En su columna, Fernando Borroni habló de los seis años de prisión de Milagro Sala. La dirigente social había sido denunciada por el gobernador Gerardo Morales por "instigación a cometer delitos y tumultos en concurso real", y el 16 de enero de 2016 fue detenida.
El domingo se cumplirán 6 años de la prisión política de Milagro Sala. Se hace muy difícil encontrar palabras novedosas que expresen tanta bronca, impunidad y dolor.
En 6 meses ya hemos dicho tanto que no alcanzan las palabras. Tenía razón Julio Cortázar cuando escribió que "las palabras no alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma", por eso no voy a entrar otra vez en la discusión de si el indulto es posible o no, o si es la administra la respuesta.
Lo que humildemente entendí en estos seis años para revertir la situación de Milagro dependemos de una decisión política de enorme convicción, que genere un escenario político que presione a la justicia corrupta de Jujuy que conduce Gerardo Morales.
Algunos podrán preguntarme qué pasa con la independencia de los poderes pero el problema es que el poder judicial de Jujuy, como sucede con la Corte Suprema, es un nicho de corruptos.
En Jujuy existe un poder corrupto disfrazado de judicial que tiene preso a Milagro Sala, entonces claro que debe intervenir la política.
Intervenir ese nicho antidemocrático que condena a Milagro Sala debió ser el camino a seguir. A seis años todavía tenemos posibilidad de hacerlo.
Quiero reivindicar el coraje de Milagro en su historia para enfrentar el hambre y la pobreza, organizar a su pueblo, y hacer obras que muchísimos casos, ni gobernadores ni intendentes lo han hecho en toda su historia.
Ese coraje y amor por su pueblo no tiene correlato con la decisión de los actores políticos que pueden generar las condiciones al menos para dar pelea por Milagro.
Vale la pena dar las peleas y hay que bancarse la incertidumbre de no conocer cuál va a ser el resultado final. Se hace política para dar peleas dignas, justas.
Las victorias finales no están aseguradas por nada ni por nadie, pero uno es también en la vida, aquello por lo que ha decidido pelear.
A esta altura las palabras se hacen débiles, pero más débiles es el silencio. Que cada día que Milagro siga presa nos abrume la vergüenza y nos quite el sueño.
Que cada día que Milagro siga presa, nos haga horrorizar de nosotros mismos. A quien le quepa el poncho, que se lo ponga.
Y pensar que antes de rendirnos fuimos eternos.