"Lo siniestro está en los primeros textos que existen de la humanidad y debe ser por algo", dice Mariana Enríquez al otro lado de la línea. Intenta explicar por qué su obra es tan oscura. Su obsesión por lo siniestro. Las cosas -personas, extremidades, luces- que faltan. Los lugares seguros que no existen. El terror que acecha en la vida cotidiana.
"Siempre me gustó mucho lo siniestro, el terror. Es un género popular y adrenalínico. Lo lindo del terror de las películas, de los libros, es cómo poder sentir la sensación del miedo estando a salvo", explica la escritora en diálogo con Aquí, allá y en todas partes en AM750.
Sus libros se mueven entre estos temas: casas abandonadas que se tragan a sus visitantes, mujeres entregándose a las hogueras, rituales místicos alrededor de los desaparecidos de la última dictadura, el amor imposible de una chica con los huesos desechados en la facultad de Medicina.
Para Enríquez hay cierta preparación terrorífica que es medio ancestral. Están ahí, en los cuentos de terror, de fantasmas. En los bosques encantados. En la sombra de los lobos. "Tiene que ver con la preparación para los horrores de la vida real. Esa preparación no sirve para nada, pero por algo se hace", insiste.
"Es como una especie de protección, de escudo mental para que puedas atravesar el terror. Si no, no existiría. Los cuentos de terror para niños se tratarían de otra cosas. Ocurre para tratar de jugar con el gran misterio final, que es el de la muerte", afirma.
De dictadura, desaparecidos y la continuación represiva
Al hablar sobre sus primeros pasos en la lectura y escritura -en su familia descreían de la idea de literatura para chicos, por lo que desde niña tuvo rienda suelta para la imaginación-, Enriquez cuenta que sus padres, "una familia clase media de los setenta", no eran militantes pero eran "conscientes de lo que pasaba".
Se refiere a los crímenes de la última dictadura cívico-militar. Y a cómo el silencio se convirtió en una constante en su infancia. La doble represión que la acompañaría hasta la facultad y en sus primeros libros. Afuera, desaparecidos y torturados. Adentro, el imperativo: "La orden constante era que de lo que se hablaba en mi casa no se hablaba afuera".
"Mi papá trabajaba en una fábrica que tenía mucho movimiento sindical. En mi casa había mucho conocimiento de lo que pasaba. Se sabía lo que pasaba", afirma la autora de Nuestra parte de noche y Los peligros de fumar en la cama, entre otros libros.
Y agrega: "Después hubo otra etapa, post dictadura, que fue tan o más 'marcante'. El destape de todas las cuestiones de la dictadura. El Nunca Más. Tipos en las tapas de las revistas diciendo 'yo torturé en la ESMA'. Y yo pensaba, '¿qué será tortura'".
"Ese tipo de cosas, como una cosa muy pornográfica, los lugares, los campos de concentración... Era una cantidad de información terrorífica de lo que había pasado. En mi adolescencia hay una suerte de continuación represiva con las razias, que termina con la desaparición de Miguel Bru, que era compañero mío de la facultad", reflexiona, antes de relacionarlo con su propia obra.
"En mis cuentos, cuando aparecen tanto las desapariciones, un poco estoy hablando de la dictadura, pero también estoy hablando de Miguel y de Walter Bulacio".
Sin miedo... a la página en blanco
Cuando se le pregunta por su método de trabajo, Enriquez asegura que, como todo, a escribir se aprende. "Por algo se enseña. Después hay que leer mucho, para no repetir lo que ya se escribió. Leer como una bestia", enfatiza la novelista y cuentista.
Y pone el ancla fundamental en la lectura. "También así te vas a dar cuenta qué es lo que te gusta. Y hacia dónde vas a escribir", señaló. Y dijo que "hay algunos escritores que son inevitablemente novelistas, hay escritoras que son inevitablemente poetas".
"Hay cosas con las que te obsesionás y cosas que tenés que sacarte de la cabeza de alguna manera. Después, el lenguaje con el que lo vas a hacer, en mi experiencia personal, un poco lo encontré sola y otro poco en la edición con Juan Forn", añadió.
"Nunca más volví a un taller en mi vida y me las arreglé leyendo y buscando en la lectura lo que a mí me gustaba. También escribiendo mucho en periodismo, que te enseña que la página en blanco y la inspiración no importa tanto. Lo que más importa es sentarte y trabajar", concluyó.