En su columna, Fernando Borroni respondió las ideas sobre la unidad del Frente de Todos expresadas en el documento "La unidad del campo popular en tiempos difíciles" que compartieron distintos intelectuales cercanos a Alberto Fernández.
La columna de Fernando Borroni
Me permito sumar algunas reflexiones a partir del documento "La unidad del campo popular en tiempos difíciles" que escribieron respetados intelectuales cercanos al presidente Alberto Fernández, para sumar al debate y a la reflexión colectiva.
En el texto se asegura que la radicalización del campo popular frente al avance de la derecha en la región no es la solución, que ningún proyecto de estás características pudo triunfar ni en Europa, ni en Acá. latina. Me pregunto ¿Cuál es la alternativa? ¿Acordar con la derecha?
¿A qué llaman radicalizar? ¿A defender, sin dudar, los derechos de los trabajadores? ¿No negociar contra quienes saquearon al país a lo largo de toda nuestra historia? ¿Qué es radicalizar? ¿Qué no todo de lo mismo en política?
Argumentar que en la región, con la excepción de Chile, no hay fenómenos de movilización social y política comparables a otros años, como si esto fuese un dato a favor de la no confrotación y de pararse siempre en el medio, es ridículo y además falaz.
En los últimos 4 años hubo levantamientos populares en Ecuador, Colombia, en Bolivia resistiendo a la dictadura, en Perú y Honduras todas expresiones anti neoliberales. Además el documento olvida que se viene de una Pandemia que paralizó la movilización popular.
En Honduras, en Perú se votaron expresiones populares de centro izquierda, pronto sucederá los mismo en Colombia y seguramente en Brasil se avanzará en idéntico sentido ¿Por qué quieren interpretar que estás expresiones populares no quieren radicalizar? ¿Por qué quieren bajarle el tono a la política?
Continúa el documento en clara alusión al kirchnerismo: "La memoria de lo vivido , sus enseñanzas, son un activo en nuestra tradición política. No pueden, ni deben convertirse en formas ejemplares y absolutas". Está frase no es más que la convocatoria a despolitizarse.
La memoria política es precisamente tomar lo mejor de las experiencias pasadas para ejecutarlas bajo las distintas coyunturas y actores, quizás en otras formas. Es el desafío mismo de la política ¿Cuál es la propuesta?
Buscar de todas las formas justificar la inacción del gobierno y su paso titubeante argumentando que el pueblo no le exige o que la felicidad del pueblo puede ser un buen recuerdo pero no un accionar de la política es decepcionante.
Enunciar la unidad negando el pasado de cada uno, que hizo cada cual, en nombre de la democracia y los derechos humanos nos es buscar unidad sino unanimidad, son conceptos bien distintos. Mientras esto se enuncia Milagro Sala continúa presa.
El mensaje solapado de que la unidad se debe garantizar para que no vuelva Macri ya queda viejo y es un conformismo insoportable. La garantía de que no vuelva la derecha es enfrentar sus intereses y no acordar con ellos.
La Unidad la garantiza una gestión popular y el triunfo electoral dependerá de ello no de acallar al Kirchnerismo.
Texto completo del documento "La unidad del campo popular en tiempos difíciles"
"Una pregunta nos convoca y nos exige encontrar las respuestas imprescindibles: ¿Cuál es la mejor estrategia para enfrentar en la etapa actual a las fuerzas de la derecha, la ultraderecha y el neoliberalismo que se muestran activas y con una fuerte capacidad de interpelación social? En el amplio espectro progresista, del campo popular y de las izquierdas, este debate está a la orden del día en varios países como consecuencia, entre otros factores, del impacto de los dos años de pandemia y, ahora, de lo que significa la guerra que lanza hacia un territorio de incertidumbre la vida colectiva en la geografía planetaria. A partir de la "oleada" de 2015 y 2016 que produjo el golpe contra Dilma, el triunfo de Trump, el ascenso de la derecha en Gran Bretaña y la derrota electoral en Argentina, se ha iniciado un ciclo marcado por la inestabilidad global, por triunfos y derrotas de ambos proyectos antagónicos y por una enorme dificultad de generar sustentabilidad a todos los proyectos políticos.
Estamos en una época donde toda estabilidad se vuelve precaria y provisoria. Su figura dominante y excluyente es la del "cisne negro". En el inicio de aquel ascenso de la derecha hubo quienes postularon que sólo con una radicalización equivalente el campo popular podía volver a construir mayorías. Sin embargo, hasta ahora ningún proyecto de esas características pudo triunfar ni en Europa ni en América Latina. Más bien, los triunfos electorales y otros posibles triunfos populares en otros países están inexorablemente marcados por la construcción de la unidad más amplia posible.
Ahora bien, esa unidad plantea tensiones, porque no salda el debate, sino que hace que se despliegue en un nuevo marco: ya sea como proyecto electoral o como gobierno. Con la pandemia, los avances electorales de la ultraderecha y el debilitamiento de la integración regional en América del Sur, no se encuentran experiencias nacionales de radicalización política comparables a algunos casos de las primeras décadas del siglo. Siempre es necesario saber leer los signos de cada momento histórico, no como un ejercicio de resignación o de posibilismo, sino como forma de desplegar acciones que logren sostener y hacer avanzar a los proyectos populares.
Salvo el caso de Chile desde 2019, tampoco hay fenómenos de movilización social y política comparables a lo sucedido en aquellos años en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina. Y el gran triunfo de Boric requirió del apoyo de una amplísima coalición.
Todas esas dificultades se agravan porque en varios casos la unidad vive procesos de tensión y podría terminar en un proceso de alta fragmentación. Donde eso ocurra -y esta es nuestra principal preocupación, aquello que motiva este escrito- habrá un camino expedito para el retorno del neoliberalismo, seguramente en una versión acentuada y con mayor potencia destructiva, más allá de las formas que asuman coyunturalmente las candidaturas. En un momento de alto cansancio y desgaste social por crisis profundas, la política transformadora necesita evitar que esos debates aparezcan como desconectados de ese malestar.
Es decir, el campo nacional y popular necesita abrir un debate amplio y franco acerca de la sostenibilidad del proyecto político. La política consiste en crear posibilidades y en diseñar nuevos caminos. Sin embargo, esa creación surge de las vivencias y las movilizaciones de la sociedad. Las ideas y la voluntad no sólo deben encontrarse con las demandas sociales. Es la sociedad, con sus creencias, sus organizaciones, sus disputas culturales, la que establece posibilidades y límites de esos procesos, tanto en términos económicos como políticos. Los pueblos no son entidades metafísicas. Constituyen experiencias históricas concretas, hechas con personas de carne y hueso, que sufren el impacto de los dispositivos de la dominación, las enormes dificultades de un tiempo de incertidumbres y precariedad. Los "otros" también juegan y lo hacen con una mezcla de astucia, poder de fuego inmenso y capacidad de construir sentido común.
El hecho de que las experiencias populares anteriores sean tan cercanas en el tiempo tiene un papel doble. Por un lado, permite la existencia de una memoria social, al menos en un sector relevante. Por otro lado, puede provocar la ilusión de que sería deseable y posible regresar a aquellos momentos, cuando en política no existe forma de regresar. La memoria de lo vivido, sus enseñanzas, son un activo en nuestra tradición política. No pueden ni deben convertirse en formas ejemplares y absolutas como si entre ellas y nosotros nada hubiera sucedido. Hace pocos años se vivieron momentos épicos y hoy no hay una situación épica. Por eso, aquí y ahora, hay una situación que conviene comprender mejor, incluso para detectar errores tácticos y técnicos.
Cuando miramos la historia, muchas veces nos preguntamos si ante disyuntivas históricas, todos los actores tenían plena conciencia de lo que se encontraba en juego. Si hubieran apostado de la misma manera a un cambio de raíz de haber sabido cómo se desenvolvieron finalmente los sucesos históricos. Y aquí las opiniones siempre estuvieron divididas. Ha habido quienes creen que se trata de plantar banderas con la voluntad, aunque eso derive en enormes derrotas, creyendo que así se construirá en otra etapa una victoria. Ha habido quienes prefieren amoldar la estrategia para construir cambios más paulatinos y han sido criticados por realistas o posibilistas. Y por último ha habido quienes en nombre de la resignación se han plegado en cada situación a los vientos que corrían.
Creemos que hay que asumir los riesgos concretos que nuestras sociedades desiguales tienen en la situación actual. En términos globales, hay que dar pasos firmes y concretos sabiendo que vendrá más adelante una nueva oleada, más profunda si somos capaces de no desperdiciar lo que ahora estamos sosteniendo, con grandes dificultades. Pero si esa oleada dependiera sólo de la voluntad este debate no tendría sentido. Esperar a tiempos mejores incluso tomando el riesgo de grandes derrotas no puede ser hecho sin asumir el propio lugar en las consecuencias calamitosas sobre la vida de las trabajadoras y trabajadores, de las consecuencias desastrosas (incluso de pocos años neoliberales) sobre generaciones.
La etapa marca la necesidad de ampliar la imaginación política y desplegar un programa de reformas sociales que en cada país pueda acompañar las dinámicas de las propias sociedades. El optimismo de la voluntad es clave para construir hegemonía, para que una multiplicidad de demandas pueda articularse en un gobierno popular. La construcción de mayorías y de sentido común requiere de una estrategia compleja, donde la propia diversidad es un potencial enorme.
Unidad para defender la democracia y los derechos humanos. Unidad para repudiar la persecución política contra líderes populares y, ahora mismo, contra la violencia inusitada contra nuestra vicepresidenta en el Congreso. Unidad para construir la transformación material progresiva sobre la cual se despliegue el día a día de los trabajadores y sus familias. Unidad para fortalecer a nuestro gobierno y a nuestro Presidente.
Cuando la unidad entra en riesgo, el resultado es incalculable. Frente al odio, templanza. Ante las minorías excluyentes, construcción de mayorías. Ante los propios deseos, intenso diálogo con los sectores populares. Ante los propios errores, reparación. Nadie es dueño, como le gustaba decir a Néstor Kirchner, de la verdad absoluta. En la diversidad, en las discrepancias, en los acuerdos, en "las verdades relativas" y en la voluntad de tensionar creativamente la unidad está nuestra fuerza allí donde compartimos un ideal emancipador común.
Estamos atravesando una etapa de triunfos y derrotas, de avances y retrocesos. Hay que asumir los ritmos de una realidad veloz y cambiante y trabajar para crear otras posibilidades. Si se preservan identidades para otra etapa quizás se encuentren con un futuro catastrófico que hoy no es fácil imaginar pero que acecha en el horizonte si nos resignamos a descuidar lo que hoy tenemos. El deber de la hora es sostener los proyectos progresistas y populares, fortalecer a esos gobiernos contra las arremetidas de las derechas, crear ámbitos para que la diversidad pueda desplegarse y tener siempre muy claro dónde está la contradicción principal.
Hay decisiones que un dirigente debe tomar porque son necesarias para el país y el bienestar de la población, aunque a veces pueden no ser convenientes para su capital político o su futuro electoral. La historia está repleta de ejemplos.
La moderación no es buena o mala en sí misma. Quizás en países híper estables la moderación puede ser hasta una identidad. En América Latina no. Es una opción táctica en una etapa específica. Hay momentos en la historia en los cuales la moderación puede ser transformadora y la radicalización impotente.
En otras condiciones objetivas, en cambio, intensificar las acciones transformadoras es la clave de un proyecto popular. Seamos capaces, todos y todas los que nos sentimos parte del frente nacido en 2019 gracias a una decisión histórica, de seguir inventando una política que nos pueda conducir a la construcción de un país más justo".
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