Cynthia García cuestionó en su editorial de este lunes 11 de octubre los planteos del neoliberalismo sobre el rol de los trabajadores, y apuntó a Diego Santilli por sus críticas al proyecto de jubilación anticipada para mayores de 55 años.
En 2016, el psicoanalista y escritor Jorge Aleman respondió a una pregunta durante una entrevista en Buenos Aires:
- ¿En qué país te despertás?”
- “En una pesadilla” - respondió.
Pasaron ya algunos días desde que el candidato Diego Santilli, en tono calmo, casi afectuoso, se manifestó contra las jubilaciones anticipadas que anunció el gobierno para mayores de 55 desocupados con 30 años de aportes. “Cuando vos tenés todo para dar te sacan, te jubilan anticipadamente”, dijo. Es impactante, sorprendente.
Santilli, exponente del proyecto político que años atrás supuestamente pedía el 82 % móvil para las jubilaciones, está en contra de un beneficio/derecho para personas desempleadas con 30 años de aportes.
Traigo a cuento aquella ley porque sólo tenía por objetivo desfinanciar a la Anses y fue vetada por Cristina Kirchner. Este planteo de Santilli tiene por objeto mostrar a un “Estado popular, o sea, malo”, que “quita libertades buenas”, que son “provistas por el Estado – divino”.
Es el imperio de la subjetividad neoliberal. Creemos que el capitalismo entra en crisis y es un error: el capitalismo se alimenta de sus crisis, son las sociedades las que entran en crisis.
El capitalismo es constructivo de una subjeividad. El neoliberalismo se te mete entre las sábanas, usa lenguaje de autoayuda, se mete en tus emociones y borra la historia: todo es tiempo presente. El pasado, pisado.
En junio de este año, Aleman escribió un artículo en Página/12 donde habla del libro La pesadilla que no acaba nunca, de Pierre Dardot y Christian Laval, para profundizar una analítica del neoliberalismo en su nueva extensión global.
Para los autores, existe una promesa neoliberal que en su ejercicio cautivante constituye a los sujetos en su propio modo de ser.
En el neoliberalismo, los sujetos no sólo venden su fuerza de trabajo, sino que también existe algo que compromete al propio ser con un capital humano y un espíritu empresarial: no se trata de tener una empresa ni de trabajar en ella, sino de existir bajo el mandato de convertirse a sí mismo y a la propia relación con uno mismo en capital financiero.
Vos serías tu propia empresa y tu propio capital, y cuando tenés todo para dar te sacan y te jubilan. ¿Lo ves? Así se construye la subjetividad neoliberal.
Entonces, vos sos culpable de tus éxitos y tus fracasos.
Es tu mérito, plantean, el Estado no tiene nada que ver: el mercado es la tierra prometida donde vas a poder triunfar o no.
¿Y las oportunidades? No sé. ¿Y si nací en una barriada obrera que se quedó sin trabajo porque el mercado no supo contenerla? No sé. ¿Y si no puedo triunfar siendo mi propia empresa? Bueno, será tu culpa, o del populismo, como dice Vargas Llosa.
El problema con la vara del mérito es que queda muy arriba, por eso las enfermedades muy comunes de este tiempo son la ansiedad y la depresión.
Pero e lenguaje de la subjetividad que puede constituir al sujeto actual también puede encontrar su límite en la política popular. Es un camino enmancipatorio posible. Las sociedades en algún momento despiertan de las pesadillas.
Dicen “esta vida que me proponen no es la mía”. “Tengo todo para dar y eso no me lo quita un derecho jubilatorio”.
¿Neoliberalismo? No, gracias.