En su columna, Fernando Borroni analizó los resultados de las elecciones presidenciales en Chile y sostuvo que la Latinoamérica está complicada por el avance de la derecha. "Necesitamos una conducción política que pueda unificar al pueblo y enfrentar a la derecha", expresó.
En las elecciones de Chile ganó la representación de lo despreciable en términos políticos y humanos. Ganó un fascista y xenófobo. Ganó José Antonio Kast.
Sin duda que este resultado sorprende en algún punto. El triunfo de la derecha más rancia, luego de lo que significó el levantamiento popular que empujó a una reforma constitucional, sorprende. Lo primero que hay que decir que fue a votar solo el 47 por ciento del padrón. Esto habla de conducción política en Chile.
Lo primero que hay que decir es que el pueblo chileno está fragmentado. Está fragmentado no solo en el diagnóstico, sino en la salida de ese diagnóstico. Evidentemente, aquel Chile que despertó, que quería terminar con un modelo constitucional impuesto por la dictadura de Pinochet, no ha encontrado hasta ahora una salida unificada.
Podemos pensar que la sociedad chilena, pese a aquella revuelta popular, no encontró lo nuevo. Un estallido es eso, algo que implosionó. Ahora hay que preguntarse cómo reconstruir esas piezas a partir de una discusión política, con ideas nuevas y una clara conducción.
Eso es lo que Chile no tiene.
Quiero hacer una comparación con el 19 y 20 de diciembre aquí en la Argentina, que fue el comienzo de un cambio. Esto sucedió porque apareció Néstor Kirchner. El 19 y el 20 también fue una implosión del modelo. Del "que se vayan todos" al "Chile despertó" hay muchas similitudes.
Si luego del 19 y 20 de diciembre la Argentina quedaba en manos de Eduardo Duhalde todo seguía igual. El establishment que se resistía a irse, había encontrado en Duhalde la lógica gatopardismo para que parezca que algo cambiaba pero en realidad no cambiaba nada porque Duhalde fue uno de los grandes responsable de ese desastre.
Pero luego, al aparecer Néstor Kirchner, ese estallido, encuentra conducción política. Por eso luego la Argentina se puso a transformar.
Quizás el problema en Chile no está en un pueblo que todavía duda de que lo viejo es precisamente viejo, sino que no tiene instrumentos políticos que construyan lo nuevo.
El empate que predicen las encuestas para el balotaje habla de una sociedad que está históricamente polarizada, pero que todavía no pudo ser interpelada en su totalidad.
Las luchas, las vidas, las miradas que fueron arrebatadas en esa lucha popular logró una nueva Constitución. Ya tiene una victoria que mostrar. Ahora habrá que construir otras.
Como reflexión final, Salvador Allende decía La historia la escriben los pueblos. Claro que sí, tenían razón, pero esos pueblos tienen que tener liderazgo.
La región está complicada por el avance de la derecha. Pero hay esperanza porque también los pueblos están avanzando.
Necesitamos una conducción política que pueda unificar al pueblo y enfrentar a la derecha.