En su columna, Fernando Borroni reflexionó sobre la necesidad visibilizar y discutir al poder real.
A menudo los argentinos y las argentinas repetimos palabras que al hacerlo damos por supuesto que tenemos claro de qué hablamos. El poder real es una de ellas. Pronunciamos las palabras poder real y damos por sentado de qué estamos hablando. Hablamos de una porción importante de poder económico que determina precios, que pone en jaque la economía argentina en pos de sus intereses, hablamos de un sector del empresariado, de medios de comunicación, y de un sector de la política.
Sin embargo, cuando se dan sucesos políticos o hechos económicos que nos perjudican lo primero que hacemos es enojarnos con la política y con los dirigentes políticos. En ese momento, si bien tenemos claro el concepto y la realidad que significa la existencia del poder real, no apuntamos primero la mirada ahí. Nos pasa a todos todo el tiempo.
A esta altura, como ciudadanos y ciudadanas, debemos comenzar a tener el ejercicio de correr el telón para ver qué hay detrás, quiénes manejan a las marionetas, quiénes encienden o apagan las luces del escenario y nos dejan a oscuras cuando tienen ganas y nos hacen vernos con claridad cuando sus intereses han cambiado.
Nuestro querido colega Gustavo Campana alguna vez hizo una reflexión política acerca del 19 y 20 de diciembre, que me parece muy oportuna para ejemplificar y argumentar esto. Gustavo dice que el grito de que se vayan todos de aquel 19 y 20 que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa, era un grito en contra de la política. Era un grito a esa política que había sido servil del poder real, hasta tal punto de rifar, regalar y empobrecer a la Argentina. Claro, pero ese grito de que se vayan todos era un grito a la política, no el único al poder real.
No era un grito a los titiriteros. Que se vayan los títeres. Claro, pero después venían otros títeres y los titiriteros eran lo mismos y el problema son los titiriteros. El poder real es la estructura y a esa estructura la llevan adelante hombres y mujeres que son los más visibles pero los cimientos son el modelo y quien garantiza esos cimientos es el poder real que por lo general es intocable.
Al poder real nos cuesta muchas veces visibilizarlo. El poder real te acompaña hasta la puerta del cementerio pero no ingresa. Ayer, Página/12 dio cuenca como Carlos Pagni le reclamaba a Vidal y a Larreta y a Macri porque dejaron sus huellas digitales en la persecución y el espionaje. Entonces hasta ahí el poder real te abandona y busca otro títeres porque no pierde la claridad de su objetivo.
El poder real maneja un poder al sector de la política como un servicio. En un momento necesitó a la dictadura, en un momento necesitó la democracia y así fue cambiando. Ahora, entonces, tenemos que visibilizar cuál es el verdadero enemigo del pueblo. Hacer política hoy también significa poner en discusión el poder real. Por eso Cristina Fernández de Kirchner generó tanto ruido en la política, porque puso en discusión el poder real, lo visibilizado, y ahí entonces el motor del odio se multiplicó.
El poder real es antidemocrático y golpista. Nada le importa nuestros derechos. Por eso lo importante es eso, saber quién es la estructura, saber qué parte de la estructura nos promete un futuro de miseria y cuáles son los hombres y mujeres que apenas la sostienen. Es mucho más grande la lucha de la que a veces creemos.