pueden encontrar decenas de argumentos para decir que no. Ahora uno también puede decir en este momento lo que se necesita es un jefe de Gabinete que tenga diálogo permanente con los gobernadores, que le de discusión política y ordenamiento político a los gobernadores. Por lo tanto, Manzur es uno de los indicados, no hay duda.
Insisto, pilas de argumentos para decir que no, pero en lo pragmático la urgencia es los gobernadores en un vínculo directo con la Casa de Gobierno. Y ahí Manzur jugará bien. Pasa lo mismo con Martín Insaurralde. ¿Es el más indicado para ser el jefe de gabinete de Axel Kicillof? No sé, pero es el que tiene todos los contactos directos, el diálogo permanente con los intendentes de la provincia de Buenos Aires.
Los nombres no son importantes, es lo que estos hombres pueden generar en términos de gestión para la política nacional: Pragmatismo y gestión concreta a corto plazo. No importa tampoco esa pavada de algunos que quieren pensar el gabinete en torno a "¿ganó Cristina o ganó Alberto en el armado de gabinete?. Esto no es fútbol, esto es política.
Cada uno tiene el poder que tiene el Presidente, el poder de haber sido elegido, el poder institucional y Cristina Kirchner como líder, como conductora del Movimiento Nacional y popular y con una impronta enorme en el electorado.
Desde aquel día en que Cristina anuncia que Alberto Fernández es el presidente, todos empezamos a hablar del Frente de Todos. Con el triunfo electoral a la presidenciales se consolidó al Frente de Todos. A partir de la derrota en las PASO se empezó a hablar de kirchnerismo, albertismo y massimo.
Lo que hay que hacer por responsabilidad social histórica de cada uno de los argentinos y argentinas es volver a hablar del Frente de Todos, porque hay 19 millones de argentinos y argentinas que la están pasando mal, que están en la pobreza, que no aguantan más y necesitan del Frente de Todos como política estructural para generar una redistribución de la riqueza.
Esta es la única esperanza posible. No hay duda que la esperanza está en lo que Frente de Todos pueda ser. Ahí comienza la discusión y casi que se cierra la discusión. Es momento entonces para el pragmatismo, ese pragmatismo con medidas políticas que transforme la realidad de la gente, no como días electorales. Y volviendo a hablar del todo y no de las partes. Debemos volver a hablar del todo que se constituyó como frente y que tiene la responsabilidad de transformar la vida de los argentinos.