El jueves 30 de septiembre pasado se estrenó Sin Tiempo Para Morir (No Time to Die, 2021), la vigesimoquinta película que adapta las aventuras del famoso espía creado por Ian Fleming: Bond, James Bond.
Esta película también es la quinta y última en la que Daniel Craig se pone el smoking, usa la licencia para matar y toma por última vez un Martini (agitado, no revuelto).
Sin embargo, y aunque hoy la mayor parte de los fanáticos de 007 y de la opinión pública coinciden en que Craig es uno de los mejores Bond de la historia cinematográfica, en el comienzo no fue tan así.
El fin de unos es el comienzo de otros
En 2002 se estrenó Otro día para morir (Die Another Day), el último film que tenía al pulcro Pierce Brosnan como el agente con licencia para matar y, con él, parecía que teníamos al Bond definitivo: la elegancia de Sean Connery, el humor de Roger Moore y, por momentos, la seriedad de Timothy Dalton.
Luego de la partida del actor irlandés, Eon Productions, la compañía dueña de la franquicia del agente secreto, se puso en campaña para buscar al nuevo hombre Al Servicio de Su Majestad.
Luego de varios años de búsqueda, el 14 de octubre de 2005 se anunció que Daniel Craig sería el elegido para interpretar a James Bond y así comenzaba una nueva era.
Craig se había hecho conocido en el Reino Unido por una serie de televisión "Our friends in the north" ("Nuestros amigos en el norte"). Luego, estuvo en varias películas y, si bien no era una estrella a nivel mundial, antes de llegar a ser 007, estuvo a las órdenes de Steven Spielberg en Münich (2005).
“Cuando se anunció que daría vida a Bond, las reacciones fueron dispares y terribles. Incluso recibí amenazas de muerte. Fue difícil. Cuando se hizo oficial yo ya llevaba seis semanas rodando Casino Royale en Bahamas y mi agente me llamó y me dijo: 'Deberías echar un ojo a internet'. Y al hacerlo comprobé que las reacciones eran de verdadero odio. Y pensé, ¿qué puedo hacer? Me di cuenta de que la única respuesta que podía dar era hacer una gran película”, declaró Craig en ese momento a la prensa.
Los fans pusieron el grito en el cielo porque no podían creer que un tipo rubio (tanto en las novelas como en sus adaptaciones, 007 tenía el pelo oscuro), de baja estatura (1.78mts) y con rasgos toscos podía llegar a ser ese ícono de macho alfa que seducía a mujeres y mataba de la misma manera.
¿El Bond Definitivo?
El 16 de noviembre de 2006 se estrenó Casino Royale, con la dirección de Martin Campbell, quien ya había reiniciado la franquicia con Pierce Brosnan en Goldeneye (1995), la primera y más “realista” versión del personaje, en una tendencia que, con el correr de los años, se fue convirtiendo más en una parodia de sí mismo.
Influenciados por un nuevo agente secreto más violento y atormentado llamado Jason Bourne, el nuevo 007 era bruto, violento, justificadamente ya que lo vemos por primera vez (y en la primera secuencia de la película) cometer el segundo asesinato que le da el estatus de doble cero en el Servicio Secreto de Su Majestad, la famosa licencia para matar.
A partir de Casino Royale y sus siguientes filmes (Quantum of Solace, la increíble Skyfall y Spectre) asistimos a un reinicio en toda su definición: 007 pasó de ser un novato sin experiencia, una especie de fuerza de la naturaleza, al agente que todos conocemos. Sin embargo, nunca se dejó de tratar la complejidad de su psicología, cómo le afectó la muerte y traición de la única mujer a la que llegó a amar, su origen, la falta de figuras paternas y, en reemplazo, su jefa M (Judi Dench). La Madre Patria como refugio y como figura a cuestionar.
Sin Tiempo para Morir, el gran final de una Era
Luego del retraso ocasionado por la pandemia de coronavirus, llegó la última aventura de Daniel Craig como Bond. Y, cuando decimos última, también es la definitiva. El cierre de un arco argumental que se viene cociendo desde 2006, que deconstruyó al personaje creado por Ian Fleming y que cumple medio siglo en el cine.
En este nuevo film retomamos la historia de un James Bond ya retirado del Servicio Secreto, afianzado en su relación amorosa con Madeleine Swann (Léa Seydoux), a quien conoció en Spectre, aunque el pasado vuelve para una vez más arrebatarles la felicidad.
Safin (Rami Malek), el nuevo villano, comparte un secreto con Madeleine que pone en jaque la confianza de Bond y un plan maquiavélico que supone la destrucción del mundo entero. Aliado con Nomi (Lashana Lynch), la nueva agente 007, Bond tendrá que poner fin al plan de Safin y hacer frente a los fantasmas de un pasado que parecen no querer dejarlo ser feliz.
La película dirigida por Cary Joji Fukunaga muestra al Bond más crepuscular hasta el momento. Su antiguo (des)amor por Vesper Lynd (Eva Green) vuelve a hacer mella en su vida, la conexión de Madeleine con Spectre, Ernst Stavro Blofeld (Christoph Waltz) y una trágica historia que parece no tener final feliz.
Sin Tiempo para Morir nos encuentra en un rara avis en el mundo cinematográfico de James Bond, como así también lo fue en su momento "Al Servicio Secreto de Su Majestad (On Her Majesty's Secret Service, 1969)", el único film en el que vimos a George Lazenby como el agente con licencia para matar, pero que también ahondaba en la complejidad del personaje y en su faceta romántica.
No por nada, en los títulos finales de Sin Tiempo para Morir suena “Tenemos todo el tiempo del mundo (We have all the time in the world)”, canción de Louis Amstrong que fue el leit motiv de aquella en la que la única mujer que amó 007 fue muerta a manos de Blofeld. En la secuencia final del film, Lazenby abrazaba el cuerpo frío del personaje interpretado por Diana Rigg y decía la famosa frase del título de la canción.
Aquí, Daniel Craig la dice dos veces: al comienzo y casi al final de la película. Esto es toda una declaración de intenciones porque, más allá que tenemos una primera parte llena de acción muy al estilo Bond con persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo y locaciones de ensueño, el verdadero entuerto llega de la mano de la relación entre Bond y Madeleine, lo que hace que la segunda parte del film se vuelva más oscura, más llena de un peso dramático que recuerda a la de 1969.
Tanto en aquella protagonizada por George Lazenby como por toda esta "Era Craig", asistimos a una rareza que, como fue en el principio, allá hace 15 años cuando algunos ponían el grito en el cielo por un 0007 rubio y bajito, generará controversia.
Sin dudas Sin Tiempo para Morir va a dividir las aguas, así como lo hizo Daniel Craig llevando al personaje a lugares que nadie había llevado en 50 años de historia cinematográfica.
Los años dirán si fue el mejor 007, porque Bond tendrá todo el tiempo del mundo para seguir reinventándose.