Sergio Triaca tiene 56 años. Es hijo de un juez militar de Campo de Mayo y de una empleada de la Oficina de Personal del mismo centro. Cuando tenía 12 años vivió de cerca las mayores atrocidades de las que tiene memoria el país. Vivió de cerca los vuelos de la muerte.
Hoy en día Triaca forma parte del colectivo hijes y familiares de genocidas Historias desobedientes y es testigo en la causa que investiga los crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura cívico-militar.
Su historia comenzó a circular públicamente la semana pasada en una entrevista que ofreció al medio comunitario La Retaguardia. Allí comentó qué fue lo que declaró ante el Juzgado Federal número 2 de San Martín a principios de noviembre.
El testimonio
“Fui un testigo involuntario de lo que pasó. Recién ahora puedo vincular todo y comprender que si mis padres trabajaban a tan corta distancia de la pista de donde salían los vuelos de la muerte, algo tenían que saber, que fueron cómplices”, agregó Triaca en diálogo con Página/12.
“Yo soy paracaidista y saltar al vacío es fuerte. Puedo asegurar que no existe nada más fuerte. Pero encapuchado y maniatado, empujado hacia la muerte, lo fuerte se vuelve monstruoso", sentenció luego.
Triaca declaró que durante su juventud fue muchas veces a Campo de Mayo. Sobre todo durante los años 1975, 1976 y 1977. Las mismas se deben a que sus padres “trabajaban” allí. Las visitas eran médicas, por un lado, se atendía en el Hospital Militar del predio. Por otro, recreativas ya que usaba de la pileta del Casino de Oficiales.
Las visitas a Campo de Mayo
Durante estas visitas, Sergio asegura que vio “cosas que eran extrañas”. Ante el Juzgado, denunció que, durante sus visitas al Hospital vio “gente entrando en camilla, llevada por cuatro soldados". "Recuerdo bien el mal trato de un médico hacia el paciente que estaba ensangrentado en la camilla”, agregó.
Triaca también contó lo que vio durante varias visitas que hizo a la oficina de su padre sin previo aviso. Por ejemplo, vio a tres personas custodiadas por "dos militares" en la puerta. Civiles de pelo "crecido, largo” y la vestimenta “informal, sucia”. No eran militares.
Lo que le “llamó poderosamente la atención”, aseguró, es que los tres “tenían las manos atadas en la espalda, (...) no eran esposas (...) sería una soga con lo que tenían atadas las manos atrás”, declaró.
Con uno de los tres jóvenes tuvo un cruce de miradas. “Sintió mi presencia y giró para mirarme. Era la mirada de un rostro muy triste e interpreté esa mirada como si fuese de despedida”, dijo.
En el Juzgado repitió lo que le oyó decir a uno de los custodios sobre la persona de la mirada triste, “una frase que llevo dentro de mi vida durante 44 años”, aclaró en su denuncia: "éste sube al avión y sale volando", fue esa frase de uno de los custodios.
El entramado de una familia violenta
Numa Triaca y Olga Christoph tuvieron cuatro hijos: Jorge, el mayor; Diana, la del medio, que nació melliza de un varón que falleció, y Sergio. El hombre murió en 1977 tras un episodio que el entorno militar y agrupaciones pro genocidas atribuyeron “a la subversión”, pero que el propio Ejército y sus servicios de Inteligencia descartaron tuviera que ver con las organizaciones políticas armadas de la época.
La Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas del Terrorismo en Argentina (Afavita) lo incorporó en una lista que presentó en 1984 ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. “Eso es falso, son unos mentirosos”, asegura el hijo menor.
Christoph aún vive. Tiene 93 años y habita todavía la casa familiar, en Olivos. Para Sergio, su madre “tiene que tener mucha información para aportar, si trabajaba en donde se dice se armaban las listas de los desaparecidos de Campo de Mayo, ¿cómo no va a saber?”, resalta, en relación a la Oficina de Personal, a cargo de Omaecheverría.
“Siempre me sentí sapo de otro pozo”, dice el hijo menor del matrimonio. “Mi hermana es peor que Cecilia Pando y mi mamá es pro militar. Yo intento igual acercarme, no pierdo el contacto con mi mamá, pero no puedo hablar de nada. Siempre me hicieron a un lado porque decían que tenía una opinión diferente a la de ellos”, completa.
Ante el Juzgado de Vence describió brevemente algunos de los ataques verbales que le dedicaban su madre y su hermana: “Sos un zurdito también”, “a vos también te tendríamos que haber tirado del avión”.
La "complicidad de los jueces de instrucción militar"
“Yo tengo que poder hacer algo con todo esto. Me fui 44 años para atrás y empecé a revisar porque no podía guardar esto dentro mío, tenía que convertirlo en un pequeño granito de arena al Nunca Más”, explicó durante la entrevista a Página/12.
En este intento, sigue asistiendo al juicio por la Megacausa Campo de Mayo. Allí conoció a abogades querellantes y fiscales. Busca entre las fotos a aquel joven que vio en la puerta del despacho de su padre para poder ponerle nombre y apellido.
Triaca sostuvo en su denuncia judicial que está en condiciones de reconocer a esa persona mediante fotografías, que “esa cara no se borra más" de su cabeza. También pidió que se investigue “la complicidad de los jueces de instrucción militar” que actuaron en Campo de Mayo y que aún no ha sido revisada.