Salir a escena, hacer humor, música y dibujar. En esas anda Gustavo Sala, el artista ilustre e irreverente que se pasea por las páginas de Fierro, Barcelona y el suplemento NO. El espectáculo se titula Levadura bailable, y se presenta mañana a las 20.30, con entrada libre y gratuita, en el Centro de Expresiones Contemporáneas (Sargento Cabral y el río).

En compañía del músico Pelu Romero, "mi complemento sonoro y conceptual", Sala explica a Rosario/12 que sus motivaciones para semejante tarea tienen que ver con "el desafío personal de salir de la comodidad de hacer historieta y humor gráfico, donde uno está sentado, solo, sin que nadie te mire, con los lectores en otra instancia. Subirse a un escenario, con la gente mirando en el momento lo que estás haciendo, implica salir de esa seguridad que tiene dibujar para medios gráficos, con el propósito de conseguir una situación más orgánica, a partir de una mezcla de diversión y mucho pánico. Porque cualquiera es cancherito para hacerse el loco dibujando, pero para subirse a un escenario y hacerse el loco ahí arriba con la gente pudiéndote arrojar cosas, hay que tener un poco más de audacia".

-‑¿Cuál es la relación con tu manera de entender la historieta?

-‑Tanto en la historieta como arriba del escenario trato de sorprenderme o de no tener las cosas totalmente cocinadas, para que exista un margen para la improvisación y los imprevistos. A veces, comienzo tiras o páginas a partir de una idea o de cierta motivación, pero después trato de divertirme y de ir viendo qué se me va a ocurrir. En este espectáculo hay mucho de eso, yo espero ‑y confío‑ que se me vayan ocurriendo cosas que no sé cuáles van a ser; si bien hay un esqueleto y una producción, hay también momentos de absoluta inseguridad, existe el riesgo de que salga muy mal y eso lo hace estimulante. Así que trato de no estar tan cómodo.

-‑Es un equilibrio que se nota en tus páginas: siempre bien terminadas, prolijas, pero de una relación impredecible entre los cuadritos.

-‑En el caso de la historieta, te podés pasar horas o estar toda una noche despierto mientras tratás de resolver una idea, pero al hacer un espectáculo en vivo hay que resolver en el momento, sin margen de tiempo, el público no te espera. Nos sucede también en lo musical, hacemos canciones que las improvisamos en el momento, tanto la letra como la música. Ese mismo riesgo es más difícil que suceda en la historieta, por la cantidad de páginas, el boceto, el pasado a tienta, todo un proceso que puede llegar a ser aburrido. Lo que quiero transmitir en Levadura bailable es un nervio medio punk, al ir llevando la cosa para adelante, tratando de que funcione y no se desmorone. Como no tengo una formación actoral ni profesional, lo que hago es desde otro lado, más intuitivo. El tiempo real agrega una especie de temperatura o de complicidad con el público que puede ser muy buena, inspiradora, pero también frustrante. Hay cosas programadas, que repetimos, a veces funcionan de manera increíble y a veces hay una reacción más intimidante. Para mí es vital la temperatura del público; por eso, espero que el rosarino sea un público caliente, tenga paciencia, ¡y me demuestre mucho amor!

-‑Hablar de incorrección política suena trillado, pero vos aparecés como uno de los grandes ejemplos.

-‑Lo que me parece preocupante de la situación actual, es la existencia notoria de una corrección y una hipersensibilidad hacia algunos temas. Me parece que cuando empieza a desaparecer el humor, siempre es una muy mala noticia; algo que resulta poco inteligente para lo cultural, lo político, lo social, lo filosófico, para todo. El humor solamente puede mejorar las cosas. Pero ahora empiezan a haber miradas reaccionarias y una preocupación particular por parte de editores y jefes de medios, en ciertos lugares donde se tenía un margen de libertad que se empieza a recortar. Hay mucha gente atajándose y eso es algo que uno no debería naturalizar. Por suerte no es mi caso, siempre trabajé en medios gráficos con la libertad necesaria como para poder irme al carajo, donde poder experimentar y no preocuparme. A más corrección, más maldad. Pero la incorrección no es una meta per se, lo que me interesa es trabajar sin autocensurarme, y más cuando se trata de algo autoral. En el caso de Levadura bailable, mientras estoy diciendo ciertas cosas desde un escenario, a veces pienso y me digo: "no puedo estar diciendo esto". Pero todavía no tuve ningún problema grave en este sentido, la gente comparte el código, es un delirio que pasa sólo allí, del que nadie va a salir lastimado. En estas épocas neoliberales y de una preocupante derechización, el humor es una herramienta, un arma, un combustible cada vez más necesario. Que nos quiten la comida y un montón de derechos, pero que no nos quiten el humor, eso sería bastante dramático.