Las puertas del Ministerio de Cultura porteño se convirtieron en sede de “un reclamo que tomó forma de poesía”, en palabras de Guillermo Fernández, uno de los artistas que se sumó, como Juan Falú y Bruno Arias. Alumnos y docentes del Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla reclamaron al Gobierno de la Ciudad un edificio para la institución, que cumple 100 años y funciona en instalaciones cedidas por el Conservatorio Astor Piazzolla –en Gallo y Sarmiento– y cinco espacios más. “Atraviesa una de las peores crisis de su historia”, habían advertido los profesores en un comunicado.
“Es uno de los conservatorios más importantes del país, al que asisten niños, adolescentes y adultos, y no tiene edificio propio”, se quejó una de las oradoras, Victoria Polti, docente de las carreras de Tango y Folklore y Etnomusicología. Además de denunciar un “hacinamiento”, remarcó que no había lugar para cursos, cerraban espacios curriculares y no se desarrollaban “actividades centrales”. “Un conservatorio tiene necesidades especiales. Se necesita una técnica específica, aulas acustizadas. Estamos en aulas sin ventilación. Y este año tuvimos tres inundaciones. Los espacios de arte son los primeros en ser golpeados”, sostuvo. El festival fue organizado en conjunto por la Asamblea Docente y el Centro de Estudiantes del Conservatorio Manuel de Falla (CEMFa).
En la sede de Gallo, compartida con el Piazolla, el tercer piso cerró en 2013 para reformas, acustización de aulas, la apertura de una sala de conciertos y un estudio de grabación. Prácticamente todo se mudó a otra sede, en la calle Suipacha. Además hay cuatro anexos que son escuelas primarias. Antes de instalarse en Gallo, el Falla funcionaba –en parte– en el C. C. San Martín. Y ahora, en lugar de atender al reclamo del edificio propio y adecuado, el Gobierno de la Ciudad pretende devolver al grueso de las actividades allí, según informó a PáginaI12 Gastón Ceruti, presidente del centro de estudiantes.
“2013 fue un año de bastante organización”, contó. “Hicimos festivales, cortamos calles, estábamos en asamblea permanente. El Gobierno reaccionó: fue cuando cerró el tercer piso de Gallo para remodelaciones. Pero nos opusimos porque no respondían a nuestro reclamo principal, la falta de espacio. Empezaron a alquilar una propiedad de Suipacha. Las obras en el tercer piso iban a tardar seis meses, pero no se hicieron hasta fines del año pasado. Lo único que hicieron fue tirar paredes; la constructora dejó de trabajar porque el Gobierno no le pagaba. El tercer piso sigue cerrado, prometieron que en septiembre van a terminar las obras. A nosotros no nos soluciona la situación, que es espacial”, detalló Ceruti.
El joven contó que una de las primeras actividades de Angel Mahler como ministro de Cultura fue visitar la institución. “Se escandalizó y prometió que en un año iba a haber un edificio. Estamos por cumplirlo ya, pero vinieron con el proyecto de volver a trasladarnos al C. C. San Martín, del que nos fuimos por falta de espacio. Quieren ensamblar espacios que no tienen mucho que ver. Además, en el San Martín los alumnos estudiaban en cocinas y en baños”, protestó el estudiante, y puso como ejemplos a seguir los casos de la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA) y la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola. Al panorama se suman inundaciones, agujeros en paredes, conexiones eléctricas precarias, aulas superpobladas, instrumentos rotos, contaminación auditiva y falta de personal administrativo y de mantenimiento.
El perímetro de la jornada de lucha y música estuvo demarcado por una bandera argentina que se arrastraba desde la ventanilla de un auto hasta el acoplado de una camioneta que funcionó como escenario. De allí colgaba otra bandera, con la leyenda “Edificio propio para el Falla, pleno uso para el Piazzolla”. Los manifestantes eran, en su gran mayoría, jóvenes: “El futuro de nuestra Nación y de nuestra música”, expresó Guillermo Fernández. Llegaban con sus instrumentos y sus termos y mates. Pegaban carteles con la consigna del evento en la fachada del Ministerio, en la baranda de la estación del subte, en postes; donde fuera. Quedó cortada la mitad de la Avenida de Mayo. A un costado había un buffet con precios accesibles que ofrecía tortas e infusiones. Las orquestas y los alumnos del Conservatorio dieron comienzo al festival, que contó con el apoyo de numerosos artistas. No sólo de los que estuvieron presentes. Otros hicieron llegar audios, como Lidia Borda y Luis Pescetti. La puesta del escenario y la logística las aportó la Unión de Trabajadores del Estado.
El tango y el folklore comenzaron a convivir con los sonidos de colectivos, combis y autos. A medida que avanzaba la tarde del miércoles, más eran los curiosos que se quedaban. “Vengo a solidarizarme en un momento especial de nuestro país. Lo quiero mucho a Mahler, soy muy amigo suyo, no vengo a ponerme en su contra”, dijo Guillermo Fernández. “Vengo por un problema que no es de ahora. Necesitan estudiar en condiciones dignas. Los músicos somos el corazón de los pueblos. No podemos permitir que los emergentes estudien en estas condiciones. Estoy podrido de oír, cuando se hace un reclamo, ‘sos kirchnerista’. Estamos con problemas en Salud, Educación, Cultura. ¡A resistir! Me levanto todas las mañanas con mucha tristeza y angustia, aunque laburo más que antes”, manifestó, antes de entonar “El choclo” y tangos de Cátulo Castillo, su maestro, quien, precisamente, fue docente del Manuel de Falla y hacia 1950, director.
En este Conservatorio al que asisten 3400 alumnos, Juan Falú creó la carrera de Tango y Folklore. “La situación es insostenible”, opinó el guitarrista y compositor. “En las venas de Buenos Aires circula música desde hace años. Este es un descuido de la clase política que ya se conoce, el ejemplo más patético de esa insensibilidad. Hay muy buenos edificios en el mundo para estudiar música, tal vez con menos pasión y tesón para hacer música”, comparó. Ovacionado en cada uno de los temas que propuso, felicitó a los estudiantes y docentes por la movilización que están encarando. Y le puso un marco histórico al reclamo: “En los largos años que estuve en el Falla no existía esta capacidad de movilización. No se había visto este compromiso en mucho tiempo. Espero que sea un grito de los porteños”. Cerraron el encuentro Bruno Arias y Daniel Mazza y Patricia Zappia.