Nuestras trayectorias afectivas se vuelven cada vez más proliferas y zigzagueantes. La idea de amor para toda la vida, aunque no desaparece e interviene erotizando al momento del enamoramiento, racionalmente comienza a perder sentido. Nuestros modos de amar se rigen, cada vez más, por nuestros intereses personales. Las historias de amor han cambiado.
Un espacio que ha venido a transformar la forma de vincularnos erótica y/o afectivamente son las redes sociales, aplicaciones y sitios de citas que han ampliado nuestro universo de comunicación y de encuentro. Las búsquedas se han vuelto más racionales y fugaces. En lo estático de la imagen decidimos en milésimas de segundo si la otra persona nos resulta deseable, “me cierra”, o no. Estos cambios son leídos, muchas veces, como ruptura de lazo social, una suerte de hipercomunicación que esconde la soledad en la cual nos encontramos inmersos/as- de allí el título del libro de Sherry Turkle , Alone Together. Sin embargo, si ponemos la lupa desde otro lugar, estos ámbitos virtuales permiten nuevas formas de sociabilizar, erotizar y re-erotizarnos.
Las redes sociales, aplicaciones y sitios de cita democratizan y multiplican las posibilidades de encuentros. Desde la gratuidad (sin desconocer que hay opciones pagas), la comodidad y en los tiempos muertos, que son fragmentados y cada vez menos en un mundo repleto de estímulos, podemos seleccionar potenciales candidatos/as para vínculos que se ajusten a nuestros deseos y necesidades. Pensemos un ejemplo. Victoria Mazzeo en el libro Dinámica de una ciudad: Buenos Aires, 1810- 2010, indica que ha habido un aumento de los divorcios y las separaciones en las personas heterosexuales. Mientras que los varones tienden a volver a unirse o a casarse, las mujeres, en las uniones que han tenido hijos/as son las que, generalmente, se quedan con la tenencia. Esto condiciona su modo de relacionarse eróticamente con otros y de formar nuevas parejas. Deben equilibrar los tiempos de cuidado del hogar, la maternidad y el trabajo con el tiempo libre para poder salir y conocer gente. Los ámbitos virtuales de sociabilidad les facilitan vincularse con otros. Cuando chatean, a partir del cortejo, se divierten, desean y se sienten deseadas, aunque no faltan comentarios y exposiciones machistas. Desde estas dinámicas virtuales, aunque no impliquen luego un encuentro cara a cara, las personas se re-erotizan. Los encuentros virtuales pueden dar lugar a un encuentro sexual cara a cara como así también pueden llegar a devenir en una relación de pareja. Más que mera “liquidez” y sacralización de la individualidad, en la selva virtual -con su fugacidad e instantaneidad- nuestra cyborg existencia afecta y es afectada, se generan nuevos tipos de lazos sociales eróticos y afectivos que coexisten y pendulan entre lo online y offline.
(*) Socióloga.