Rubén Díaz es arquitecto y Maestro Mayor de Obras recibido en la UBA, aunque los títulos no le sientan bien: nunca se matriculó y, en palabras suyas, es un “arquitecto renunciante”. “No coincido con los títulos, lo considero discriminatorio. Decreté mi propia profesión que es fantasiólogo. La arquitectura, limita, condiciona y juzga, y no estoy para eso. Soy un generador de fantasías”, apunta en diálogo con Aunque es de Noche.
Díaz construye réplicas de grandes monumentos y construcciones icónicas de Europa en el partido de Ituzaingó, en el conurbano bonaerense: una réplica de la Torre Eiffel, un Arco del Triunfo, una Torre de Pisa, un Obelisco y el Coliseo romano, entre otras.
La primera obra que creó fue una copia del mítico Bar de Moe de Los Simpsons, aunque una intimación de la 21st Century Fox obligó a que se cierre en el 2017. “Buscá la mejor réplica del mundo y te aparece la nuestra”, aseguró Díaz.
Sin embargo, aclara que las obras que construye no son réplicas sino “inspiraciones”, en línea con su alejamiento de la arquitectura tradicional y su búsqueda por romper los cánones estéticos. “Busco más la emoción que la belleza en mis obras”, sostuvo al respecto.
“Hay una filosofía de vida entre todo esto, que es desmitificar el ridículo, primero ser y después pertenecer, y fracasar en intentar”, remarcó el arquitecto.
Díaz habló también sobre la repentina fama que empezó a acompañarlo desde que comenzó a imprimirle al barrio su impronta y cómo busca, ahora, salirse de ese lugar en que quedó encasillado a partir de la creación de la Torre Eiffel.
“Quedé atrapado en la Torre Eiffel como vive atrapado el primer Superman o El Zorro; un personaje tan fuerte que después no podría hacer otra cosa. Pero necesito permanentemente retos, proyectos, cosas en las que pensar y que me cuesten”, confesó.
“No hay que mirar para atrás porque uno se puede confundir, después te la terminás creyendo”, afirmó.