En su columna semanal en La García, el exjuez Raúl Zaffaroni reivindicó la figura de Susana Torrado, socióloga y demógrafa del CONICET que falleció la semana pasada y que en los 90 luchó contra el ajuste del menemismo.
La semana pasada conocimos la triste noticia del fallecimiento de la doctora Susana Torrado, profesora emérita de la Universidad de Buenos Aires e investigadora de doctorada en París. Su especialidad fue la demografía. El papel de la doctora Torrado en la UBA fue descollante, especialmente cuando se reorganizó la carrera de sociología después de la dictadura.
Muy posiblemente gran parte de los oyentes o lectores no recuerden el nombre de esta científica investigadora del CONICET, pero seguramente se acordarán de ella porque fue lanzada a la fama pública por un personaje al que todos recordamos, aunque no con igual simpatía, claro. Hablamos de Domingo Cavallo.
En 1994 la doctora Torrado había advertido que las políticas desreguladoras del entonces súper ministro eran la causa del crecimiento de la desocupación en nuestro país. Hoy esto es una verdad de perogrullo. Ante el efecto de los sucesores y operadores de la desregulación económica enmascarada en la ideología autodenominada neoliberal -con su siempre pretendida apurada lluvia de capitales productivos que nunca llegan, aunque también permiten la fuga de divisas y endeudamiento-, hace que todos sepamos que estas políticas generan desocupación.
Pero en aquel momento, hace casi treinta años, los cantos de sirenas cantaban loas a la política económica de Cavallo. En ese contexto triunfalista, siete años antes del desastre del 2001, cuando la doctora Torrado tuvo el valor de denunciar la creciente desocupación, el super ministro de Menem se puso furioso. Claro, él pretendía ser el arquitecto del milagro argentino. En realidad, sabemos que no hacía más que seguir el camino trazado por Martínez de Hoz durante la dictadura. Pero poco lo veíamos así y la doctora Susana Torrado, con su autoridad científica, se lo dijo en la cara.
La respuesta del súper ministro que proyectó a la doctora de la luz pública y hace que muchos la recuerden, fue el famoso "que se vaya a lavar los platos". Claro, se tenía que ir a lavar los platos porque era mujer, obvio que un hombre no le hubiese dicho lo mismo. En una frase tan corta puede sintetizarse dos criterios discriminadores diferentes. Es impresionante la capacidad de síntesis que tiene esta frase.
El CONICET se publicitó también a través de este exabrupto que reiteraba el desprecio de todo autoritarismo hacia las ciencias sociales. Los autoritarios y dictadores saben lo que pasa en la sociedad y no toleran que nadie les contradiga sus visiones ideológicas o sus deformaciones interesadas. Y menos que lo digan desde las ciencias sociales.
Además del patriarcalismo del exabrupto sintético del súper ministro, se hallaba en su frase el desprecio por la investigación científica en general, que tampoco era lo adecuado aquí, porque se pretende sostener una situación de subdesarrollo ideal para el nuevo colonialismo financiero que en ese momento encarnaba Cavallo.
El tardo colonialismo financiero, que no se vale ahora de ocupaciones territoriales ni tampoco ya de la alienación alucinante de las cúpulas de las Fuerzas Armadas, en ese embate endeudador de la época, prólogo que cometería poco más de dos décadas después el régimen de Macri, expresaba por boca del artífice de esta etapa la necesidad del subdesarrollo científico y tecnológico de nuestro país.
A lamentar el fallecimiento de esta investigadora social, es una buena ocasión para reflexionar. Muchos jóvenes de hoy ignoran este episodio, pero que tuvo el mérito de proyectar al gran público una personalidad científica, pero también el de sintetizar el programa de subdesarrollo que todavía pesa sobre nosotros.