En su editorial, Cynthia García reflexionó sobre el apagón de Facebook, WhatsApp e Instagram, que este lunes sorpresivamente dejaron de funcionar durante ocho horas en todo el planeta.
Ayer nos sentimos huérfanos por el apagón global de Facebook, WhatsApp e Instagram que duró más ocho horas. ¿Qué dice de nosotros esta soledad que quedó frente a los dispositivos? Con estas aplicaciones creemos que estamos en comunidad. Hay grupos de WhatsApp con los que pensamos que convivimos y en realidad se trata de nuestra soledad frente al teclado.
Esta reflexión no pretende de ninguna manera hablar en contra ni de WhatsApp, ni de las redes sociales, o por lo menos no en esa faz de la utilización, pero sí pretende reflexionar qué espacio para la escucha se abrieron ayer en esas ocho horas donde nos sentimos todos desamparados y desesperados.
Una vez el sociólogo Luis Quevedo dio una charla sobre las nuevas tecnologías y se preguntaba si los docentes y los maestros estaban preparados para usarlas. Se discutía cómo comunicar en este tiempo de redes sociales, de crisis de lectura y de crisis de atención.
Estamos en un momento donde nos enfocamos cada vez más en los títulos. Porciones de nuestras sociedades solo leen títulos por eso es tan fácil entrar a la construcción de sentido de la fake News, porque nos guiamos por los caracteres que pueda acumular un hilo de Twitter, un posteo de red social, un epígrafe de foto con filtro en Instagram. Esa es nuestra realidad.
Quevedo decía que este siglo, el verdadero siglo de la revolución tecnológica donde los cambios son inmediatos, uno puede tomar distintas actitudes frente a un cambio tecnológico de esta magnitud. Lo que seguro uno no puede hacer es detenerlas.
Pareciera ser que ayer, en lo que pareció ser el día más oscuro en bastante tiempo de Mark Zuckerberg, se detuvo por un instante ese avance de la simultaneidad de conectividad a la que estamos acostumbrados. Como en esas aguas que bajan y descubren ciudades, barcos, civilizaciones, quedamos al descubierto en nuestra necesidad de la inmediatez.
Cuando escribo estas editoriales muchas veces suelo recordar alguna cita que quiero usar y la googleo. Ayer tuve que ir a la biblioteca y buscar el libro que quería utilizar, que era el Homo videns, de Giovanni Sartori, que habla de cómo impacta en nuestra construcción cultural la sociedad de la imagen.
Es un libro de septiembre de 1998, con lo cual estaba en la incipiente utilización de la red social en Estados Unidos. En ese texto iniciático, Sartori plantea hacia dónde iba la Internet. Él hablaba de los aspectos positivos de internet para todo lo que tiene que ver con la actividad laboral pero planteaba el aspecto negativo que tiene que ver con las montañas que se pueden generar dentro de la navegación.
Entonces, Sartori decía que el camino al tal Edén no está tanto en el portal de entrada a la red, sino en el muro para evitar los mensajes simultáneos que nos inunden. Cuando hay una oferta tan impactante y tan multitudinaria, esa sobreoferta nos termina ahogando.
En este tiempo 2021 la paradoja es que estamos inundados de mensajes simultáneos y de nuestra propia soledad frente al teclado cada vez que pensamos que interactuamos con otros.
Esa es nuestra cotidianeidad, esa es nuestra convivencia. Es la imagen de nuestro tiempo. Lo que pasó es que bajaron las aguas y quedamos por un rato al descubierto.
En ese rato al descubierto debemos darnos la oportunidad de abrir el espacio a esta escucha que nos propone nuestro vacío de teclado.