Hasta fines de septiembre, continúa Les Rencontres d'Arles, uno de los festivales de fotografía más importante del mundo, que se realiza cada año en -justamente- Arlés, ciudad de la región de la Provenza, al sur de Francia. En la variopinta programación de esta edición, acaso la exposición más vitoreada sea Une avant-garde féministe, una ambiciosa muestra que reúne más de 200 obras de 72 artistas pioneras que, en la década del 70, denunciaron el sexismo, las desigualdades sociales y las estructuras patriarcales de poder a través de la fotografía, el videoarte y la performance. Tal es el hilo conductor de una exhibición que bebe de la pluralidad de miradas, calificada como “imprescindible”, “radical”, “subversiva”, “explosiva” por la crítica más estricta, encandilada por la feroz insolencia y la ocurrente inventiva de artistas que, por aquellos años, usaron sus propios cuerpos como campo de acción, como arma política.

Y es que, según destacan especialistas por tierras galas, estas artistas crearon un lenguaje propio y libre a partir de imágenes provocativas, crudas, irónicas, a veces crueles, cuestionando lo presuntamente femenino, desenmascarando estereotipos, haciendo añicos tabúes como el goce y la menstruación. Con obras tan potentes, por cierto, que -medio siglo más tarde- muchas no han perdido ni fuerza ni actualidad.

Selbst (Yo) , 1975, Annegret Soltau

“Atildada, cuidadosamente maquillada, una mujer posa con amplia sonrisa con un tarro de mermelada. De fondo, un cursi papel floral. Este retrato, casi publicitario, ensalza los placeres del ama de casa consumada: ¡oh, qué gratificante es hacer conservas para el invierno! Luego, esta fotografía es refotografiada con agujas que perforan a la mujer, al estilo vudú, en una serie de planos muy explícitos en los que ella va desapareciendo…”, destaca el rotativo Libération la obra Demolition of an Illusion, de 1977, de la vienesa Karin Mack, en exhibición. Le Monde, mientras tanto, se decanta por un autorretrato del ’75 de la germana Annegret Soltau: el rostro cubierto de hilos negros, atrapada en simbólica tela de araña que remite al encierro y la alineación…

La cubana Ana Mendieta retrata su rostro deliberadamente deformado, pegado a un vidrio que distorsiona sus facciones en pos de cuestionar el imperativo de beldad. Sentada sobre un lavarropas, la Madona de la Natividad de Valie Export da a luz… la colada. Mientras la holandesa Lydia Schouten, desnuda, trata de escapar de una jaula de hierro. Love Story, litografía con sardónico título de la estadounidense Judy Chicago, muestra cómo una pistola apunta el trasero de una mujer agachada, mientras debajo -a modo de extenso epígrafe, parafraseando la novela erótica Historia de O, de Pauline Réage- queda anotado: “Estás aquí para servir a tus amos. Tu boca, tu panza, tu culo están a nuestra entera disposición. Tus manos no son tuyas, tampoco tus pechos…”.

Die Geburtenmadonna, La Virgen de la Natividad, 1976, de Valie Export.

“Las imágenes que hemos seleccionado denuncian las penurias que las mujeres han padecido, además de reivindicar la sexualidad libremente elegida, que se les reconozca el derecho al placer”, cuenta la curadora Gabriele Schor, que inicialmente pensó montar la muestra siguiendo un criterio cronológico, pero pronto descartó la alternativa. “Se impuso organizar las piezas en torno a capítulos temáticos, que marcan algunos de los tópicos más recurrentes en las vanguardias feministas de los 70s: la mujer reducida al papel de esposa, madre y ama de casa; el encierro versus la emancipación; el cuestionamiento a los dictado de belleza; la exploración de la sexualidad femenina; y la afirmación de la identidad a partir del juego de roles”, comparte la experta vienesa, crítica, docente y autora de numerosas monografías y catálogos razones de, por ejemplo, Birgit Jürgenssen, Cindy Sherman y Francesca Woodman.

Schor, por cierto, es la directora de la colección austríaca Verbund, centrada en fotografía y videoarte feminista de los 70s. En Les Rencontres d'Arles se expone una selección de ese rico repertorio que cuenta con más de 800 piezas de autoras de distintas partes del mundo, reunidas por ella desde principios de los 2000 con la expresa misión de lograr que “estos trabajos, muchas veces desatendidos por museos e instituciones, sean parte del canon del arte”.

Autorretrato de Ana Mendieta, 1972

Por lo demás, presentada en el espacio Mécanique Générale de Luma, antiguo edificio industrial ferroviario, Une avant-garde féministe expone además obras rompedoras de Hannah Wilke, Martha Rosler, ORLAN, Martha Wilson, Francesca Woodman, por citar apenas algunos nombres que ocupan un rol clave en una antología que, dicho está, forma parte de la edición número 53 de un festival que, este año, tiene fuerte protagonismo femenino.

Además de Une avant-garde féministe, entre las decenas de exhibiciones repartidas por la ciudad figuran, por caso: los cuerpos en danza registrados por la reputada franco-estadounidense Babette Mangolte; el obsesivo inventario de Barbara Iweins con sus casi 13 mil imágenes de objetos del hogar; los collages de la joven noruego-nigeriana Frida Orupabo, que ensambla cuerpos de mujeres afro para denunciar la brutalidad con la que han sido tratadas y representadas a lo largo de la historia, rompiendo con estereotipos como sutil forma de resistencia. También se ha montado una gran retrospectiva dedicada a la valiente Lee Miller (1907-1977), mucho más que la musa de Man Ray: fue una de las cuatro únicas fotógrafas que cubrieron la Segunda Guerra Mundial como corresponsales acreditadas por el ejército de Estados Unidos, capturando así el desembarco de Normandía, la liberación de Francia, Bélgica y Luxemburgo, el avance de las tropas aliadas en Alemania…