En su editorial, Cynthia García reflexionó sobre los datos que arrojó el nuevo índice de pobreza del INDEC, que este jueves marcó un 40,6 por ciento.
La pobreza afectó al 40,6 por ciento de la población argentina en el primer semestre, según informó el INDEC. El dato está prácticamente en la misma línea que igual periodo de 2020, aunque 1,4 porcentual por debajo del segundo semestre del año pasado.
Frente a los primeros seis meses de 2019 la pobreza creció cinco puntos porcentuales. En la franja de edad de cero a 17 años la pobreza afectó al 54,9 por ciento de la población. Las mujeres sufren mayormente los índices y por eso hablamos de feminización de la pobreza.
André Gide dice "lo obvio hay que decirlo". Digámoslo por favor: 40 por ciento de pobres es una catástrofe. Quería reflexionar entonces con la generación de actos, hechos, aglomeraciones de sentido que producen semejantes caudales de pobreza.
Debemos buscar la generación de actos hechos, aglomeraciones de sentido que al menos produzcan eso, que uno apuntale un recorrido a desandar semejantes caudales de pobreza. Eso fue lo que hizo Néstor Kirchner cuando reconstruyó la Argentina desde el no país que fue el 2001.
Néstor trabajaba fuertemente cuestiones muy específicas y a la vez generaba hechos totémicos. Hechos que generan un sentido determinado. En el primer momento del gobierno de Néstor, tuvo que afrontar el conflicto docente en Entre Ríos. Pocos días más tarde, cadena nacional contra la Corte que lo quería poner en jaque.
Eso no solucionaba la pobreza de 2001, pero sí generaba un determinado caudal de confianza y de imperativos que producen un acompañamiento y un compañerismo en el recorrido del trayecto de la utopía. Cuando no pasa nada de todo eso y lo único que sucede es una especie de calma chicha conceptual, dubitativa, de avances y retrocesos, con ambigüedades, amagues, no hay esperanza en las señales.
Los cambios de nombre son menos importantes que los cambios de políticas. Hablamos desde estos micrófonos sobre la necesidad de unidad y rumbo. Es tiempo de asumir que el déficit no es fiscal, sino social. Que la grieta no es mediática, sino moral. Es importante repensar estas categorías.
La dirigencia parece estar hablándose entre sí más que percibiendo lo que ocurre en eso que llamamos realidad y está hecha de pueblo en los barrios. Recuerdo una frase de Daniel Arroyo a poco de asumir como ministro de Desarrollo. Él decía "las cosas van a cambiar cuando los chicos vuelvan a tomar leche".
La declaración de Arroyo genera esas marcas estigmáticas. ¿Volvieron les tiques a tomar niveles necesarios de leche? Decíamos en charlas durante el macrismo que "dar de comer es una decisión política". Generar un shock distributivo, como nos dijo Amado Boudou hace unas semanas, también.
Néstor, en esa señera también totémica cadena nacional de junio de 2003, fue inesperadamente rupturista con la historia de resignación.
Dijo entonces: "Nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que nos permitan avanzar hacia lo nuevo. Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política estamos ante la oportunidad de un cambio moral y cultural profundo. El cambio no sólo debe reducirse a lo funcional debe ser conceptual", decía Néstor en esa cadena nacional donde lo estaba sitiando la Corte Suprema a pocas semanas de asumir.
Este gobierno no puede quedar encerrado en el corralito de lo posible. Lo posible es lo que nos llevó, neoliberalismo macrista mediante, a estos niveles de pobreza. Sabemos a ciencia cierta que es el poder real quien define lo posible.