En su editorial, Cynthia García reflexionó sobre la violación grupal de 6 jóvenes a una chica en Palermo y dijo que la sociedad debe construir masculinidades empáticas con el sistemático reclamo de las mujeres y las disidencias.
El patriarcado goza de buena salud. La noticia sobre los seis jóvenes que violaron a una chica grupalmente actualizó la discusión en torno de la violencia machista, las deplorables coberturas periodísticas del mainstream mediático y el grado de conciencia social sobre el patriarcado y su naturalización. El patriarcado como sistema de poder. El patriarcado como eje de producción de una subjetividad que combatimos.
Ayer, luego de que la víctima pudiera y lograra declarar ante el juez Marco Fernández a cargo del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional 21, el colectivo #NiUnaMenos convocó a un nuevo paro y movilización para el próximo 8 de marzo, día de la Mujer Trabajadora. La consigna será recuperar las calles y hasta incluye entre sus reclamos una alusión directa a la discusión sobre la deuda externa argentina.
"La deuda es con nosotres y nosotras, que la paguen los que la fugaron", dice el texto de la convocatoria, que llama a concentrar a las 16 en Avenida 9 de Julio para movilizarse ante el Congreso. Por lo demás, siempre es bueno recordar que las distintas formas de masculinidad, como cualquier otra forma de ser, sentir o habitar el mundo, están determinadas por aspectos civilizatorios, matrices clasistas e inculcación es culturales que se absorben en la familia, la escuela, el club y el trabajo.
No hay una sola masculinidad. Así como no hay un solo feminismo, hay distintas masculinidades y hay distintas construcciones sobre la masculinidad. Y aunque haya masculinidades en plural hay una que manda o que intenta imponerse dentro de este sistema patriarcal de poder, que es la hegemónica y es mayoritaria. Es la masculinidad patriarcal machista, la que está puesta en crisis en este momento.
Ante eso, las activistas feministas, el movimiento de mujeres, decimos que justamente no hay violaciones en manada, ni loquitos o enfermos. No son una manada de animales, ni son locos o enfermos, dementes, monstruos irreconocibles y que están afuera de nuestra construcción social. Un violador es un hijo sano del patriarcado. Un violador es un hombre normal o normalizado regido por la conversión de la mujer en objeto o moneda de cambio. La mujer como mercancía y el hombre como consumidor. La distribución de las violencias, la producción de una subjetividad violenta, la construcción de una masculinidad que tiene por circularidad la violencia.
Un camino posible para desmontar esta construcción de poder es el de construir nuevas masculinidades con nuestros hijes. No debemos criar hijes machistas. La crianza debe darse bancando el cuestionamiento sistemático de las mujeres y las disidencias y con empatía con los feminismos. Es necesario construir varones que sean empáticos con el sistemático reclamo de las mujeres y las disidencias.
Al mismo tiempo, es urgente comprender que la masculinidad no tiene que ver con el sexo. Se puede ser un varón gay, un varón heterosexual, un varón bisexual. En un mundo al borde de la guerra hay que cavar trincheras contra las masculinidades patriarcales atravesadas por la necesidad de dominar a otros y a otras, y derivado no solamente en su versión de violación, acoso, abuso, femicidio, sino también en los cotidianos micromachismos que se dan cotidiana y normativamente con una densidad enorme, sea en las tareas de cuidado, el campo profesional o laboral, la vida misma.